85 Años de la NCI de Montevideo

(versión escrita de mis palabras en la Asamblea Extraordinaria de Socios ayer 7 de junio de 2021)

¿Qué significan 85 años? En 85 años nuestros antepasados podían haber recorrido el camino que se les impuso a través del desierto para llegar a su destino y desandarlo en su totalidad, y hubiera sobrado tiempo.

Por un momento, pensemos en la fantasía de revertir exactamente el derrotero hasta volver a Egipto, tal como, en el texto bíblico, lo piden los hijos de Israel una y otra vez. Una vez recibida, ¿la Torá podía ser devuelta? Después de todo, su perfeccionamiento estaba basado en llegar a destino, la tierra prometida. En esta fantasía de desandar el tiempo, el mar, ¿hubiera vuelto a abrirse? ¿Qué nuevo faraón y sus huestes nos recibirían en Egipto, una vez que aquel del cual escapamos yacía en el fondo del mar? ¿Volvería a desconocernos como aquél que no conoció a Iosef?

Dicho en lenguaje prosaico, y no en imágenes bíblicas, ochenta y cinco años es mucho tiempo. El Estado de Israel todavía no los ha cumplidos, y los reinos de David y Salomón nunca los cumplieron. Da para calibrar, más allá del tiempo en sí mismo, la magnitud del camino recorrido y su legado.

Montevideo es una ciudad chica. Las  distancias físicas no son físicas sino vivenciales. Llevar los rollos de la Torá de la calle Río Branco a la calle Payán, del viejo edificio al nuevo, fue un rato; pero trasladar una comunidad llevó algo más de cincuenta años. Como nos cuenta la Torá, los hombres no caminamos ni tan rápido ni tan directo; precisamos detenernos, convencernos, hacer nuestros los proyectos. Y, como buenos judíos, quejarnos un poco entre tanto.

Pero nunca desandamos el camino; siempre caminamos hacia el futuro, sea la era mesiánica o simplemente el siguiente proyecto. Así como el camino no se desanda, la Torá no se devuelve; se interpreta.

Este Shabat leeremos Parashat Koraj. Koraj es lo que hoy llamaríamos un tipo pesado, un matón; dice el texto: “se conjuraron contra Moshé”, lo que en hebreo se lee como “vaikahalu al Moshé”. En lenguaje corriente, diríamos “se le vinieron encima”.

Muchos rabinos porfían en encontrar en la parashá de la semana el mensaje oportuno para la ocasión. Para mí, está claro que Parashat Koraj, al menos en su primera parte, no aplica en un aniversario de mi comunidad, la NCI de Montevideo. Nosotros jamás hemos procesado así nuestras diferencias. Por el contrario, diría que hemos sabido cultivar coincidencias.

Por eso quiero referirme al mismo verbo, “lehitkahel”, reunirse, congregarse, hacerse presentes. Del concepto de “kahal”, congregación, o sea, la suma de individuos que nos constituye. Hay una porción del libro de Shmot que lleva ese nombre: “Vaikahel”, “y congregó”. Se refiere a que Moshé convocó al pueblo como unidad para instruirlo. ¿Acerca de qué?

En dos versículos define el tiempo: seis días de trabajo, un día de descanso: Shabat. De ahí en más, siguen cuatro capítulos acerca del Tabernáculo: cómo hacerlo, quién contribuirá con qué, quién estará cargo, y todos los detalles con se obsesiona el texto bíblico.

Constituirse en una congregación o comunidad es precisamente eso: consagrar el tiempo y luego habilitarnos a estar juntos. En la era de la virtualidad y el Zoom, ¿acaso no existen instrucciones de la Asamblea Rabínica acerca de cómo hacerlo, del mismo modo que la Torá nos instruye y los hombres interpretamos? Cómo mejorar la experiencia, a priori tan extraña. Cómo hacerla relevante. Es que en realidad, no hay nada que no esté ya escrito. Es lo que somos, lo que nos constituye.

Pensando acerca de qué hablar en una fecha como la de hoy podía recurrir a recuerdos, desafíos, incertidumbre, continuidad, y tantos otros conceptos que como judíos nos obsesionan y sobre los cuales nos extendemos. Pero un aniversario no es un día para intelectualizar, sino para celebrar, porque es el día que empezamos a ser, a existir. ¿Cómo es que hemos cambiado tanto y al mismo tiempo nos hemos mantenido tan fieles a nosotros mismos?

Tal vez sea precisamente porque nunca nos dimos el lujo de tener entre nosotros un Koraj; tal vez porque supimos tener muchos Itró que nos enseñaron a racionalizar la convivencia, y muchos Najshon para tirarnos al agua y confiar, y muchas Miriam para levantar sus voces en cánticos, y tantos Cohanim y Levitas que cuidan el culto; pero sobre todo porque hemos sabido ser Israel: como Iaacov, hemos sabido confrontar con Dios y salir airosos; a veces un poco rengos, pero siempre fortalecidos.

Si el 85 es PO, “aquí”, imaginen: estamos dispersos en Montevideo y por todo el mundo, pero estamos todos acá, en la NCI. Y como esta no es una festividad tradicional, me permito parafrasear nuestro tradicional deseo al final del Seder de Pesaj o Iom Kipur: el año próximo, en Payán 3030.