El Conflicto «Palestino-Israelí»: Otra Perspectiva.
Matti Friedman, The New York Times, 16 de enero de 2019.
Si está leyendo esto, es probable que haya visto mucho sobre “el conflicto palestino-israelí”en las páginas de este diario y en las de todos los demás diarios importantes de occidente. Esa frase contiene algunas suposiciones importantes. Que el conflicto es entre dos actores, palestinos e israelíes. Que podría ser resuelto por esos dos actores, y particularmente por el lado más fuerte, Israel. Que se está llevando a cabo en el rincón del Medio Oriente bajo dominio israelí. Presentado de esta manera, el conflicto se ha convertido en un tema energizante para la izquierda internacional y objeto de la fascinación de muchos gobiernos, incluida la administración Trump, que ha estado trabajando en un “acuerdo del siglo” para resolverlo. El secretario de estado de la administración anterior, John Kerry, dedicó tanto tiempo a la paz palestino-israelí que durante un tiempo pareció estar aquí todos los fines de semana. Si tan sólo se pudiera encontrar la redacción y el mapa perfectos, de acuerdo con este pensamiento, si tan sólo ambas partes recibieran la dosis correcta de palos y zanahorias, la consecuencia podría ser la paz.
Para alguien aquí en Israel, todo esto es cada vez más difícil de entender. No existe un conflicto palestino-israelí tal como muchos de los de afuera parecen pensar, y vale la pena detenerse para explicar esta brecha en la percepción. No tiene nada que ver con ser de derecha o de izquierda en el sentido estadounidense. Para tomar prestado un término del mundo de la fotografía, el problema es de “zoom”. En pocas palabras, los de afuera hacen un “zoom in” (acercamiento) y las personas aquí en Israel un “zoom out” (alejamiento). Si se entiende esto será más fácil comprender los eventos que ocurren aquí.
Desde el punto de vista israelí, ningún pacificador puede unir a los dos lados porque no hay sólo dos lados. Hay muchos, muchos lados. La mayoría de las guerras de Israel no fueron libradas contra los palestinos. Desde la invasión de cinco ejércitos árabes cuando la declaración del Estado de Israel en mayo de 1948, los palestinos han constituido un pequeño número de los combatientes que enfrentan al país. Para alguien aquí, hacer “zoom in” para enmarcar nuestro problema como un conflicto palestino-israelí tiene tanto sentido como describir el “conflicto Estados Unidos-Italia” de 1944. Los soldados estadounidenses realmente murieron en Italia durante ese año, pero los estadounidenses saben instintivamente que esto sólo se puede entender considerándolo como una pequeña parte de la Segunda Guerra Mundial. Las acciones de los estadounidenses en Italia no pueden ser explicadas sin Japón, o sin Alemania, Rusia, Gran Bretaña y los numerosos actores y subconflictos que conformaron la guerra más amplia.
Durante las décadas en que el nacionalismo árabe fue la ideología dominante de la región, los soldados israelíes se enfrentaron a egipcios, sirios, jordanos, libaneses e iraquíes. Hoy en día, el enemigo más poderoso de Israel es la teocracia chiíta de Irán, que se encuentra a más de 1.600 kilómetros de distancia y no es palestina (ni árabe). La amenaza más grave para Israel a corta distancia es Hezbolá en nuestra frontera norte, un ejército de chiítas libaneses fundado y financiado por los iraníes. Las baterías antiaéreas de los rusos, mecenas de Irán, ya cubren gran parte de nuestro espacio aéreo desde sus nuevas posiciones sirias. Hamás, que sí son palestinos, plantea una amenaza de orden menor, pero fue fundado como la encarnación local de la Hermandad Musulmana de Egipto, afiliado a la ola regional del radicalismo sunita, mantenido a flote con dinero de Qatar y respaldado por Irán.
Si usted sólo ve un conflicto “palestino-israelí”, entonces nada de lo que hacen los israelíes tiene sentido. (Es por eso que los enemigos de Israel prefieren este encuadre). En este encuadre muy recortado, los israelíes son más fuertes, más prósperos y más numerosos. Los temores que afectan a las grandes decisiones, como qué hacer con la ocupación militar en Cisjordania, parecen injustificados si Israel es realmente la parte mucho más poderosa.
No es así como lo ven los israelíes. Muchos aquí creen que un acuerdo firmado por un líder palestino respaldado por occidente en Cisjordania no terminará con el conflicto, porque no se creará un estado sino un vacío de poder destinado a ser llenado por el caos intramusulmán o los mandatarios iraníes o alguna combinación de ambos. Eso es exactamente lo que ha sucedido a nuestro alrededor en Gaza, Líbano, Siria e Irak. Una de las pesadillas de Israel es que la frágil monarquía en Jordania podría seguir a sus vecinos, Siria e Irak, hacia la disolución y hacia dentro de la órbita de Irán, lo que significaría que si Israel no controla Cisjordania, un tanque iraní podría llegar directamente desde Teherán hasta las afueras de Tel Aviv. Cuando miro a Cisjordania como un israelí, veo a 2,5 millones de civiles palestinos viviendo bajo un gobierno militar, con toda la miseria que esto conlleva. Estoy viendo los muchos y graves errores que nuestros gobiernos han cometido al manejar el territorio y a sus residentes, entre ellos, principalmente, la construcción de los asentamientos civiles.
Pero debido a que estoy haciendo “zoom out”, también veo a Hezbolá (no palestinos), a los rusos y a los iraníes (no palestinos), y a los insurgentes afiliados al Estado Islámico (no palestinos) en nuestra frontera con la península del Sinaí egipcia. Estoy considerando el desastroso resultado del vacío de poder en Siria, que se encuentra a 90 minutos en coche de Cisjordania. En el encuadre “palestino-israelí”, con todos los demás componentes regionales ocultos, una retirada israelí de Cisjordania parece una buena idea, “como un negocio inmobiliario”, según la formulación del presidente Trump, si no un imperativo moral. Y si el contexto regional fuera la paz, como lo fue en Irlanda del Norte, por ejemplo, un vacío de poder podría ser efectivamente llenado por la calma.
Pero cualquiera que use un objetivo gran angular verá que el contexto real aquí es una guerra compleja y multifacética, o un conjunto de guerras vinculadas, que devastan a esta parte del mundo. El alcance de este conflicto es difícil de comprender con informes de noticias fragmentados, pero es fácil de ver si saca un mapa y se observan los alrededores de Israel, desde Libia a través de Siria e Irak hasta Yemen. Las líneas de falla tienen poco que ver con Israel. Corren entre los dictadores y los pueblos a los que han estado oprimiendo durante generaciones; entre progresistas y medievalistas; entre sunitas y chiítas; entre poblaciones mayoritarias y minorías. Si nuestra pequeña subguerra se resolviera de alguna manera, o incluso si Israel desapareciera esta noche, el Medio Oriente seguiría siendo el mismo lugar volátil que es ahora.
Malinterpretar la difícil situación de israelíes y palestinos como un problema que puede ser resuelto mediante un acuerdo entre ellos significa obviar ciertos pasos modestos que podrían ayudar a la gente aquí. ¿Podría Israel, como lo sugirieron recientemente algunos estrategas centristas aquí, congelar y reducir la mayoría de los asentamientos civiles mientras se deja a los militares en su lugar por ahora? ¿Cómo se puede liberar al mayor número de palestinos de la fricción con los israelíes sin crear un vacío de poder que traiga la guerra regional a nuestra puerta? Estas preguntas sólo se pueden abordar si está claro de qué estamos hablando.
Abandonar los placeres de los relatos sencillos por las confusas realidades del panorama más amplio es emocionalmente insatisfactorio. A un observador se le niega un villano claro o una solución ideal. Pero sí hace que los eventos aquí sean comprensibles, y alentará a los políticos occidentales a abandonar visiones fantásticas en favor de una comprensión más razonable de lo que es posible. Y eso, a su vez, podría llevar a algunas mejoras tangibles en un mundo que podría usar menos ilusiones y tener líderes más sabios.
Traducción: Daniel Rosenthal