¿Qué Torá saldrá de Sión?
Donniel Hartman, The Times of Israel, 25 de febrero de 2019.
Israel es un país de un tipo diferente. Por un lado, como todos los demás, su principal responsabilidad es su autoconservación, la protección de sus ciudadanos y la mejora de su bienestar. En este sentido, Israel es y debe ser, un país normal. Al mismo tiempo, Israel no es simplemente el estado soberano de sus ciudadanos sino el portador de tres milenios de valores, responsabilidades morales y aspiraciones judíos. El Profeta Isaías lo expresó de la mejor manera: “No me basta que tú (Israel) simplemente seas Mi siervo, y que yo redima a las Tribus de Jacob y restablezca a los sobrevivientes de Israel (en su tierra). Más bien, también te convertiré en una Luz de las Naciones para que Mi salvación llegue a los confines de la tierra.”
No es fácil ser simultáneamente un país real y una luz para el mundo. Como lo argumentó Zeev Jabotinsky, lo segundo es claramente primario, pero sólo puede ser abordado después de que se establezca y garantice lo primero. Al final, sin embargo, Israel sólo es Israel cuando se esfuerza por ser un ejemplo de ambos. Los judíos somos desafiados a encarnar la misma dualidad. Por un lado, nuestra tradición nos obliga a cumplir con la responsabilidad moral de la autoconservación: “Tu vida tiene prioridad”. Al mismo tiempo, nos está prohibido tomar una vida inocente para salvar la propia, porque “¿quién dijo que tu sangre es más valiosa?” Por un lado, la vida tiene prioridad pero, al mismo tiempo, existen ciertas condiciones en las que debemos estar dispuestos a sacrificar nuestras vidas y nuestro bienestar, ya que sobrevivir en cualquier circunstancia es vivir una vida que no vale la pena vivir. Como Maimónides codifica en la ley judía: “A cada miembro de la Casa de Israel se le ordena que santifique el nombre de Dios, pues está dicho: ‘Seré santificado entre los Hijos de Israel’. Y se les advierte que no lo profanen, como está dicho: ‘No profanéis mi santo Nombre’“.
Entre nosotros hay quienes viven siguiendo una Torá diferente. Aunque practican rigurosamente el ritual judío y ostensiblemente creen y oran a nuestro Dios, esencialmente se adhieren a una religión diferente de aquella en la que fui criado. Si bien su judaísmo tiene capítulos y versículos en los que se basa, sabemos que, remitiéndonos a Shakespeare, “El Diablo cita las Escrituras”. No me interesa debatir con ideologías judías racistas y fascistas, ya que, como nuestra tradición nos ha enseñado, “Así como es una mitzvá decir lo que será escuchado, también es una mitzvá no decir lo que no será escuchado”. Que el renacimiento de Israel haya permitido el fomento de estas abominaciones es una fuente de gran dolor, vergüenza y, en última instancia, una responsabilidad. Como docente, el trabajo de toda mi vida es asegurar su permanente marginación.
Primer Ministro Benjamin Netanyahu: usted puede hacerlo mejor. Parafraseando la famosa reprimenda de Elie Wiesel al Presidente Ronald Reagan, “Ese lugar, señor Primer Ministro, no es su lugar”.
Los amantes de Israel, tanto dentro de Israel como alrededor del mundo, lo han estado observando a usted, nuestro Primer Ministro, con creciente ansiedad e inquietud mientras ha forjado alianzas con varios regímenes fascistas y antisemitas. Sin embargo, en general, hemos justificado estos movimientos como una necesidad basada en el realismo político. El verdadero Israel requiere alianzas políticas, aunque a veces puedan ser deplorables. Si sólo tuviéramos relaciones con las democracias liberales, nuestro mundo sería demasiado pequeño. Podemos relacionarnos con Hungría sin convertirnos en Hungría.
Pero ahora, usted está modificando la forma de Israel mismo y ha elegido permanecer en un lugar que no debería ser su lugar. Usted ha habilitado por su sola voluntad la integración de un partido judío fascista al corazón de la política israelí, y algo aún más preocupante, a la coalición a la que usted aspira. El problema ya no es sólo la vileza de Otzmá y sus políticas, sino los principios morales de aquellos que están dispuestos a convertirse en sus asociados. No se puede estar en el poder debido a Otzmá, darle una presencia en la Knesset y un asiento en el gobierno y, al mismo tiempo, afirmar que sus manos siguen estando limpias y no están manchadas por esta asociación. Su decisión con respecto a Otzmá no fue el resultado de su servicio al país, sino de su servicio a sí mismo y de su aferramiento al poder. Si usted argumenta que estas cosas son lo mismo, entonces, señor Primer Ministro, tenemos un problema aún mayor.
Señor Primer Ministro: usted se enorgullece de ser el líder del pueblo judío. Sin embargo, esto es un título que no hereda en virtud de su posición política, sino que debe ganárselo. El pueblo judío, nuestro pueblo, nunca se define a sí mismo principalmente en términos de su destreza militar, económica o científica, sino que, como lo establece Maimónides: “Si una persona es insolente, cruel y está llena de odio hacia los demás, y nunca los trata con amabilidad, se debe sospechar fuertemente que no es de Israel, porque las características distintivas de la santa nación de Israel son la modestia, la misericordia y la bondad”.
Señor Primer Ministro, el lugar al que actualmente está llevando nuestra vida política y con ello al Estado de Israel, no es nuestro lugar, no es un lugar judío. Ninguna cantidad de ovaciones de pie en la próxima conferencia de AIPAC puede coronarlo como el líder del pueblo judío. Usted ha perdido el derecho a ese título. Israel, como patria del pueblo judío, necesita un líder que tenga su alma y mente abiertas y que esté en sintonía con la siguiente lección fundamental de nuestra tradición:
Abbaye enseñó: ¿Cómo se cumple el mandamiento de amar al Señor tu Dios? La respuesta es hacer que el nombre de Dios sea amado por causa tuya. Cuando un judío comprometido es honesto en los negocios y le habla con amabilidad a la gente, ¿qué dice la gente sobre él? Este hombre ha estudiado la Torá y mirad cuán buenos son sus caminos y cuán justos son sus actos. Pero si alguien es un judío comprometido, pero deshonesto en los negocios y descortés en sus relaciones con las gente, ¿qué dice la gente sobre él? Este hombre estudió la Torá, mirad cuán corruptos son sus hechos, qué feos son sus caminos.
Señor Primer Ministro, la prueba de un verdadero líder judío, el líder de Israel, es si esto hace que Israel, el pueblo judío y el judaísmo sean amados por los demás. Para que Israel sea fuerte e importante en la vida judía, una Torá debe salir de Sión. Debido a sus acciones, ya no queda claro si será una Torá de odio e injusticia o una Torá de bondad y dulzura, una Torá de oscuridad o una de luz. Israel y el pueblo judío necesitan un líder para quien la respuesta sea clara.
Traducción: Daniel Rosenthal