Lecturas Rabínicas
He asumido como desafío leer y escuchar todo el Judaísmo posible. Como gustan decir algunos, leer y escuchar a TODOS los rabinos, si por “rabinos” entendemos todas las voces, todas.
Los rabinos y la opinión pública ortodoxa se arrogan el derecho de permanentemente observar y criticar los usos y rituales de sus “hermanos” (como algunos de ellos, condescendientemente, nos llaman,) liberales. Yo me considero un judío liberal, y como tal tomaré para mí el desafío de comentar dos voces rabínicas aparecidas en la prensa judía montevideana: Semanario Hebreo en su edición del 4 de octubre de 2017, y Revista Kesher de Primavera 2017. Ambas publicaciones coinciden con las festividades de Tishrei, de modo que ambas apelan a la época más sensible de nuestro calendario. Veamos de aprovechar de alguna manera el alto nivel de sensibilidad y receptividad hacía la vertiente judía de nuestras vidas.
1.
Las conversaciones (privadas o públicas) que he mantenido con el rabino Eliezer Shemtov parten todas de un mismo error: pensar que hablamos de lo mismo. Pues no: si él escribe en su editorial que “la única manera de saber qué es lo que nos pertenece de alma y qué no es recurriendo a la Torá, ya que es el mismo autor de la Torá quien nos creó a cada uno de nosotros y nos indicó que nos sirve y que no nos sirve en todo nivel” (p.6), cualquier discusión puede ser entretenida, tal vez hasta inteligente e ingeniosa (seguramente de su parte), pero carece de sentido. En el axioma del rabino Eliezer Shemtov el “autor” de la Torá que nos creó a nosotros es Dios; en mi caso, y en el de tantos otros, asumo, si hay un axioma, éste nada tiene que ver con un dios. Si mi percepción es que tanto Dios como la literatura judía desde Génesis hasta Abraham J. Heschel, David Hartman, o Arthur Green son creaciones humanas, todo aquello que define todo lo que “es nuestro” o no, es una cuestión de percepción, lenguaje, y narrativa. Por lo tanto nunca es absoluto ni inmutable.
Si uno sintiera que la conversación no tiene sentido, no debería avanzar en el tema más allá del párrafo anterior. Sin embargo cuando el rabino Shemtov cae en su vieja costumbre, producto del celo y pasión que pone en su tarea, de ofendernos a todos quienes elegimos otros caminos u opciones, no puedo resistir la tentación de comentar y puntualizar. No puedo leer tanto adjetivo peyorativo sobre todo aquello que me trajo a mi familia y a mí hasta el día de hoy como judíos plenos y orgullosos. Rabino Eliezer Shemtov: el “pluralismo” no es una excusa, un facilitador; el pluralismo es un valor que muchos abrazamos, aunque no sin dificultades. Es mucho más fácil de pregonar que de ejercer, pero yo doy fe que en mi comunidad, y en otras tantas en todo el mundo, millones de judíos estamos orgullosos de llamarnos “pluralistas”. Por cierto, y para que quede claro de una vez por todas: el pluralismo no acoge en su seno discursos dogmáticos; estos tienen sus propios espacios, como su prestigiosa revista Kesher.
No hay tal cosa como una educación judía “diluida”, ni nadie “deniega” el acceso a las fuentes. En una concepción pluralista de la vida, hay padres que eligen lo que ellos creen que es bueno para sus hijos, como usted eligió para los suyos, al tiempo que asumen que algún día sus hijos elegirán por sí mismos y accederán a aquello que tal vez no fue prioritario para sus progenitores. Lo afirmo por experiencia personal. Desconozco los mecanismos que, en este asunto, manejan los que tienen una concepción dogmática de sus vidas, por más respeto que me merezcan esas personas.
Por último, “todos los Rabinos de Montevideo” es una frase provocativa. Todos sabemos que fue usada en diversas oportunidades para eventos “rabínicos” donde fue expresamente excluido el Rabino del Movimiento Conservador (Masortí) de la NCI de turno. El giro de referirse como excluidos de la opinión pública en forma casi discriminatoria a aquellos “demasiado religiosos” es digno de su mejor ironía. Rabino Eliezer Shemtov, yo he hablado con TODOS los rabinos, y no todos ellos tienen las respuestas a mis preguntas. Por cierto que tienen respuestas, pero para mí son información, no respuestas a mis inquietudes como judío. Podemos disfrutar juntos momentos, cenas sabáticas, clases, lejaim, pero eso no quiere decir que esas respuestas me deslumbren en su “riqueza” o determinen mí accionar judío.
2.
Hay judíos que, al decir del Rabino Dany Dolinsky de la NCI, nos ubicamos más del lado de la pregunta que del lado de la respuesta. Las preguntas las hacemos no para probar el ingenio del Rabino (sea cual sea) sino porque genuinamente nos inquietan e interrogan. La respuesta es buena en la medida que habilite una pregunta más, y otra, y otra, porque nunca habrá un axioma donde todo tiene su explicación. Más bien, ese lugar primigenio, la Torá, es un espacio para preguntar para todas las generaciones. Seguimos preguntando.
3.
Por otro lado, en su página 11 del 4/10/17 del “Semanario” Ana Jerozolimski conversa con el recientemente regresado Rabino Mijael Rubinstein, de Yavne, sobre “judíos y judaísmo, una vivencia uruguaya”. Resultan asombrosas algunas de las interrogantes que el Rabino Mijael se hace en esa entrevista dada su vasta experiencia en nuestro “ishuv”. Parecería que necesitó la perspectiva del tiempo y la distancia para darse cuenta que en Uruguay hay “una separación entre el judaísmo y la religión”. Parece que no entendió, como han entendido otros, que en Uruguay, sea judía o cualquier otra, la religión se entiende separada de la identidad de las personas, así como está separada del Estado. Uno se pregunta si no entender algo tan “uruguayo” no es, por decirlo delicadamente y con el mayor respeto, una desventaja importante. No me atañe, pero no puedo, por obvio, no preguntármelo una vez que estoy haciendo una lectura crítica de estos textos.
Pues sí, en Uruguay muchos judíos plenos y orgullosos comen jamón. Otros no. Algunos no lo comen en sus casas, pero sí lo hacen en un bar. Otros no comemos cerdo pero sólo evitamos los mariscos o carnes cocinadas en lácteos, pero comemos cheesburger o agregamos queso a una pasta con carne en sus salsa. Pues sí, de todos los que atestan las sinagogas en Iom Kipur, la mínima minoría respeta Kashrut o Shabat. Si en todos sus años en Uruguay, sumada a la larga, fecunda, y exitosa tradición rabínica de Yavne, aún no se ha podido entender esa supuesta contradicción, sinceramente no envidio al Rabino Mijael enfrentado a su nueva “shlijut”.
Aventuro una respuesta a tanta pregunta. La conducta judía, y por cierto la llamada “práctica judía”, no obedece, en cualquier sociedad, al principio de “seguir a la mayoría” tal como enseña el Talmud en “El Horno de Ajnai” (Talmud Bavli, Baba Metzia 59b). Por el contrario, y refiriéndonos al mismo relato, existe una dinámica individualista, variopinta, donde los argumentos, razones y sinrazones, se atraviesan y enriquecen. En esta sociedad tendemos a quedarnos más con aquello de que “la Torá no está en el cielo” (Deut. 30:12) sino que es obra de nuestra imperfecta construcción. Sí, la nuestra es una lectura liberal, y me consta que hay una lectura ortodoxa de la misma fuente. Creo que la liberal responde mejor a las interrogantes planteadas por el Rab Mijael.
Creo que allí yace la respuesta a su pregunta acerca de “¿quién definió estos símbolos? ¿Por qué el símbolo es Iom Kipur y no el Shabat o los Tefilin o cuidar Kashrut?”. Nadie definió nada, todo ha sido una construcción histórica, social, de valores, prioridades, y de respuesta a las necesidades de la gente. Si el mismo Rab Mijael cuenta de su exitosa experiencia con jóvenes que “se acercan para aprender y fortalecer su conciencia a nivel judaíco”, está claro que hay un revés de aquel proceso casi anti-religioso con el que muchos crecimos. Me consta que Yavne es un marco muy atractivo para estos jóvenes, todos lo reconocemos, pero que no se mal entienda: el fenómeno existe en todos los espacios judíos religiosos, ortodoxos, ultra-ortodoxos, o liberales. No hay exclusividades. Parafraseando al Rabino Shemtov, sin ironía, se debe consultar con TODOS los rabinos de Montevideo.
El Rabino Mijael Rubinstein ha insistido frecuentemente con la imagen de los judíos como hermanos. En la entrevista habla de “Amor incondicional a cualquier iehudí, por cualquier hermano judío”; yo supe escucharlo cuando llegó en su primera shlijut hace ya años decirme que todos somos hermanos. Bueno, ¿quién puede osar a discutir un concepto tan noble y lleno de amor? Pues la Torá misma lo discute: baste revisar la genealogía de nuestros patriarcas para entender que ser hermanos no quiere decir nada en sí mismo; liberados a nuestros instintos (tema preferido por la ortodoxia), las consecuencias son desastrosas: Abel muerto por Caín, Esav engañado por Iaacov, Iosef arrojado al pozo por sus hermanos. Se precisa de esfuerzo, verdadera teshuvá, para que haya un reencuentro de hermanos como el de Iosef con los suyos.
4.
Leídos los dos textos citados y confrontados aquí uno saca puntuales conclusiones. La primera es la certeza de estar en el lugar que uno quiere estar: ser, saberse, y actuar judío desde un espacio PLURAL, abierto, y cuestionador, en oposición a espacios dogmáticos y excluidores. La segunda conclusión es que las ideologías llevadas a ciertos extremos confunden la realidad y dificultan la comprensión de la misma, sea esto en religión, política, o economía. La tercera conclusión es que las múltiples, fecundas, y exitosas voces que atraviesan nuestro ishuv, y en especial las de nuestros Rabinos (literalmente y sin ambages, las de TODOS ellos) merecen no sólo publicarse y ser leídas, sino genuinamente escucharse unas a otras.
Porque si algo tenemos en común, seamos lo que seamos, actuemos como actuemos, recemos como recemos, o no recemos como no recemos, es que todos reconocemos que: en algún momento y de alguna manera surgimos como pueblo de la esclavitud a una libertad ética que aún buscamos perfeccionar; que hay una porción de tierra en este planeta que llamamos nuestra; y que creemos en una unicidad de lo divino que a su vez nos une y nos inspira hacia un mundo mejor.
Ianai Silberstein