Los dueños de Israel

147 corporaciones internacionales controlan el 40% de la riqueza mundial. En Israel, 7 potentados disponen, mediante sus Holdings productivos y financieros, del ahorro de los israelíes. El debate entre capitalismo y socialismo ha caducado. La titánica influencia de los monopolios, y su capacidad de cooptación del sector público, hicieron de la retórica acerca del rol de los gobiernos en la economía, una quimera. ¿Qué debemos hacer para recuperar el control de nuestro destino?

Un informe publicado por el prestigioso Instituto Federal de Tecnología de Suiza con sede en Zúrich, revela que 147 corporaciones internacionales controlan el 40% de la riqueza mundial.

El estudio, realizado por Stefania Vitali, James Glattfelder y Stefano Battiston, analiza la estructura propietaria de más de 37 millones de empresas y fondos de inversión a nivel global. Asimismo, el informe identifica 43 mil corporaciones cuyas participaciones accionarias están vinculadas unas con otras y a 1.318 firmas que generan, en conjunto, el 60% del total de los ingresos de la economía global.

La revelación del alto nivel de integración entre corporaciones, también abre paso a uno de los aspectos más pintorescos, o dramáticos, de este análisis: la tipificación de aquello que los autores denominan “la Súper Entidad”, el conjunto de 147 compañías, en su mayoría bancos y entidades financieras, que detentan el control accionario de las principales empresas del planeta y que, en términos agregados, representan el 40% de los ingresos mundiales.

La lista de la Súper Entidad es liderada por la financiera británica Barclays, y en los primeros puestos se encuentran corporaciones del calibre de JP Morgan, Merrill Lynch, Goldman Sachs, Deutsche Bank y Credit Suisse. En relación a sus orígenes, más del 60% de las 25 líderes de la Súper Entidad, son estadounidenses, destacándose, aunque en menor proporción, corporaciones británicas, francesas, alemanas y japonesas.

Magnates de Israel  

La economía israelí no es ajena al fenómeno de concentración mundial. También los manifestantes reclaman mayor justicia social y plantean reivindicaciones semejantes a otras masas populares ante las acciones opresivas, y a veces imperceptibles, de los monopolios.

Un reciente informe de la revista Forbes identifica en Israel a trece empresarios cuyo capital personal excede los mil millones de dólares. En el selecto grupo se destacan los hermanos Eyal e Idan Ofer, propietarios del Banco Mizrahi-Tefahot, la dueña del Bank Hapoalim, Shari Arison, Shlomó Eliahu, ex parlamentario israelí y flamante adquirente de la principal aseguradora del país y el magnate inversor en activos inmobiliarios, Nochi Dankner.

A un año del boicot de los consumidores a la compra de queso cottage, que iniciara la secuencia de demandas populares, no sólo los precios al consumidor del Estado judío continúan en aumento, sino que los esfuerzos de la Comisión de Concentración Económica resultaron vanos, hasta ahora, frente las restricciones a la libre competencia impuestas por las estructuras monopólicas, entre otras, de los alimentos, la importación de bienes de consumo durables y los servicios financieros.

Asimismo, mientras el discurso social continúa enfocado en las vicisitudes de la economía real, los nubarrones del accionar monopólico amenazan condicionar el consumo futuro puesto que controlan a los fondos de pensión y las cajas de ahorro e inversión del sistema jubilatorio israelí.

Se estima que de los 675 mil millones de dólares invertidos en la bolsa de valores de Israel, 540 mil millones son capitales israelíes y el 50% de ese monto corresponde a los fondos de pensión antes mencionados.

En breves palabras, a pesar que los activos jubilatorios pertenecen al conjunto de la sociedad israelí, su administración se encuentra en manos de un grupo concentrado, cuyas empresas financieras orientan el destino de estos fondos. Los reportes referidos al principal índice bursátil de Israel, el TA-25, que monitorea la evolución de las 25 empresas de mayor capitalización del país, muestran que los fondos jubilatorios han sido, y continúan siendo, parcialmente utilizados para financiar a compañías y proyectos vinculados a los propios Holdings que los administran.

Si con sólo el 2% de capital propio invertido, siete magnates disponen de los ahorros del 100% de los israelíes, cabe preguntarse hasta qué punto ese dinero es propiedad de los ahorristas o debería considerarse un activo indirecto de quienes, bendecidos por la administración pública, asignan los destinos de aplicación.

Recuperar el control

¿Socialismo o capitalismo? ¿Estado o mercado? ¿Proteccionismo o liberalización?

El debate acerca del rol de los gobiernos en la economía, que ha sesgado el pensamiento económico desde sus inicios, se encuentra en un histórico punto de inflexión. Indiferente a los clásicos debates entre catárticos del laissez faire y defensores del sector público, la globalización ha engendrado un organismo cuya capacidad e influencia exceden con creces al de cualquier Estado Nacional.

La concentración económica perfila el ADN del siglo XXI, capturando las voluntades de las burocracias estatales y asegurando el medieval regreso al bienestar de unos pocos frente a las dolencias de las mayorías.

La desigualdad en la distribución del ingreso ocasiona lobbies concentrados y se asocia directamente a la corrupción. Así lo verifica un estudio econométrico realizado por los economistas Jong-sung You y Sanjeev Khagram, de las universidades de California-San Diego y Harvard, respectivamente. Además, la desigualdad restringe el ahorro nacional, limita el mercado interno y fractura el contrato social.

En el caso del Estado hebreo, restituir el control de los recursos financieros y fundamentalmente del ahorro de la sociedad, requiere actuar en simultáneo sobre dos frentes: el ético y el fáctico.

Desde el accionar ético, Israel debe retomar los valores originales que iluminaron el albor del Estado, reconstruyendo las fronteras morales que propusieron los padres del sionismo para todos sus habitantes. La acción política es una tarea que involucra a toda la ciudadanía, pero el bienestar económico es responsabilidad ineludible de quiénes asumen la representación política popular.

En el ámbito material, quienes invierten en el Estado judío y entre ellos, los ciudadanos israelíes, deben reconsiderar el modo en que eligen se administren sus recursos financieros. En general, una buena inversión familiar conservadora debe involucrar un riesgo moderado, un retorno certero, acceso dinámico al monitoreo de la inversión y, sobre todo, la posibilidad de realizar el activo en todo momento. En este sentido, tanto las inversiones inmobiliarias en Israel, así como en los sectores e industrias vinculadas al área de influencia y al know-how del inversor, proveen mayor control y protección adecuada.

Ha llegado la hora que el Estado y las fuerzas libres del mercado interactúen para brindar mayor equidad. Al fin y al cabo, como propusiera Adam Smith en «La Riqueza de las Naciones»: «No puede haber una sociedad floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados».

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