Sobre Poder & Resiliencia

Una de las fuentes de las que me nutro para mis reflexiones en torno a ‘lo judío’ en general y sobre esta crisis histórica en particular es el material que ofrece el Instituto Shalom Hartman en Jerusalém. Hubo un tiempo en que, en estas páginas, traducíamos buena parte del material que allí se producía, muy en especial las editoriales de su presidente, el Rabino Donniel Hartman.

Todavía traducimos, de tanto en tanto, a uno de sus académicos estrella, el escritor Yossi Klein-Halevi. Reconozco que, si bien hemos hecho algún intento, estamos en deuda respecto al material producido en hebreo, aunque hemos citado algunas veces, por ejemplo, a los profesores Mica Goodman, Orit Avnery, Mijal Bitton. La realidad es que el recurso del podcast y el audiovisual han hecho más difícil esta tarea de difusión en español.

Por más información sobre el Instituto Hartman, ir a https://www.hartman.org.il/

Hoy quiero referirme a dos conceptos que surgen de dos podcast de la serie ‘Por el amor de Dios’ (‘Lemaan Hashem’ o ‘For Heaven’s Sake’) que se producen tanto en inglés como en hebreo en una frecuencia semanal. En uno Donniel Hartman conversa con Yossi Klein-Halevi y en el otro, en hebreo, lo hace con el profesor Tomer Pérsico. Ambos se titulan: ‘Ellos regresan. ¿Hacia dónde vamos nosotros?’. Sin más preámbulo abordaré los dos temas que me interesan y trataré de volcarlos aquí lo más fidedignamente posible.

El primer tema que rescato de ambas conversaciones es el poder y, en este caso, sus limitaciones. No es un tema ajeno al discurso ‘hartman’ en general, ha sido puesto sobre la mesa en muchas oportunidades; precisamente porque es un atributo del cual los judíos carecimos durante dos milenios o más. Las implicancias filosóficas, éticas, y morales del poder y su uso merecen el debate.

Lo interesante en esta oportunidad es que, una vez asumido este nuevo atributo, el poder, la pregunta no es acerca de su naturaleza sino de su magnitud: que tan (i)limitado es. Desde preguntarse cuánto tiempo se puede sostener una guerra, pasando por el tema del enrolamiento de los jóvenes ultra-ortodoxos, y hasta el tema de ser una fuerza, o ‘poder’, ocupante de otro pueblo. Citan como metáfora la Guerra de los Seis Días: somos eficientes, eficaces, y mortíferos en ese tipo de operación, pero Gaza, como Líbano hace cuarenta años, ha demostrado que el poder no funciona igual en el largo plazo.

Tampoco todo se arregla con el uso de la fuerza como tendimos a creer antes del 7 de octubre. Tal vez sea el momento de pensar en otro tipo de soluciones que no impliquen el uso del poder (que lo tenemos y es nuestro mérito) sino el uso de otros recursos que no impliquen vidas israelíes y nos obliguen a la ocupación, más allá del juicio ético que tengamos sobre la misma, y su consecuente condena internacional; también allí hay un límite. De hecho, la elección de Trump lo acaba de demostrar: Netanyahu no tuvo opción, careció de poder.

El otro tema que surge de ambos podcasts es el rol que jugaron a lo largo de estos quince meses las manifestaciones espontáneas y populares en la vía pública, específicamente en la ‘plaza de los rehenes’ en el centro de Tel-Aviv. Exceptuando algunas manifestaciones que alcanzaron niveles de cientos de miles, en su mayoría su número era de algunos miles, tal vez diez mil promedio, semana a semana. O en solitario, como el abuelo de Naama Levy, Shaul Levy de 78 años, que protestó cada mañana en la vía pública durante 477 días buscando consuelo en sus conciudadanos y obligando a no olvidar a su nieta y los rehenes.

Él, ellos, sostienen en el podcast, representan el espíritu de Israel y el pueblo judío: tanto en momentos de miedo e incertidumbre con las alarmas, los misiles, y la vida en los refugios, como en la euforia de las operaciones militares brillantes y exitosas, esta gente nunca permitió que los rehenes fueran una variable postergable. Esa era la última batalla, arraigada profundamente en nuestra consciencia nacional. Como Moshé enfrentando a Amalec, sus brazos en altos sosteniendo sus pancartas permitieron superar también esa batalla contra el olvido y la renuncia a valores ancestrales. Lo que no fue militarmente posible, lo fue en gran medida por su tenacidad. Ningún judío, en Israel o en el mundo, olvidó nunca a los rehenes; pero ellos nos sostuvieron a todos.

Más allá del contenido de los podcast, en lo personal no quiero cerrar este editorial sin hacer mi aporte sobre los temas en cuestión. Por un lado uno percibe una intoxicación de poder por parte de muchos judíos e israelíes para los cuales la derrota que supuso el 7 de octubre es inadmisible, y por otro lado uno es parte del colectivo que padece los sentimientos contradictorios que genera el acuerdo alcanzado (ver https://tumeser.com/2025/01/19/el-dia-471/).

Creo en la obligación moral de Israel de defenderse y por lo tanto creo en las FDI. Condeno las imperdonables fallas del 7 de octubre sobre las cuales todavía no sabemos nada. Creo que la diferencia histórica de nuestra era en relación a los dos mil años anteriores es precisamente ostentar el poder para defendernos, ser viables, y soberanos. Al mismo tiempo, creo no existimos como pueblo para subyugar a otros pueblos y por lo tanto, tarde o temprano, se irá forjando una realidad de razonable y pragmática vecindad con el prójimo. No una paz idílica, pero sí una convivencia posible. Como con Egipto y Jordania. Nadie pide que nos amen; la única demanda es vivir.

Creo que los temas del poder, por un lado, y la resiliencia pacífica, por el otro, resumen muy bien una visión de la realidad que me gustaría que sea compartida y abrazada por muchos más.

Que sigamos recibiendo rehenes hasta que no quede ninguno, vivo o muerto, en Gaza.