Respeto al votante

Uno de los últimos programas del israelí Lior Schleien, cuyo programa “Gav Hauma” (“la espalda de la nación”) se emite semanalmente en el canal 13 de la televisión israelí, abría su espacio “editorial” con la pregunta: “¿Por qué Bibi, nuestro Primer Ministro, nos trata como si fuéramos idiotas?”. Puede sustituirse la palabra “idiotas” por “tontos” si el lector prefiere un lenguaje menos agresivo. Si uno avanza un poco en el programa es explícito que el planteo apunta al acto eleccionario en Israel el mes próximo. O sea, la pregunta refiere a la campaña política.

Viendo este show no pude sino preguntarme, un tanto retóricamente: ¿y por casa cómo andamos? Nadie ha dicho, que yo sepa, que nos toman por tontos. Creo que es lo que está sucediendo.

Por eso hoy quiero preguntarme, como votante uruguayo, preocupado por la decadencia cultural (en el amplio sentido de cultura) del país en que vivo, si ningún político, ningún asesor, se ha percatado que hay un porcentaje no menor de los votantes uruguayos que todavía no vota ni con el bolsillo, ni con la prebenda, ni con la promesa facilista, sino con genuina y meditada preocupación por el futuro del país. Creo que esos votantes estamos siendo ninguneados, ignorados, o tomados por idiotas. Cuando un candidato intenta plantear algo medianamente pensado pero no desde el marketing sino desde la compleja realidad, es como una brisa de aire fresco (sí, aludo al viejo slogan); pero se pierde en el sopor de la mediocridad y la subestimación que priman en la campaña.

Twitter y Facebook se llenaron de denuncias y estupor ante el acto electoral del presidente Vázquez en el Antel Arena que Carolina Cosse se construyó para su campaña; pero nada de eso cambia nada: Vázquez lo hizo, predicó, y se fue a su casa como todos los días. Si por un momento hubiera pensado que lo que él estaba haciendo era no sólo inconstitucional sino irremediablemente absurdo e insultante, no lo hubiera hecho; si lo hizo, es porque piensa que hay un público que puede torcer una elección y que compra ese producto. Se olvida de los que no lo compramos; en mi caso, al punto de ignorarlo por completo, excepto cuando las redes me lo meten por las narices.

Hoy tuve que escuchar al (todavía) Intendente de Montevideo Daniel Martínez al cierre de la firma del contrato para la construcción de un túnel en Av. Italia, una obra que él anuncia llevará dos años… o sea, llevará tres. Usó tres o cuatro veces la palabra “sustentable” aunque a mi criterio poco tenía que ver en ese contexto; y habló de una bici-senda cuando todos sabemos que Montevideo no está, ni estará, hecha para ciclistas, por más que los haya. Pero no importa: él lo dijo y lo repitió y se regodeó porque, en definitiva, nos toma por tontos.

Un candidato “outsider” pero con partido político propio (nada menos, como para decir, “no los tomo por tontos”) ha llenado la ciudad de carteles con su retrato adusto, digno de un western, haciendo hincapié en el tema de la “seguridad”. Yo no veo que hable de otra cosa. ¿Acaso cree que los votantes no entienden que elegir un presidente (y sí, él quiere ser presidente) es algo más que focalizar en UNO de los problemas que nos acucian? Que quede claro: elegir un presidente es mucho más que elegir al sheriff del pueblo.

Por otro lado, uno ve políticos de carrera, unas más largas que otras, todos con algunas o muchas derrotas encima, salir a la calle con propuestas que no subestiman a nadie. Aunque en algún punto, pocos resisten la tentación: perder el apellido (o dos apellidos) en el correr de la campaña es casi obvio, y hasta ofensivo; decir poco y nada, o decir lo justo, es cuidar las energías para el sprint final, pero supone una cierta subestimación del votante y el oponente: a partir de tal fecha pongo toda la carne en el asador. Ojo que no sea tan tarde que ya no dé para asarla. Otra actitud que asume que uno es tonto es replicar discursos exitosos de algún político vecino, ignorando la coyuntura y circunstancia de cada país: bolsonarizar la campaña, así lo llamo yo.

Por último aparecen los que parecen no subestimar en absoluto: los que hacen propuestas concretas y complejas; los que toman opciones y se juegan; los que hablan de proyectos y los fundamentan; los que enfrentan la coyuntura adversa y apuestan, aunque no lo logren, a revertirla. Tal vez ninguno de estos la tenga fácil para ganar, pero sin duda tienen todo mi respeto. Por si caben dudas, doy sus iniciales: Larrañaga y Talvi. Si alguno fuera presidente de la república, sentiría que el votante uruguayo finalmente supo leer la letra chica, no el titular.

Por todo ello vuelvo al principio: señor Presidente, señor (todavía) Intendente, señores empresarios devenidos políticos oportunistas, ¿por qué nos tratan como si fuéramos tontos? Al resto de los candidatos, ojo con las confusiones facilistas. El uruguayo no es tonto: ya le dijo NO a una dictadura. Mucho respeto al votante.