Una Sociedad Movilizada
extractos de Anshel Pfeffer, Haaretz, 9 de noviembre de 2023
La semana pasada, fue izada una reluciente bandera israelí azul y blanca en el antiguo silo de granos del kibutz Nir Oz, en la frontera con Gaza. Junto a ella había otro cartel blanco con el logotipo del kibutz de un tractor en un campo y su lema: “No agotados por el camino sino abriendo un camino”.
Estas conmovedoras palabras fueron acuñadas en 1945 por Meir Ya’ari, uno de los líderes políticos e ideólogos de Hashomer Hatzair, el movimiento sionista-socialista que también fundó muchos de los kibutzim. Ya’ari estaba en ese momento usando estas palabras para instar a sus camaradas, entre ellos aquellos que habían sobrevivido al Holocausto como combatientes y partisanos del gueto, a no perder la fe.
Cuando se fundó Nir Oz – el 70º kibutz de Hashomer Hatzair – en 1955, el lema que eligió ya se había independizado de su contexto original. Sin embargo, las palabras siguieron siendo una inspiración para generaciones de kibutzniks.
En su quinto aniversario, uno de los miembros fundadores de Nir Oz lo citó en el párrafo inicial de una columna que escribió en Al Hamishmar (el diario de Mapam). Su autor, el veterano periodista Oded Lifshitz, es ahora un rehén en Gaza. Su esposa Iojeved, capturada junto a él por Hamás, es uno de los cuatro rehenes liberados hasta el momento (un quinto rehén fue rescatado por las fuerzas especiales israelíes).
Una cuarta parte de los 450 miembros de Nir Oz fueron asesinados el 7 de octubre o ahora son rehenes o están desaparecidos en Gaza. Los miembros supervivientes han sido evacuados. La bandera y el cartel en el antiguo silo son solo una de las formas en que el kibutz ha dejado claro que sus miembros planean regresar. Los voluntarios están trabajando en los campos y la oficina del kibutz ha enviado una carta a todos sus proveedores prometiendo liquidar las facturas pendientes lo antes posible. No agotados por el camino sino abriendo un camino.
Incluso en tiempos de guerra, es mejor no ser demasiado románticos sintiendo nostalgia por los kibutzim. Muchas cosas han cambiado en los kibutzim a lo largo de los años. En las elecciones de un año atrás, solo el 28% de los residentes de Nir Oz votaron por Meretz, el partido de izquierda que afirmaba representar esos mismos ideales de Mapam y Hashomer Hatzair. El centrista Yesh Atid, el partido de las clases medias de Tel Aviv, lo superó con el 36% de los votos. El 10% votó a los partidos de derecha. El socialismo, incluso en su forma sionista, ya no es para todos.
Pero así como las palabras de Ya’ari antaño trascendieron el contexto del debate político original en el que fueron dichas, también lo ha hecho la resistencia de Nir Oz. Un mes después del inicio de la guerra contra Hamás, Israel se encuentra en un momento único que trasciende las cuestiones políticas.
Quienes todavía miran a Israel a través del lente de la dicotomía binaria de “a favor o en contra de la solución de dos estados” o “a favor o en contra de Benjamin Netanyahu” no logran comprender de qué se trata este momento. Incluso quienes piensan que conocen Israel porque lo han visitado y pasado tiempo aquí no lo están entendiendo.
Ya no se trata de los hedonistas cosmopolitas de Tel Aviv enfrentados a los intransigentes colonos religiosos. Cualquiera que sea su estilo de vida y sus opiniones políticas en tiempos de paz, para casi todos los israelíes este es un período de autosacrificio, no solo de sus comodidades cotidianas, sino también de sus identidades sectarias habituales.
Los hombres ultraortodoxos se están uniendo al ejército y visten con orgullo los uniformes de las Fuerzas de Defensa de Israel. Los israelíes árabes – o los israelíes que se identifican como palestinos, como ustedes lo prefieran – se están ofreciendo como voluntarios junto a los israelíes judíos en centros de socorro, ayudando a las miles de familias desarraigadas por la guerra en el norte y el sur.
Pero no nos dejemos deslumbrar una vez más por el romanticismo. Todavía hay un primer ministro luchando por la supervivencia política que ni siquiera se atreve a decir la palabra “kibutzim” en ninguna de sus declaraciones públicas, para que no se vea obligado a reconocer a sus rivales políticos. Y todavía existe su menguante grupo de acérrimos partidarios que montan una campaña en línea acusando a los generales de “traición” con extrañas teorías de conspiración que los relacionan con las protestas a favor de la democracia y con Hamás.
También hay grupos de colonos asesinos que están intentando aprovechar este momento para ahuyentar a las pequeñas comunidades palestinas en Cisjordania, y horrendas cazas de brujas contra cualquier israelí árabe que se atreva a expresar su disidencia en las redes sociales.
Nada de esto debe ser subestimado.
Pero tampoco se debe subestimar lo que está ocurriendo en este momento en Israel. No cae en ninguna de las nítidas categorías que normalmente se usan para analizar a Israel. Desafía la categorización, en parte porque las sociedades occidentales en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial no se han visto obligadas a librar una guerra en sus fronteras y, por lo tanto, nunca han experimentado en sus vidas una movilización general, y en parte porque, por mucho que a veces nos gustaría fingir que lo somos, Israel no es una sociedad occidental.
Las cuestiones políticas no se han suspendido por completo. Netanyahu las mantiene vivas y tóxicas, y ya nos estamos embarcando en un difícil debate político sobre la futura estrategia de Israel en Gaza una vez que termine la campaña terrestre. Pero mientras se siga combatiendo en el terreno y Hamás siga siendo una potencia militar en la frontera de Israel, seguiremos siendo una sociedad movilizada que, para la abrumadora mayoría de los israelíes, trasciende lo político.
Traducción: Daniel Rosenthal