Manejo de Twitter

Si algo aprendí a partir de este último Rosh Hashaná 5783 es que, pese lo que nos pese, hay temas que tenemos que afrontar, hacer públicos, y abordar. Si el primero es un acto de conciencia, el segundo es un acto de coraje, y el tercero ya supone, además, responsabilidad. Porque tampoco se trata de destruir sin ofrecer alternativas viables. A veces está en nuestras manos llevarlas a cabo; los resortes para corregir son un poco más complejos y a veces están fuera de nuestro alcance.

Es por ello que no puedo dejar pasar mi disgusto con la forma en que buena parte de la opinión pública, tal como yo la percibo en redes sociales (Twitter específicamente), se ha hecho eco de la noticia del abatimiento del terrorista palestino Udai Tamimi en su segundo y último intento de matar judíos, esta vez en el puesto de control de Maale Adumim, al sur de Jerusalém. Dos guardias de seguridad privada dieron muerte al terrorista, que hasta ahora había matado y herido gravemente dos israelíes y eludido la búsqueda de las fuerzas de seguridad.

No hace una semana escribí un editorial conmovido por el asesinato, a manos de Tamimi, de Noa Lazar z’l (http://tumeser.com/2022/10/12/noa-lazar-zl/). Así como aquel episodio me conmovió en lo más íntimo y ancestral, la reacción mediática al asesinato de Tamimi por parte de judíos amantes de su pueblo y Estado, como yo, me parece condenable desde un punto de vista ético. Hacer justicia, neutralizar un terrorista, es un mandato bíblico y una obligación política; pero regocijarse en ello contradice los principios esenciales del judaísmo. Cuando corresponde actuar, hágase en el fragor de la batalla o en el silencio y la soledad de los héroes.

Nadie esperaba que Tamimi sea llevado a La Justicia; una vez que no fue “neutralizado” durante el atentado, lo que sucede casi siempre, el episodio en Maale Adumim debió narrarse como una suerte de justicia divina de la cual algún judío fue instrumento, y nada más. Cualquier escalada del discurso de la venganza y la violencia nos ubica más cerca de los perpetradores que de nuestra condición de víctimas. Si ellos se regocijan con la muerte de un judío, como está extensamente documentado, nosotros debemos hacer lo contrario: actuar y luego prudentemente callar. No vinimos al mundo a vengar muertes sino a preservar vidas.

Hasta la creación del Estado de Israel y su Ejército de Defensa, aun tomando en cuenta actos de heroísmo de impacto tanto militar como simbólico, la supervivencia judía ha estado ligada a su resiliencia y ésta a su sentido de propósito y su escala de valores. Una vez que, tecnología mediante, podemos contar con una superioridad militar que garantiza nuestra supervivencia, no podemos claudicar de nuestros principios. La muerte, por justa que sea , no se celebra. Ni en la vía pública ni en las redes sociales.