Los Ciclos y los Sueños
Estamos a un mes (y nada) de Pesaj. A un mes (y nada) de empezar a contar el Omer. Para entonces, ya habremos pasado los seis meses redondos del 7 de octubre de 2023. De modo que en Pesaj nos haremos no cuatro sino cinco preguntas (hay cuatro prescriptas, la quinta queda a consideración de cada uno) y la segunda noche la cuenta del Omer se confundirá con la cuenta de los días de guerra, los días de los rehenes en cautiverio.
Qué año este 5784, cuantos desafíos, cuantas contradicciones. En estos días en que inexorablemente vamos en dirección a las veintisiete semanas, en la medida que percibo cómo el tiempo avanza pero los hechos no, la desesperanza que me tuvo en vilo más de un año ha cedido ante la realidad. Mis noches están plagadas de sueños pero mis sueños e ideales se escurren ante mis ojos.
El gran relato que sostuvo mi judaísmo durante sesenta y cinco años ya no existe. Como cantaban los afro-descendientes en los EEUU durante el movimiento por las libertades civiles, me pregunto “qué le han hecho a mi canción”. Me refugio en la nostalgia pero las redes sociales y los medios son implacables. Estamos suspendidos en un frágil punto de equilibrio. Si me apuran, diría que la balanza no se inclinará hacia mis ideales.
Escucho acerca de resiliencia, traumas históricos, desenlaces inesperados, pero me cuesta creer que volverá a pasar. Dijo Yossi Klein-Halevi en una conferencia: “la Shoá no es la causa de la creación del Estado de Israel; de hecho, por poco no fue la razón de su fracaso”. Israel fue el producto de soñadores que querían tanto algo como para que no fuera una ilusión, parafraseando a Herzl.
¿Cuáles son los sueños correctos? Los de los pioneros sucumbieron a una sociedad capitalista, creativa, innovadora, e ingeniosa. La start-up-nation ocupó el lugar de las ciénagas recuperadas, las carencias dieron lugar al exceso, la soberbia del poder militar derrumbó torres y empalizadas; sí, eso precisamente sucedió el 7 de octubre en la frontera de Gaza. Los pocos pioneros que habitaban la zona fueron diezmados. Ya no sueñan; tienen pesadillas.
¿Acaso los sueños mesiánicos son malos sueños? El mesianismo judío sostuvo al pueblo dos mil años de exilio y persecución. El problema del sueño mesiánico es cuando tiene el poder. Eso es lo que sucede hoy en Israel. El poder no está en Netanyahu, está en Ben-Gvir y Smotrich, en los pequeños partidos ultra-ortodoxos, en un porcentaje de la población que desprecia los sueños de la mayoría.
El filósofo Micah Goodman escribió “Catch 67” en 2017, a cincuenta años de la Guerra de los Seis Días, setenta años del voto de la partición de “Palestina”, y a ciento veinte años del 1er Congreso Sionista. Tal vez debamos pensar en términos del original “Catch 22”, la trampa que nos apresó cuando cayó el gobierno experimental de Bennet-Lapid-Gantz & Cía. y dio lugar al inequívoco gobierno anti-democrático de Netanyahu y sus huestes en 2022. Queríamos “sólo sin Bibi” y recibimos a cambio al peor Bibi.
Me consta que la vida civil en Israel ha vuelto a sus cauces. Las manifestaciones también han vuelto: la misma gente, otras causas. El consumo explota. Pero en los márgenes, hay zonas desoladas, unas por el enemigo, otras por precaución. La BBC nos muestra cada noche la situación en Gaza y carga las tintas sobre Israel, pero los desplazados israelíes son el secreto mejor guardado. Los escombros en los kibutzim y en Sderot siguen ahí, intactos, pero nadie se regodea en ellos. LA noticia es que Noa Sherem fue invitada por Elton John a un evento; nunca tan bien aplicado el abusado término “banalización del mal” de Hanna Arendt.
Los ciclos en el calendario hebreo tienen seis meses entre ellos: uno es el que comprende Pesaj-Shavuot, el otro Rosh Hashaná-Simjat Torá. Este año 5784, a priori, el ciclo ha sido quebrado. Como los nazis, Hamas conocía muy bien su objetivo: cómo, cuándo, y qué atacar. Si en 1938 atacaron la civilización judía (Kristallnacht), en 2023 atacaron la civilización sionista. Que no es lo mismo pero es igual: puede haber judíos no sionistas, pero no hay judaísmo no sionista; es inherente a su razón de ser desde Génesis 12:1, “Lej-lejá”.
Este Shabat escuchamos del Rabino Balter acerca de cómo Micah Goodman visualiza la situación actual como parte de un patrón de reiteración: para los judíos los grandes momentos llegan en dos instancias. Así, la Creación y el Diluvio; las Tablas de la Ley; y ahora Israel en 1948 y en 2024. Me pregunto si en realidad estos últimos ciento veinte y pico de años no son el segundo intento de soberanía en dos milenios. Después de todo, los tiempos bíblicos son relativos. Si así fuera, y si se cumpliera el patrón iniciático, Israel no debería sucumbir. El Sionismo, un producto de la modernidad, es la respuesta a siglos de precariedad.
El temor es que el fanatismo y la ceguera nos sepulten con nuestros enemigos como a Sansón con los filisteos. Porque si algo nos dejó dos milenios de exilio y desamparo es la pulsión de vida; sólo por ella estamos todavía sobre la faz de la tierra. El statu-quo, el estado preferido de Netanyahu, deshonra nuestra historia y nuestra perseverancia. Estamos dejando una vez más el destino en manos de sicarios y zelotas, y ya sabemos cómo terminó esa historia.
La sabiduría rabínica no aplica sólo a cuestiones de halajá (ley judía); debería enseñarnos a manejar las difíciles tensiones de la supervivencia en aras del bien común. Si debemos seguir a las mayorías (Baba Metzia 59b), nunca fue más perentorio poder expresarla por los medios democráticos que Israel se ha dado como Estado soberano. No cuando termine la guerra (“la guerra” nunca ha terminado, aunque antes no opusiéramos resistencia), sino ahora. Mañana. Porque seis meses es mucho tiempo y debemos renovar los ciclos, como está escrito.