6 Meses 6
El pasado domingo 7 de abril se cumplieron seis meses del pogromo en territorio israelí a manos de Hamas. Como dice Donniel Hartman al abrir su último podcast (*) con Yossi Klein-Halevi, nuestra tradición nos enseña que es tiempo de jeshbon nefesh, evaluación, un momento de reflexión. Porque una “guerra de seis meses” no es una guerra de seis días (1967) ni una guerra de tres semanas (1973). Es medio año que la tragedia y la batalla se fagocitaron: la guerra.
Si no fuera trágico, sería fuertemente simbólico que dos días antes de esta fecha las FDI encontraran muerto al rehén Elad Katzir de 47 años, del kibutz Nir Oz. Es igualmente triste y simbólico que, en la víspera de esta fecha, murieran cuatro soldados israelíes más en acción, sumando 260 caídos, sólo en la batalla.
Escribo estas líneas como judío y sionista con el propósito de compartir mi sensibilidad respecto a estos seis meses de pesadilla y mi desazón respecto al futuro inmediato.
No hago referencia al padecimiento palestino por falta de empatía sino porque sobran en el mundo quienes lo hacen, motivados en gran medida por el odio hacia nosotros y nuestro Estado. Si Israel debe asumir responsabilidades, como lo demanda la opinión pública internacional, parte del problema es que seis meses más tarde nadie recuerda la responsabilidad de Hamas y la complicidad de muchos “civiles” gazatíes aquel día.
No es mi propósito explicar, justificar, ni victimizarnos, y mucho menos especular acerca del futuro político de Israel, del “día después”, o de soluciones macro que conduzcan a la resucitada opción de dos estados para dos pueblos. Mis opiniones pueden ser relevantes o no, pero lo cierto es que no inciden en el mundo real. Soy un judío sionista más, profundamente afectado y conmovido por esta coyuntura histórica.
Me parece importante, por un momento, apartarnos de la locura dialéctica e ideológica en que está enfrascado el mundo occidental y en la cual una vez más, como durante dos mil años y antes también, los judíos hemos sido el chivo expiatorio de todos los males. En este caso, no es un chivo expiatorio que huye y desaparece en el desierto (Levítico 16:9), sino que es acosado en el seno de la sociedad que quiere expiar sus yerros a través suyo: el antisemitismo.
Como señala Klein-Halevi en el podcast de referencia, los judíos hemos tenido que aprender a hablar dos idiomas simultáneamente: el del derecho a la autodeterminación y defensa propia, y un idioma interno, inherente a nuestra condición de judíos: una conversación ética. Es mucho más sencillo adherir al discurso combativo y acusatorio que mantener este último tipo de conversación.
La concepción judía de la Historia es que ésta avanza. A lo largo de los siglos, y en los 120 años del Sionismo, no hemos estado libres de reveses y atentados, por decirlo delicadamente. Sin embargo, siempre hemos sabido mantenernos no sólo vivos sino vigentes. A seis meses de la masacre del 7 de octubre, “bajo este el peso de este duelo por la forma en que el pueblo judío ha sido quebrado” (Klein-Halevi), y ante la incertidumbre de los próximos seis meses (que podría ser mucho más tiempo), nos debatimos entre dos sentimientos contradictorios pero también complementarios.
Quienes creen que, como siempre y a fuerza de un nacionalismo pasional, eventualmente superaremos la adversidad y quienes, como yo, creemos que hemos retrocedido cien años: el Estado de Israel y todo el pueblo judío enfrentamos una refundación y un cambio de paradigma históricos.
La soberanía judía que durante dos milenios quedó en manos de “los Rabinos” quedará ahora a cargo de nuevos sabios, tanto religiosos como laicos, mujeres y hombres, que deberán encontrar un nuevo discurso existencial y de propósito basado en nuestros valores. Ahora, incluyendo el uso y manejo del poder que antes no tuvimos cuando fuimos atacados, y al mismo tiempo la responsabilidad moral y ética que nuestra tradición siempre nos demandó, y que prueba ser más difícil de concretar en la práctica que en la prédica.
(*) https://www.hartman.org.il/israel-at-war-the-six-month-war/