La ley y el desierto: tres lecturas de Pesaj

pesaj7okI: Lo político


La celebración de Pesaj nos abre la posibilidad de una multiplicidad de interpretaciones que hacen a las diferentes alternativas reflexivas al que el pensamiento judío nos expone.

 Es así que desde una perspectiva política, podemos pensar la celebración de la libertad y la liberación a través de la relación esclavitud/servidumbre tomando a Egipto y a Moisés como centro de esta problematización.

Moisés es el gran maestro, liberador y guía que sacó a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto para transformarlos en un pueblo. Moisés personificó las características espirituales y políticas, transmitió la ley de Dios pero también fue un líder, es así que lo ético-espiritual y lo político se hacen presentes en su figura. Es un hombre que mira el pasado pero desea el futuro que se le hace imposible. Y como el ángel de la historia que describe Walter Benjamin en sus tesis Sobre el concepto de Historia, "Él ha vuelto su rostro hacia el pasado" mientras que la tempestad, el progreso, lo empuja hacia el futuro de espaldas y "el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo", y lo abate la muerte.

Si entendemos el Éxodo como la historia del un pueblo y no sólo como un relato, Moisés tiene un papel fundamental y su importancia, como explica Michael Walzer, "no es personal sino política –como líder del pueblo o intermediario entre el pueblo y Dios– pues se trata de una historia política: una historia de esclavitud y libertad, ley y rebelión". La historia de la salida y la liberación de Egipto, casa de la servidumbre, imprime una fuerte linealidad histórica como un movimiento que mira hacia adelante, constituyendo una esperanza en el futuro. La fuerza histórica del Éxodo se concentra en su fin, en la promesa divina, pero también se puede hallar en el presente: Canaán es la tierra de la promesa porque Egipto es la casa de la servidumbre. Entre pasado y futuro se formula una relación paradigmática que caracteriza la existencia judía, en donde un pasado más allá de su temporalidad histórica tiene un sentido existencial que lo arranca de esa misma historicidad: ese pasado es aquello que el pueblo judío recuerda y vive en el presente, y es la llave que abre la esperanza de un futuro ideal: no es solamente memoria, sino rememoración como forma de vida.


Y desde esta perspectiva política, ¿cuál es el rol de Egipto para el pueblo de Israel? Egipto es un elemento que marcará la existencia del judaísmo como el lugar de la servidumbre pero también, desde una perspectiva moral, por su carácter opresivo y corrupto que lo convierten en un enemigo del que hay que diferenciarse y alejarse. Egipto no es solamente abandonado sino también es rechazado, juzgado y condenado.

El rechazo a la lógica egipcia es el rechazo a la servidumbre como estado de existencia del hombre y la esclavitud como forma política. Es por ello que el nuevo régimen que se intenta constituir con Moisés además de definirse por contraste con el anterior, y se desarrolla por primera vez todo el lenguaje de la política revolucionaria y también del mesianismo religioso: la opresión adquiere una significación moral y con ella se comienza a pensar de manera decisiva en la posibilidad de la liberación y la redención. No sólo frente a Egipto, sino que en cada momento histórico en el que el pueblo judío haya caído en el exilio y la opresión, entonces dirigirá su esperanza hacia la redención que lo libere de aquel modo de existencia.

II: lo identitario

Pesaj es una metáfora de la libertad, pero esta libertad puede tener diferentes formas y caras, y una de ellas, a la que queremos darle luz aquí, es la de la libertad como transformación. Cada generación y cada hombre debe sentirse como si él mismo hubiese salido de Egipto en una conexión que une la salvación del pasado con la redención del futuro: en esa intersección se construye la identidad judía del pueblo, de la comunidad y de la historia.

Pesaj como símbolo de libertad por un lado, de la liberación de la servidumbre y la irrupción de Dios en la historia del pueblo, por el otro. Se constituye un nuevo concepto de hombre –el del pueblo de Israel– y de historia, en la que Dios interviene para darles la libertad. Se constituye una esperanza en la redención vinculada con la libertad y la expectativa de un futuro próximo en la tierra de Jerusalén.

Maimónides explica que cada celebración tiene su dogmática y su idea moral. Pesaj permite perpetuar el recuerdo de lo ocurrido en Egipto y transmitirlo de generación en generación ya que "la enseñanza moral es que el hombre, en el bienestar, debe acordarse de los días de angustia, a fin de manifestar a Dios todo su reconocimiento y deducir de ahí lecciones de sumisión y humildad". La libertad es transformación, y no hay que entenderla solamente como no-esclavitud. Porque es un sinónimo de pueblo y de comunidad, de espíritu y de herencia, de responsabilidad y de ley. Libertad es aparición. La libertad para el pueblo de Israel significa como un pasado que mira al tiempo que viene, a un presente que se vuelve futuro. Por ello, la libertad no es tan sólo del hombre como individuo, sino del hombre como pueblo, como un todo-judío que se autodetermina: hijos de los padres y padres de los hijos. Herencia de los ancestros e hijos de sus palabras. Hijos del mismo Dios que liberó al pueblo de Egipto, al que consagró y al que año tras año, década tras década, quita aquello que sobra, el jametz, para comer solamente matza, el pan ázimo, y buscar lo esencial, y esperar allí el momento en que Dios se revele e irrumpa en la historia trayendo un tiempo de felicidad. El judaísmo vive como una totalidad y en cada nuevo Pesaj rememora y le da vida a la posibilidad de volver a ser liberado, consagrado y redimido.

Ser libre mantiene en continua constitución la responsabilidad por habitar la tierra, el pacto con Dios y la humildad frente al otro. Ser libre para atravesar el desierto, recorrerlo en un viaje exterior e interior.

III: lo teológico

Cuando Pesaj es celebrado trae la esperanza en la llegada y la memoria de la partida, el éxodo. Allí, en aquella encrucijada hay un elemento crucial de la experiencia judía: la del desierto y la ley; la de la identidad y la trascendencia. Así como la tradición evoca vivamente la memoria de la milagrosa liberación de Egipto, ella inspira y crea la certeza de una redención futura: las condiciones no necesitan definir lo posible siempre que la memoria del éxodo esté viva. El seder de Pesaj comienza con el relato de la salida de Egipto y concluye con "el próximo año en Jerusalén".

Pesaj tiene una idea moral que contiene la rememoración y por ello no se puede dejar de ser el pueblo liberado que en su viaje se construye, que en su constitución se hace pueblo, que en su exilio se reconoce. Y en el mismo viaje, por el desierto, la ley es entregada, y ya no hay arenas movedizas en la base de la identidad, sino el movimiento de un pueblo sobre las arenas del desierto construyendo identidad, llevando la ley y la experiencia, el presente del pasado y la esperanza del futuro.

Desde la celebración de Pesaj hasta la entrega de la ley se tienen que pensar esos días como un proceso de consagración del pueblo de Israel. El sentido de la salida de Egipto es recibir la Torá, transformarse en pueblo y la transmisión del sentido que representa el ser-judío, frente a la dispersión y la destrucción, sentido de pueblo que hace a la permanencia histórica y temporal como comunidad. En cada paso ritual de la celebración de Pesaj, al vaciar la casa de jametz, al preparar el seder, al realizar cada kidush, se perpetúa la historia rememorando la existencia. La celebración de Pesaj no sólo recuerda los pesares de la vida en esclavitud/cautiverio y la liberación, sino también el inicio del viaje exílico que lleva desde esa libertad hasta el recibimiento de la ley, y desde la ley a la esperanza en la redención futura, en donde ella será consagrada.

Y vino el desierto y con el desierto la ley, y la ley tradujo el desierto en experiencia y en rememoración. Éxodo y Sinaí, son los dos paradigmas teológicos del tiempo judío. La identidad judía es el desierto y la ley, el caminar y el trascender, el horizonte inalcanzable y la altura inconmensurable; y una no puede sin la otra, y una no es sin la otra. Y allí, entre ambas, se construye, generación tras generación, la identidad judía. Celebremos la identidad, el desierto y la ley, que por ello Pesaj es diferente a otros días y a otras noches.

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos