Acciones o Instalaciones
El pasado Iom Kipur hacíamos referencia al libro de Matti Friedman sobre el periplo del cantautor judío Leonard Cohen Z’L en Israel durante las tres semanas que duró la guerra de Iom Kipur de 1973. El libro, una obra literaria por sí mismo, va mucho más allá de Cohen: recoge la sorpresa, la tragedia, y el forzado desenlace de una guerra que nunca sabremos si ganamos o perdimos. Lo relevante es que el libro, y la documentación que lo sostiene, salen a la luz cincuenta años después de los hechos allí narrados. El autor no capitaliza en la guerra, la tragedia, el peligro existencial, ni en el triunfalismo final, sino en la memoria. Compone un rompecabezas con apuntes y testimonios que a duras penas se ajustan entre sí pero consiguen significar; ese es su mérito
Iom Kipur 1973 fue traumático para cientos de familias israelíes. Si la Guerra de Independencia en 1948 era entre vivir o morir, si la Guerra de los Seis Días fue un éxito fulminante cuyas consecuencias influyen hasta hoy, Iom Kipur 1973 fue la primera vez en veinticinco años que la existencia de Israel estuvo amenazada. Líbano 1982 fue un cambio de paradigma militar que empantanó al país. La 2ª Intifada del año 2000 supuso un cambio del discurso: la Izquierda fue callando y la Derecha avanzó en forma inexorable. El 7 de octubre de 2023 nos retrotrajo a los pogromos de 1881 en Rusia o Hebrón en 1929. Como bien dijo mi rabino de la NCI de Montevideo Daniel Dolinsky, “retrocedimos cien años”.
El cambio en la tecnología y las comunicaciones permiten que, a diferencia de 1973 donde pocos sabían muy poco, hoy todo el mundo cree saberlo todo. La cacofonía de información, opinión, y experiencias es abrumadora. A tal punto, que resulta casi irresistible no ceder a la tentación de hacer un uso retórico de todo ese material. Digo “retórico” en un sentido aristotélico, el arte de persuadir e influir sobre el otro; no a su sentido de adornar el lenguaje o plantear preguntas sin esperar respuestas. En otras palabras, como judíos no sólo sensibilizados por lo ocurrido sino también víctimas de sus consecuencias, corremos el riesgo de no distinguir entre defender la causa de un uso retórico de la misma. Por si quedan dudas: no podemos usar la tragedia de las verdaderas víctimas para nuestros fines ideológicos, políticos, o personales.
Recientemente han pululado “acciones” por iniciativas privadas como actos de concientización y sensibilización públicos, algunos originales, otros imitando iniciativas en otros países. Algunos eventos han sido más orgánicos y otros más “espontáneos”; como sea, ha sido a impulsos e iniciativas de pequeños colectivos, no de una comunidad centralizada. Tal vez porque es más fácil no tener que coordinar que sí hacerlo, y todos sentimos la urgencia del momento. Lo incorrecto es confundir estas “acciones” con las verdaderas, las que enfrentan los soldados israelíes, los israelíes de a pie, los padres israelíes, las familias de los secuestrados, los deudos de guerra. Lo que hacemos desde aquí o cualquier lugar que no sea Israel podría llamarse “instalaciones”, ficciones más o menos artísticas y sensibilizadoras. Es un “relato” de la tragedia pero ésta no sucede aquí. Este Janucá no sucederá un milagro “allí”, sino todo lo contrario.
Nuestra obligación, nuestra “acción” milenaria, es encender las velas. No son luminarias, son simples, breves velas que arrojan luz durante algunos minutos en un mundo mucho más oscuro. A diferencia de otras tradiciones y sus luces fulgurantes, la nuestra es tenue y efímera. La luz eterna está en nuestras “casas de reunión”, sinagogas y comunidades. Ilumina nuestra sabiduría y nuestra mutua conexión como colectivo. Las velas de Janucá son nuestra más antigua “instalación”, y sin embargo sólo en las últimas décadas han adquirido una dimensión más universal. Tal vez del mismo modo, pasado el tiempo, el mundo entienda la tragedia de la que parecía habíamos escapado para siempre; pero no, no aún. Intentemos ser más sabios y prudentes en la forma en que honramos a nuestras víctimas, porque si bien el dolor es colectivo, en ellos es físico, concreto, y definitivo.