Volver a lo básico
“Lej-lejá” comienza así en Génesis 12:1: “Y le dijo el Eterno a Abram. “Vayerá”, en 18:1, dice: “Y se le apareció el Eterno en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de la tienda”. Entre el Shabat pasado y este Dios dice y se hace presente. En ambos casos el relato es típicamente bíblico: nosotros debemos llenar los espacios. En este caso, aunque para muchos no tenga sentido, optaré por dejar a Dios fuera de la ecuación. Que tal vez sea lo que está sucediendo estos días…
“Lej-lejá” ha sido difícil de traducir desde el día que alguien lo escribió por primera vez. El texto en español lo traduce simplemente como “vete”, pero eso sería sólo “lej”. El agregado “lej-lejá” es vete para ti o hacia a ti. El viaje de Abram es un viaje interior: deja su tierra, su familia, y la casa paterna en busca de un destino desconocido. “Lej-lejá” no es una revelación, es una búsqueda de bendiciones, continuidad, un espacio, y un rol en el mundo. Ni más, ni menos. Abram se da a sí mismo un mensaje de empoderamiento. De lo contrario, no podría justificar una partida tan terminante, un quiebre tan abrupto. Abram se convierte en el arameo errante.
“Vayerá” es más fácil de traducir: “se le apareció”. La experiencia se torna visual, sensorial. Unos versículos antes, en el final de “Lej-lejá”, Abram, ya devenido Abraham, pacta y con él todos los hombres de su familia mediante la circuncisión. ¿Qué acción más sensorial se puede pensar? Abraham ha entendido que su destino “no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro.” (*) Por eso la aparición que el texto atribuye al “Eterno” son tres personas, una humanidad, a los que atiende, de quienes se ocupa. Acaso ese es su destino, acaso esa es la razón por la que comenzó a andar.
Estos Shabatot en este año 5784 tienen un especial significado. Son porciones de la Torá fundamentales y fundacionales. Nunca fue tan importante leerlas con detenimiento más allá de la anécdota. Son parshiot llenas de simbolismo, inspiración, epifanía, preceptos, pactos, y desafíos. Su lectura, en la coyuntura que atravesamos, nos compele; pero también nos puede consolar y alentar. La mejor defensa ante la agresión y la calumnia es saber por qué y cómo estamos dónde estamos y somos lo que somos: judíos, hijos de Israel, de Abraham, Itzjak, y Iaacov, Sara, Rivka, Rajel y Lea.
(*) “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, Jorge Luis Borges.