Clásico & Viernes Santo
Ha sido tal mi indignación durante este fin de semana “de Turismo” (en Uruguay) o “Santa” (para muchos) que he decidido postergar otro editorial más atemporal y más judío para ocuparme del objeto de mi indignación. Al pensar el asunto también me he dado cuenta que pocas veces vuelco mi energía sobre temas que surgen de las redes sociales fuera de ese marco, en el entendido que lo que allí se postea (porque no es una publicación propiamente dicha) no es sólo mayormente superficial y poco criterioso sino indefectiblemente efímero: una vez que queda fuera del encuadre de la pantalla, lo dicho pasa al olvido.
Vale aclarar que no pasa un día sin que uno se indigne, varias veces por día, por posteos antisemitas, venenosos, mentirosos, ideologizados, e incendiarios. En especial en estos últimos trágicos seis meses en que tanto Israel como los judíos en general estamos en la mira, en el ojo de la tormenta. Mi postura ha sido siempre que no puedo combatir la irracionalidad con datos y razones, y mucho menos el odio con argumentos y explicaciones. No busco la aprobación de nadie excepto la de nosotros mismos. En este caso, mi indignación merece estas líneas porque surgen de entre nosotros, no de quienes nos odian o condenan sistemáticamente.
Mi indignación surge a raíz de un posteo sobre la fijación por parte de la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol) del partido “clásico” (Peñarol-Nacional en Uruguay) el viernes 29 de marzo, Viernes Santo para la fe y tradición cristiana, y la consecuente e inoportuna opinión pública en redes sociales por parte de quienes no tienen (tenemos) nada que ver en el asunto. Dicho esto no porque seamos autoridades de la AUF o porque alguien nos haya consultado, sino porque no somos cristianos. Que el Cardenal Sturla opine y pelee por su causa es de recibo, y si yo fuera católico, sería lo esperable. No merece la opinión de nadie que no sea parte de ese colectivo. Mucho menos si el derecho a opinar se esconde tras el falso y manoseado pretexto de la laicidad a la cual, paradójicamente, se le rinde culto en Uruguay.
Hubo quien sugirió que no le gustaría que un clásico se jugara en Iom Kipur; tiene derecho a expresarlo, en especial porque no ha sucedido, al menos no recientemente. Si sucediera, tendría derecho a protestar pero no a incidir, como sucedió con el partido del Viernes Santo. No sólo el Estado uruguayo es laico, la AUF es autónoma. La laicidad sólo implica, y no es poco, que el Estado no profesa una religión. El Estado de Israel, a diferencia de la República Oriental del Uruguay, no es un Estado laico, es un Estado Judío. El principio de la libertad de cultos rige tanto en uno como en otro. En Israel no habrá un partido de fútbol el Día del Perdón, pero por cierto que los hay durante Shabat. De modo que, antes de levantar la voz con la liviandad de las redes, pensemos un poco más en todas las contradicciones en que caemos tanto nosotros como otras religiones y comunidades de fe. El que esté libre de culpa…, y no, no sigo, no sea cosa que se me tilde de blasfemo.
La diversidad y el pluralismo con el que muchos nos llenamos la boca es siempre más fácil de declararse que de practicarse. El que ayer iba a misa no iba al clásico, y viceversa. O tal vez hubo quien fue a ambas. Yo vi el clásico por TV y luego fui a la sinagoga por Kabalat Shabat. Eso no sucede porque el Estado es laico, sucede porque practica la libertad: de culto, de reunión, de expresión.
Que el Cardenal opine sobre la oportunidad del clásico en esta fecha cristiana no es Inquisición, como dijo otro muy suelto de cuerpo… Inquisición fue la obligación a convertirse, ser lo que no eras, o como alternativa arder vivo en la hoguera. Hemos recorrido un largo camino y sólo la mención de aquella institución es incendiaria. El mundo está precisando bomberos, no niños que juegan con fuego.
Por último, hay una máxima del Rabino Hillel (siglo I EC) que recoge el Talmud (Shabat 30b-31a) acerca de un prosélito que le pidió que le explique el Judaísmo mientras se sostenía parado en una sola pierna; dijo Hillel: “no hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti; esa es toda la Torá. El resto es comentario, ve y estudia”. Por lo tanto, no hagamos al otro lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros: que se metan en nuestra religión, costumbres, y valores. El Viernes Santo es cristiano y los clásicos son uruguayos. Sobre cómo coinciden o no, si está bien o mal, no es asunto nuestro. Tenemos la responsabilidad de mantener en general altos estándares pero no de decirle al otro cómo tiene que actuar o qué pensamos respecto a asuntos que no son de nuestra incumbencia. Eso es un acto de soberbia y egocentrismo feroz.