Nosotros y el hebreo

- Decíme 5 palabras cualesquiera
-  Mesa, silla, lapicera, cuaderno, pantalla
He hecho esta prueba varias veces. Invariablemente, las cinco palabras que obtengo son sustantivos; casi sin excepciones se trata de objetos concretos y con altísima frecuencia están a la vista del interlocutor.

¿Por qué no contestan verde, o caminar, o belleza?
La cultura occidental privilegia el sentido de la vista y las representaciones estáticas y visuales (gráficos, esquemas…); en la lengua –el rey es el sustantivo.

El hebreo –y las lenguas semitas, en general- es distinto: el centro de atención es el verbo, la acción. En la escena del Sinaí, cuando el pueblo recibe las tablas de la Ley, responde “"נעשה ונשמע, “haremos y escucharemos”: acción y sentido del oído.
El hebreo propiamente dicho no tiene vocales; las palabras se arman usando como materia prima a las consonantes y las vocales (que normalmente no se escriben pero sí se pronuncian) son el medio que permite articularlas, pronunciarlas y –en ocasiones- marcar matices de significado. El vocabulario de una forma algo distinta de las occidentales, por medio de familias de palabras que responden a una misma raíz –generalmente de tres consonantes-, y cuyo significado preciso depende de cómo está articulada esta raíz con vocales y letras complementarias. La raíz lmd, p.ej., corresponde a estudiar o aprender, y toma formas tales como: lamad (aprendió), limed (enseñó),  limud (estudio), melamed (enseñante, porque hace que otro aprenda), melumad (erudito, formado en el aprendizaje), lamdán (estudioso), Talmud, lomdá (software educativo), y otras. Las vocales cambian, se agregan letras auxiliares, pero la raíz es la misma. Cada palabra tiene, entonces, una resonancia muy amplia, porque está vinculada con muchas otras, y refiere a ellas en alguna medida.

Los psicólogos sostienen que la lengua tiene un papel crucial en la conformación de la cognición: pensamos con el lenguaje y –como ocurre con todas las herramientas-, el propio lenguaje moldea la tarea cognitiva a la que se aplica. Las lenguas que hablamos, entendemos, leemos y escribimos son indisociables de las culturas respectivas y no son –meramente- códigos alternativos, traducibles directamente unos a otros.

Cuando usamos el hebreo, estamos haciendo mucho más que dominar un instrumento de comunicación; estamos aprendiendo que hay distintas formas de pensar, vemos matices, participamos –sin necesidad de hacerlo consciente- de una parte importante de la cultura respectiva y nos conectamos con aspectos de nuestra identidad, con sutilezas que nos hacen ser quienes somos y no otros.

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