La guematria y los peligros del fundamentalismo superficialista

La guematria es un antiguo método usado desde tiempos de los sabios del Talmud –pero especialmente en tiempos de la Kabalá-para buscar sentidos ocultos en los textos sagrados. Las letras hebreas tienen un valor numérico –relacionado con su orden en el alfabeto- por lo que se puede asociar cada palabra o frase con un número, el resultante de sumar los valores de todas sus letras. La guematria busca relaciones numéricas entre distintas palabras/frases como una forma de acceder a probables sentidos a los que no se llega por otras vías: la del Pshat (la interpretación literal) o la del Drash (el modo de interpretación tradicional más frecuente en el judaísmo).
Veamos el método en funcionamiento.

La palabra שלום (paz) tiene un valor numérico de 376. Resulta interesante constatar que ése es el valor numérico, asimismo, de משאלה  (deseo), de אעשה  (haré), y de נעורים (juventud) lo cual –ciertamente- puede resultar inspirador. Es estimulante pensar que, por alguna razón que se nos escapa, la paz queda asociada al deseo, a la juventud y a la acción futura en primera persona. Quizás haya un mensaje oculto que nos quiere decir que nuestro mayor deseo debe ser la Paz, que conseguirla requiere un compromiso personal de acción, y que para lograrla hay que apostar a los jóvenes.

No obstante, no se trata de las únicas equivalencias posibles. Shalom equivale –numéricamente- también a מדבר סיני  (desierto de Sinaí), a ניצלים מיליון (un millón se salva) y hasta a una palabra no-hebrea como אנציקלופדיה  (enciclopedia), lo que podría ampliar nuestra interpretación: la paz salva millones, para alcanzarla se necesita el conocimiento, hay que estar dispuesto a atravesar el desierto que conduce a la Ley y con ella a la paz…
Desconozco si alguna de estas equivalencias fue usada en el pasado, pero sirven para ilustrar la forma en que se puede liberar cierta forma de pensamiento lateral a través de ellas. Es bien sabido que el pensamiento analítico riguroso, aún siendo una formidable herramienta del intelecto, puede convertirse en una prisión que limite la creatividad; la Guematria, circulando por fuera de los canales puramente lógicos, podría ayudar a saltar los muros y buscar ideas frescas.

Sin embargo sería muy peligroso creer que estos “significados ocultos” están allí independientemente de quien los extrae, de su juicio o de su inspiración, o atribuirle al alfabeto hebreo alguna propiedad especial por la que las palabras tienen un significado que le fue asignado y ocultado al ser creadas.  De hecho, con el mismo método que usamos más arriba, podríamos haber encontrado otras equivalencias para Shalom tales como:
מיליון דולר  (un millón de dólares: ¿será lo que vale la paz? ¿lo que cuesta?)
צעצועים  (juguetes; ¿ la paz es un entretenimiento infantil de los soñadores?),
בני קורח  (los hijos de Koraj, que se rebelaron contra Moisés en el desierto; ¿una referencia a que buscar la paz equivale a traición?),
ימין קיצוני  (extrema derecha: ¿acaso sólo la derecha extrema puede lograr la paz?) o inclusive
נסראללה  (Nasrallah, ¡el líder de Hezbollah!).

Todos ellos suman 376…
Y, si queremos interpretaciones delirantes, podemos recurrir a “Celularim” (teléfonos celulares) y “Sushi” que también suman lo mismo que Shalom...
Hay muchas, muchísimas más posibilidades, y -por supuesto- se puede satisfacer los más variados gustos e intenciones.
Tengo para mí que el fundamentalismo –y especialmente el que caracteriza a cierto misionerismo judío ortodoxo en boga- se parece a quien, en lugar de servirse de la Guematria para pensar y crear, confía ciegamente en su funcionamiento automático y termina sometiéndose a ella.

Hace algún tiempo circulaban unas pequeñas velas de Shabat que se distribuían con un folleto que decía que “cuando todas las madres judías enciendan velas en Shabat se logrará la Paz”. No hay mucho que objetar a esta idea si se la considera una metáfora, o una frase inspiradora. Pero el resto del texto sugería algo distinto: que quien recibiera este regalo debía prender las velas para que venga la paz, como si se tratase de un hechizo.  Eso no sólo es peligroso, no sólo es pensamiento mágico, sino que es lo opuesto al judaísmo: es עבודה זרה, adoración de ídolos, fetichismo.

Muchas ideas y prácticas judías, tomadas en forma superficial, resultan especialmente atractivas a quienes están buscando un ancla de seguridad, y éste es uno de los secretos del “marketing” del neo-misionerismo judío: ofrecer un bajo umbral de entrada (sabiamente, no requieren de los acólitos la inmediata adhesión y cumplimiento de los preceptos) y, simultáneamente, alguna dosis de pensamiento mágico, como cuando se apela a la “protección” que ofrecería la mezuzá o los tefilin en lugar de verlos como un signo de compromiso.
El fundamentalismo se completa con un férreo criterio de autoridad; no invita a la reflexión crítica o creativa sino a la aceptación –gradual, por cierto- de Verdades indiscutibles, en teoría en nombre de la omnisciencia y omnipotencia del Supremo pero que, de hecho, se reducen a lo que la autoridad espiritual de turno afirma como la correcta y única interpretación de lo sagrado.

Vivimos una época en que muchas de las corrientes más modernas del judaísmo atraviesan una crisis de credibilidad, mientras versiones simplificadas de la Tradición se vuelven atractivas como reservorio de lo judío. Los que escuchan el canto de sirenas deberían andar con cuidado, porque lo que encierra el paquete puede ser, apenas, una versión actualizada de la idolatría. Los que creen que otro judaísmo es posible y necesario, deberían pensar en que esas hierbas crecen en la tierra que han dejado de arar…


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