Jerusalém: Dos capitales para dos pueblos.
Editorial de Haaretz, 6 de diciembre de 2017
El presidente estadounidense, Donald Trump, le ha comunicado al presidente palestino, Mahmoud Abbas, que tiene la intención de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalem. Aunque Trump no lo ha declarado oficialmente, los informes sobre sus intenciones han encolerizado al mundo árabe y musulmán. El liderazgo palestino, Jordania, Egipto, Turquía (que incluso ha amenazado con cortar las relaciones diplomáticas con Israel), la Organización de Cooperación Islámica (que incluye a 57 países musulmanes) e incluso Arabia Saudita han expresado su oposición a esta medida, junto con advertencias sobre las peligrosas ramificaciones de una declaración así, incluyendo un estallido de violencia en el Medio Oriente. Los palestinos están declarando tres días de ira en Cisjordania a partir del miércoles.
La oposición ha superado al mundo árabe y provocado una ola de advertencias de altos políticos y diplomáticos de todo el mundo, entre ellos el presidente francés Emmanuel Macron, el ministro de Asuntos Exteriores alemán Sigmar Gabriel y la ministra de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Federica Mogherini. Veinticinco exembajadores, académicos y activistas por la paz israelíes han enviado una carta urgente al negociador en jefe de EE. UU. en la región, Jason Greenblatt, haciéndole llegar sus preocupaciones. La oposición y las preocupaciones son comprensibles. Jerusalem es sagrada para judíos, musulmanes y cristianos, y su estatus es objeto de acaloradas disputas como elemento central del conflicto palestino-israelí. Las declaraciones unilaterales sobre su estatus, fuera de un acuerdo diplomático, suponen ignorar las aspiraciones palestinas. Por lo tanto, lo esperable es que dañen las posibilidades de paz y provoquen oposición, la que podría adoptar formas violentas. Una declaración así también afectaría de forma negativa el estatus de Estados Unidos como un intermediario honesto.
No está claro cómo la ambición de Trump de resolver el largo conflicto entre israelíes y palestinos se vincula con pasos unilaterales que favorecen los intereses de un solo lado, especialmente con respecto a un tema tan central y volátil. Si Trump considera que es urgente cumplir su promesa de transferir la embajada de EE. UU. a Jerusalem, o al menos reconocer que la ciudad es la capital de Israel, sería mejor hacerlo junto con un reconocimiento equivalente de las aspiraciones palestinas sobre la ciudad.
El reconocimiento estadounidense de Jerusalem como capital de Israel y la mudanza de la embajada en sí no representan un problema. Por el contrario, una solución de dos estados requiere la división de Jerusalem entre israelíes y palestinos. Requiere su transición de una ciudad dividida de facto, que sirve como capital de Israel, a una ciudad dividida formalmente, con Jerusalem Occidental como la capital de Israel y Jerusalem Oriental como la capital del estado palestino. Cuando eso ocurra, no sólo los Estados Unidos, sino todos los países, podrían reconocer las dos capitales y ser invitados a abrir sus embajadas en ellas.
Traducción: Daniel Rosenthal