Los Des-Judíos

Extractos del Editor de un artículo de Natan Sharansky en Tablemag, 16 de junio de 2021

Los antisionistas saben exactamente qué están haciendo y qué están deshaciendo. Están tratando de separar el judaísmo del nacionalismo judío, de destejer la trama del sentimiento depertenencia a un pueblo de los judíos mientras deshacen décadas de construcción de identidad.

Las voces de los enardecidos oponentes judíos de Israel y del sionismo son, a su vez, amplificadas por una superestructura progresista militante que ahora ha colocado un candado ideológico sobre el discurso en la academia, las publicaciones, los medios de comunicación y las profesiones estadounidenses, que antes respetaban la construcción con acento sionista centrada en la pertenencia a un pueblo de los judíos estadounidenses.

Llamamos a estos críticos “des-judíos”, porque creen que la única forma de cumplir la misión judía de salvar al mundo con valores judíos es deshacer las formas en que la mayoría de los judíos reales practican el judaísmo. No son ex-judíos ni no-judíos, porque muchos de ellos están y siguen estando profundamente comprometidos judaicamente, a pesar de su duro disenso. Muchos des-judíos participan activamente en formas de liderazgo judío, dirigiendo departamentos de estudios judíos, hablando desde púlpitos rabínicos y organizando cenas de Shabat. Para muchos de estos des-judíos, la puesta en escena pública y comunitaria de sus creencias antiisraelíes y antisionistas parece ser la insignia de una forma superior de judaísmo, despojada de su desagradable y poco ético bagaje “etnocéntrico” y “colonialista”.

Al lanzar este intento, estos antisionistas se unen a una larga historia de des-judíos de este tipo que se colaron profundamente en la tradición y trataron de debilitar ideológicamente la identidad judía desde adentro, cancelando un pilar central de la identidad judía contemporánea como parte de lo que imaginan ser un compromiso más amplio con la liberación mundial (véase Rosa Luxemburg, Karl Marx). Este fenómeno de los des-judíos ha surgido de manera más dramática toda vez que los judíos intentaron unirse a los no judíos para promover ideas esencialmente judías de amor fraternal, igualdad y justicia social, sin separarlas de su contexto judío y sus sistemas de entrega judíos (históricamente, el más exitoso de estos movimientos des-judíos es el cristianismo).

Hace un siglo, cuando el sionismo todavía era un movimiento marginal y no existía Israel, los judíos, sin embargo, tenían un fuerte sentido de solidaridad judía, de pertenecer a un pueblo. La base de lo que recordamos como el shtetl era lakehilá, la rica y multidimensional infraestructura comunitaria judía.

Los des-judíos de hoy permanecen tan comprometidos con partes de su herencia judía como horrorizados por otras partes, y tan ansiosos por ser aceptados como sus predecesores. Su proyecto de destrucción no implica conquistar el Templo en nombre de la civilización o convertir a los judíos al cristianismo. En cambio, se están divorciando del democrático Estado de Israel en nombre de la democracia y de la justicia social.

Conocemos íntimamente los múltiples esfuerzos que el establishment político y el ejército de Israel llevan a cabo para mantener su brújula moral. Pero aquellos que están decididos a negar la esencia del pueblo judío rara vez están interesados en el tipo de intercambio respetuoso y mutuo que nos edifica a todos. Más bien están empeñados en destruir la fuerza más poderosa que nos ha mantenido unidos como pueblo a través de los siglos, y sin la cual, paradójicamente, ellos también se marchitarán.

Traducción: Daniel Rosenthal