Sucot 5778
Hace ya unos años en esta época del año osé describir a Sucot como una festividad “en el limbo”. La metáfora no pasó desapercibida para algunos cuya adhesión al calendario hebreo es un estilo de vida. La que pasa desapercibida es Sucot para la mayoría de los judíos que se atienen al calendario gregoriano y a los cuales hay que recordarles las festividades judías. La mayoría de nosotros somos el tipo de gente que allá por Marzo, pasado el verano y entrando en la rutina, preguntamos inocentemente por Semana de Turismo y Pesaj; a ver cómo combinamos vacaciones y viaje con banquete familiar. O, de igual forma, llegado Agosto empezamos a ver cuándo es Rosh Hashaná. Para muchos, con Iom Kipur termina el ciclo de festividades judías. La Navidad nos recuerda Januca, pero Januca no es una festividad demandante.
Sucot está en “el limbo” precisamente por todas estas percepciones sumada a una cierta indiferencia hacia el judaísmo como una forma de vida o incluso un sistema destinado a auto-perpetuarse. Cuando obviamos Sucot estamos reduciendo el judaísmo a dos variables: la libertad y la culpa, Pesaj y Kipur respectivamente. La tercera variable, que es la tercera peregrinación al Templo en la antigüedad, es Sucot, que representa la fragilidad y la movilidad.
Sucot evoca la vida de nuestros antepasados, ya liberados de Egipto, transitando en el desierto. El contacto con la vasta dimensión de ese paisaje abierto, de cielos aún estrellados y luminosos por la luna llena, nos ubica en una ajustada dimensión de nuestra existencia. Nos da una aproximada noción del todo al mismo tiempo que nos reúne en familia, amigos, e invitados. Estamos sentados bajo ese enramado precario, a la vez que sabemos que cada “sucá” fue parte de un camino, un devenir, que finalmente nos llevó a destino. De modo que no sólo evocamos la precariedad de existir, sino la precariedad de ser. Podemos tener noción de nuestra significancia en el contexto del mundo que nos rodea, pero también debemos cultivar la noción de propósito que nos empuja adelante.
Pesaj y Shavuot completan un ciclo entre la libertad y la norma. Rosh Hashaná, Iom Kipur, y Sucot, completan un ciclo de espiritualidad expresada en intangibles: el sonido del Shofar, el ayuno, vivir en las “sucot”. En la primavera del hemisferio norte nacemos como pueblo y salimos hacia la naturaleza; en el otoño nos preparamos espiritualmente para transitar la precariedad a la que el invierno nos desafía.
Ser judío supone actuar como tal. Tengo muchos pendientes. Cada año he pensado, y hasta me he propuesto, armar mi “sucá”. Como me han contestado mis rabinos en varias oportunidades, “todavía” no lo he hecho. Tal vez el año próximo. Después de todo, la aproximación a lo simbólico es un ejercicio permanente y desafiante.
“El año próximo, en Ierushalaim”. Siempre.
Jag Sameaj!