Shabat Jol Hamoed Pesaj 5783
Habitualmente abro dos portales de noticias de Israel: Haaretz y Times of Israel. El segundo es más “periódico” y pone mayor distancia editorial de los acontecimientos; el primero es netamente ideológico y crítico, y no siempre publica los hechos con la inmediatez que uno esperaría. Curiosamente, a veces CNN se adelanta a ambos cuando se trata de un atentado a civiles en Israel o un ataque israelí a Gaza. Será porque CNN “vende” esa información a un público externo, ajeno a la realidad cotidiana de Israel, mientras que la prensa israelí en inglés sirve a los anglo-parlantes que viven en Israel o tienen familia inmediata allí. Israel es mucho más que atentados y ataques de represalia (en ese orden).
Esta mañana de Shabat Jol-Hamoed de Pesaj hemos amanecido con significativas coincidencias. Ambas publicaciones refieren a los primeros cien días del gobierno de Netanyahu y ambas aluden a una suerte de “tormenta perfecta” (sin escape) en referencia a la coyuntura actual. Hemos amanecido muy lejos de cualquier tipo de libertad real o simbólica.
Haaretz, siempre ferozmente crítico, cita los “primeros cien días” en referencia a una historia de fracaso y una de éxito: el fracaso de Napoleón a su regreso del exilio en Elba que culmina en Waterloo, y el éxito de Franklin D. Roosvelt contra la Gran Depresión en 1933 aprobando leyes que torcieron el rumbo fatal de aquel país. Dice Alon Pinkas en la edición del 7 de marzo que Netanyahu quiso actuar como Roosvelt pero terminará como Napoleón.
En Times of Israel Tal Schneider titula su nota “La Guerra de los Cien Días” en clara alusión a la “Guerra de los Cien Años”, una suerte de guerra en permanente statu-quo entre Francia e Inglaterra en el siglo XV; en otras palabras, sugiere que el asunto va para largo y tendrá costos. Me permito agregar, y es por demás obvio, que ya los estamos pagando. Mejor dicho, los israelíes los están pagando, así como un turista italiano que murió anoche asesinado, embestido, por un terrorista.
Quiero ser claro como a lo largo de estos últimos meses en mi contribución a la cruzada contra la embestida fascista del actual gobierno de Israel. Adhiero al concepto que usa Pinkas en su editorial: kakistocracia, del griego, “el gobierno de los más ineptos”. Lamentablemente esto se confirma mediante consecuencias que se acumulan en forma geométrica y desborda la capacidad operativa de un mal gobierno desembocando en una peor situación.
La ola de provocaciones y ataques a civiles, sea en territorios “en disputa”, en Jerusalém, o en el centro neurálgico de Israel, Tel-Aviv, ha puesto a prueba al gobierno (y emplazado a la oposición, que ha respondido con la altura esperada) que estaba obsesionado con sus compromisos y agenda internos. Nadie duda que las fuerzas de seguridad de Israel actuarán para cumplir su cometido, pero los conatos de hace diez días siguen latentes, tal como informan ambos medios de prensa citados antes.
No me canso de repetir que mi alarma sonó la madrugada del 1 de noviembre de 2022 cuando supimos el resultado de las elecciones en Israel y cómo con seguridad se formaría la próxima (ahora actual) coalición de gobierno. Quienes se escandalizaron por un gobierno cuya mayoría dependía de un partido árabe no reaccionaron igual cuando un gobierno depende de una agrupación fascista y supremacista. Sin embargo, la Ley de Murphy vuelve a cumplirse y todo lo que podía estar mal, resultó peor.
La reforma judicial está entorpecida pero no detenida; la supuesta seguridad nacional está peor que con Gantz como Ministro de Defensa, Lapid en RREE, y Bennet como PM; el país sucumbió a la grieta y aquello de “somos hermanos” pasó a ser un slogan sin valor; la economía está amenazada; y ni hablemos del sistema político y los valores sionistas fundacionales, que incluían la Democracia aunque ésta no fuera nombrada específicamente en la Declaración de Independencia, están jaqueados por una minoría judía fundamentalista y dogmática.
En suma, y en directa alusión a Pesaj, estamos al borde del Mar de los Juncos, llenos de dudas y temor, amenazados por los egipcios de turno (ahora son los egipcios que nos ayudan a destrabar la situación en Gaza y Líbano en el norte, oh ironía), lamentándonos por nuestro destino incierto, y acaso aferrados todavía a la idea de los milagros. Nadie espera nada espectacular como ilustró Cecil B. DeMille la apertura del mar en su icónica película, pero con que la marea baje un poco y despeje algunos caminos tendremos bastante.
Algunos tal vez cedan el liderazgo, o caminen por los márgenes; tal vez surja un Naasón (Najsón, no aquel hijo de Aminadav, uno más actual) que se aventure casi a ciegas; tal vez alguien recoja el cayado de Moisés y lidere. Nadie sabe qué pasará mañana: qué columna de humo o fuego guiará el destino de este pueblo del que somos parte. Han pasado más de tres mil trescientos años y nuestro derrotero nunca se aparta del conflicto interno la persecución de terceros.
La libertad empieza por casa. Shavua tov! Que Pesaj termine major de lo que empezó.