Los 4 Hijos

Una vez un rabino me dijo que cómo y cuánto uno relaciona Pesaj con el número cuatro pauta su conocimiento de Pesaj. Digamos que tampoco estaba siendo muy exigente: cuatro copas, cuatro preguntas, cuatro hijos. Pesaj es una festividad múltiple; hasta sus nombres lo indican: Pesaj, fiesta de la Primavera, fiesta de la Libertad, fiesta de las Matzot (panes ácimos); otra vez, cuatro. Pesaj está diseñada para que vengamos de dónde vengamos, y vayamos dónde vayamos, pasemos aunque sea por un momento a sentarnos en torno a la mesa y signifiquemos ese momento fundacional. Como el profeta Elías, cuyo paso misterioso  refuerza nuestra milenaria y trascendente conexión con el Seder en medio de la concretud del banquete, sus historias, sus juegos, sus canciones, y su confraternidad.

A cuatro semanas del primer Seder de Pesaj de este año hebreo 5778 me propongo abordar, semana a semana, una de las cuaternas que nos ofrece la festividad: la de los hijos. Lamentablemente la noche del Seder, por su extensión en lecturas y banquete, no permite nunca elaborar suficientemente esos textos tan provocativos como los de los cuatro hijos. Algún comentario suelto o la disconformidad apenas manifiesta con el texto clásico no son suficientes para agotar los posibles significados y sus derivaciones  implícitos en el texto, en lo dicho y lo no dicho. De igual modo, la terrible plaga de los primogénitos queda siempre sepultada por la inminencia del “shuljan orej”, el banquete festivo; nadie quiere ahondar demasiado en el costo de nuestra libertad.

Por eso tal vez sea buena cosa tomarse este tiempo entre Purim y Pesaj para pensar en la diferencia entre simplemente existir, y existir como hombres libres. Nunca en la historia fuimos tan libres como en esta era. La liberación (del exterminio) que nos cuenta Purim es festejada sin culpa y sin demasiada ambivalencia: nosotros somos los buenos y el malo de turno muere. Eso es Carnaval después de todo: la liberación de los instintos, el desenfreno. Pesaj por el contrario no sólo es una historia fundacional, es una historia moral. Dios es parte de la acción, la santidad del tiempo es culminante, y los preceptos que se nos mandatan, si bien son liberadores, nos preparan para la ley (que llegará cincuenta días más tarde en Shavuot). Pesaj es cosa seria.

Dice la Hagadá:

La Torá habla de cuatro hijos: Uno es sabio, uno es malvado, uno es simple, y uno no sabe cómo preguntar.

Hay algo muy básico en entender quiénes son los hijos que se sientan a nuestra mesa. Los que engendramos u otros. En definitiva, si no tenemos a quién contarle la historia, parte de Pesaj se diluye. Leerse la Hagadá a uno mismo es un acto de soledad, algo que el judaísmo reserva para momentos muy puntuales, breves, e intensos (la Amidá); Pesaj es un acto familiar, del mismo modo que Iom Kipur es un acto comunitario. Por eso en Pesaj quienes no somos “religiosos” tendemos a obviar la sinagoga, mientras que en Iom Kipur no podemos eludirla aunque sea para cerrar el día. Intentaremos una aproximación a esto de ser judío a través de esos cuatro hijos que el menú hagádico nos propone.