Hasta la próxima vuelta

La relatividad de la tregua en el sur de Israel

De milagro en milagro. Así siente el israelí promedio, residente en el sur del país, que ha estado viviendo en los últimos años, desde que comenzaron-hace ya más de una década- los disparos de cohetes y misiles desde la Franja de Gaza hacia su territorio. Y una recorrida  por esta zona confirma esta sensación,  justamente al haber entrado en vigencia la tregua entre Israel y los grupos radicales palestinos de Gaza, tras varios días de  intensos enfrentamientos.

“Es cierto que es un día de relativa calma..pero sólo si comparamos con los disparos continuos en esta última escalada”, afirma Ronit Minaker, portavoz del Consejo Regional Eshkol. “Todo es relativo”..dice . “Entre el 1º de setiembre del año pasado y mediados de febrero, cayeron en Eshkol 56 cohetes…eso era presentado afuera como la calma”.

A su lado, una sonrisa con dejo de amargura cubre el rostro de Renana Yaakov, la Secretaria General de la comunidad colectiva Nir Oz en la que nos encontramos. Sus dos pequeños hijos revolotean a su alrededor. Señala el edificio detrás nuestro , con numerosos agujeros causados por las esquirlas de un cohete que cayó cerca. “Este es el jardín de infantes de Or”, cuenta refiriéndose a su hijo mediano que alterna el juego en su bicicleta  con los tirones al pantalón de su madre y las miradas a esos hoyos que seguramente no comprende demasiado.

“No todo se mide en cuántos muertos y heridos hay cada vez que impacta un misil”, explica la madre. “No es normal que los niños estén acostumbrados a jugar a que uno emite un ruido como si fuera una alarma y la competencia es ver quién se esconde más rápidamente debajo de la mesa”, agrega Ronit.
La sensación entre los israelíes del sur, es que se salvan siempre por azar ..y que el silencio es tal ,sólo hasta la próxima vuelta.

En la más reciente, fueron disparados en cuatro días más de 200 cohetes y misiles hacia territorio israelí a raíz de lo cual Israel lanzó numerosos ataques contra blancos armados palestinos en la Franja de Gaza, especialmente intentando interceptar y eliminar células que estaban por abrir fuego hacia su lado de la frontera. Los palestinos acusan a Israel de haber desatado esta escalada, al dar muerte con un disparo de misil desde un helicóptero de combate, al jefe de los Comités de Resistencia Popular, a lo cual los israelíes responden que era la única forma de detener lo que estaba planeando: un atentado de gran envergadura en el sur, contra blancos civiles .

Más de 20 palestinos murieron en los cuatro días de choques. Del lado israelí hubo varios heridos, ninguna víctima mortal.
La explicación, dicen fuentes militares y políticas israelíes, radica en varios factores: cuando Israel capta en sus radares una célula palestina en camino a disparar cohetes, le dispara, logrando en general eliminarla totalmente. Del lado israelí, el sistema de alarmas que advierten a la población resguardarse y la disciplina de la gente, han salvado numerosas vidas.
El gran logro es , sin embargo, el de la batería de misiles anti-misiles “Cúpula de Hierro”, que protege a las grandes ciudades del sur y es activada cuando su “cerebro” capta que el misil en camino caerá en una zona habitada. La “kipat barzel”, tal cual se llama en hebreo, ha sido sin duda la heroína de la última escalada, interceptando la enorme mayoría de los misiles .

En Ashdod, el jefe de seguridad de la Municipalidad, Arie Itah, cuenta que de 36 misiles disparados desde Gaza hacia la ciudad en los cuatro días de escalada, 34 fueron destruidos en el aire por la batería anti misiles, uno cayó fuera de Ashdod y el cuarto , en el centro, entre dos edificios.
En la calle  Rogozin, vemos el sitio en el que impactó…entre dos edificios. Es posible pasar cerca y casi no percibir las marcas de las esquirlas tras el golpe del cohete en el suelo..Pero si hubiera caìdo 20 metros más atrás, podía pegar directo en un departamento. “Lo que la gente no entiende es que cada esquirla mata”, dice Yosi Landau, de la organización voluntaria ZAKA. “Afuera piensan que si no hay un edificio desmoronado, quiere decir que no hay peligro…Pero basta ver a la gente corriendo desesperada cuando oye la alarma, para comprender qué puede pasar”.

A Meir Vaknin, intendente de Ashkelon, esta situación le duele en especial. En sus primeros años como alcalde, comenzó el proceso de paz. Le entusiasmaba la idea de poder cooperar con los vecinos de Gaza..logró tras muchos esfuerzos reunirse con su par A-Shawwa al comienzo renuente y comenzó a lanzar varios proyectos conjuntos.La intifada terminó con todo.

“Pero yo no me rindo. Estamos cerca y sé que sólo tenemos para ganar, ambas partes, de la cooperación. No hay alternativa”, afirma sonriente, tras aclarar que la habitación en la que conversamos no está protegida de misiles y que si suena la alarma “me siguen con calma al refugio”.

A corta distancia de allí, está el hospital Barzilai de la ciudad, el más ocupado en tiempos de choques en el sur. Lea Malul, portavoz de esta institución médica, muestra orgullosa lo que está siendo construido en estos momentos: “es como otro hospital, todo bajo tierra o con pisos de protección blindada…para poder funcionar como se debe también en tiempos de guerra en los que caen misiles también aquí”.

Esta vuelta, a raíz de la escalada, el hospital trasladó algunos de sus departamentos a un refugio especial.La decisión acerca de quiénes serían movidos, se tomó de acuerdo a la rapidez con que el paciente podría refugiarse en caso de alarma.

En este marco, también Kamla Abu Dam , palestina de Gaza, fue trasladada. Recibe tratamiento oncológico en el Hospital Barzilai y su esposo Muhammad está a su lado. Los misiles disparados desde Gaza caían en el sur de Israel y ellos debían tomar precauciones , en el hospital israelí, por lo que podía suceder. “Espero que haya paz”, dice Muhammad, pidiendo no entrar en política y sólo expresando pesar por la situación  “que no es buena para nadie”.

En otro piso, en traumatología ortopédica, está Nomi Maksimov, una israelí de una ciudad vecina, que se fracturó la cadera al correr a resguardarse al oir la alarma. David, su esposo, dice que intentaba calmarla y asegurarle que todo estaría bien, “pero cuando oigo la sirena es terrible, siento que me caerá el cohete encima..”.

Es que nadie aquí puede vaticinar con certeza cuando llegará la verdadera calma..y si será esa algún día la situación. Mientras elementos interesados en la inestabilidad azuzan desde afuera, hay motivos para estar preocupados.

En el kibutz Nir Oz, vemos por un camino a Héctor Roitman, que va de la mano de su pequeña nieta. Llegó hace decenas de años de su Argentina natal, donde cuenta que “luché por la democracia”. Es un hombre de izquierda y nos da a entender que por eso combatió a la dictadura en Argentina. Por lo mismo, apuesta a la paz entre Israel y sus vecinos, pero no ve con gran optimismo la situación. “Y lo que me duele es que la izquierda en América Latina ve las cosas de modo deformado..Aquí recibimos misiles que lanzan grupos apoyados y armados por Irán..y allí se creen que Ahmadinejad es el Che Guevara”, comenta serio.

A pocos metros suyo, Ofri, de 12 años, juega con varios de sus compañeros. “Hay que ser precavido y no dejar de resguardarse cuando hay alerta”- dice en un intervalo de juegos con sus compañeros. “Pero al mismo tiempo, hay que acostumbrarse, para no sentir miedo”. Le comentamos que suena  demasiado tranquilo para la situación que vive hace años. “Es que ya no recuerdo otra cosa”, responde.”No ganamos nada con ponernos nerviosos.Claro que  a veces siento miedo..pero espero que al final, en algún momento, haya paz”.

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