Paul McCartney en Montevideo

¿Qué tienen en común Paul McCartney y el judaísmo? Nada. Anecdóticamente, puede contarse que su primer novia, Jane Asher, y su actual esposa Nancy Shevell son judías; que el manager de The Beatles, Brian Epstein, era judío; y que actuó en Israel en 2008 mientras que en 1965 un show de The Beatles no fue autorizado por razones “ideológicas”. Esto último en todo caso puede ilustrar la evolución (o involución) del Estado de Israel en cuarenta años… La verdad es que el fenómeno Beatle y su secuela en la persona de Paul McCartney es totalmente irrelevante a lo judío, y viceversa. No hay nada judío en las raíces de Paul ni de sus tres compañeros. Tal vez una visión empresarial como la de Epstein haya jugado su rol en el inicio del fenómeno beatle, pero no cabe duda que éste no constituya un rasgo exclusivamente judío. Por tanto, la inclusión del tema “McCartney en Uruguay” en tumeser.com obedece a dos razones llanas y simples: es un hecho inédito e irrepetible en los anales del espectáculo en Uruguay; y The Beatles son un activo afectivo y colectivo de una familia, la mía, como de tantas otras a lo largo y ancho del mundo. Esta coincidencia y la expectativa que genera el concierto ameritan compartir sentimientos.

Lo “beatle” no fue una herencia de familia, sino algo que heredaré a mis hijos. Es de esas pocas herencias que uno puede disfrutar en vida sin tener que desprenderse de ellas. Allí yace su universalidad: son una herencia de la Humanidad para con sus descendientes. Han pasado ya cincuenta años desde que explotó la beatlemanía y el fenómeno parece no extinguirse; The Beatles se disolvió como conjunto en 1969 para no reunirse nunca más, pero el fenómeno sigue vigente. Paul y sus conciertos son sólo una muestra del mismo; una buena muestra, pero nunca el original. Personalmente, descubrí a The Beatles ya entrados los años setenta, cuando ya eran historia, a través de dos long-play de recopilaciones de sus números uno en las tablas. Cuando me fui adentrando en su discografía original no podía dar crédito a mis oídos: cuántos temas maravillosos habían quedado fuera de esa selección; parecía un manantial inagotable. “Dance with you” de Harrison; “Things we said today”, de McCartney; y “I should have known better” de Lennon; cada uno, una joya en sí misma. De esa manera fui construyendo mi propia historia beatle. Existe un “canon” beatle, pero las lecturas son infinitas.

Consecuentemente, leí todo lo que llegó a mis manos acerca de ellos y su fenómeno: desde la biografía oficial de Hunter Davies de 1968 (un cuento de hadas que ni por entonces uno creía), pasando por “The love you make” de Peter Brown (la antítesis del libro de Davies) de 1983, hasta el exhaustivo y más equilibrado “The Beatles: The Biography” de Bob Spitz de 2005. Las biografías superpuestas de estos cuatro individuos sumadas a la de quienes los rodearon y moldearon (desde Astrid Kirchherr en Hamburgo a George Martin en Londres) son, por decirlo sobriamente, fascinantes: trasfondos psicológicos complejos, marco social limitante y restrictivo, normas morales dudosas, agresividad contenida, feroz ironía, una cierta dosis de crueldad, y sin embargo todo confluyó en el fenómeno creativo musical más poderoso del siglo XX.

Cuando mis hijos hace unos veinte años comenzaron a escuchar The Beatles ya estaba todo más ordenado: los discos en casa, una veintena de libros de todo tipo acerca de ellos y su música, videos, las películas, posters. Con el tiempo, el dvd “Imagine” fue objeto de culto; coincidir con un concierto de McCartney se ha convertido casi en un objetivo de vida. Ahora que recala en Montevideo todo parece tan próximo y posible que hasta se pierde noción de la magnitud del evento. Allí estaremos para intentar vivir y sentir lo que sintieron aquellas generaciones de los años sesenta “en vivo” y lo que hemos sentido a través de las grabaciones todos nosotros todos estos años. Como canta Paul en honor a su padre, “when I’m sixty-four” muchos estarán recién cumpliendo el sueño de ver un beatle en vivo; por lo menos uno de ellos. Los que tenemos “fifty-four” también. Es sólo cuestión de cifras, la vivencia es la misma.

Pasado el concierto, pasados los años (porque McCartney ya tiene setenta), siempre nos quedará la música al alcance de la mano. Nuestros hijos que heredaron de nosotros el legado beatle podrán legarlo a sus hijos y así generación tras generación. Es patrimonio de la Humanidad: esa música maravillosamente melódica, sutilmente áspera, rockera, baladista, de protesta, con toques sinfónicos, íntima y multitudinaria; en suma, The Beatles.

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