Shimon Peres: aproximación a una elegía.
La vida le ahorró, en su muerte, la agonía que le deparó a Ariel Sharon. Con la paz que transmitió en la última larga, fructífera, y simbólica etapa de su vida, Shimon Peres pasó del coma a la eternidad con la dignidad que transitó su vida, y en especial su ancianidad. Como en vida, aún desde el coma profundo supo dar señales de esperanza; por unos días todos esperamos el milagro. Hace siglos ya que los milagros no ocurren. Shimon Peres, de bendita memoria, que su alma se entrelace en el flujo de la vida.
Antes de abordar estas líneas leía las premonitoras palabras de Iehuda Kurtzer que compartimos en TuMeser ya la semana pasada. En el correr del día leí todo tipo de posturas respecto de Peres: la mayoría básicamente conflictivas, contradictorias, como corresponde a la trayectoria y obra de un solo hombre a lo largo de tantos años; algunas idealizadoras, tal vez por esa necesidad que tenemos de fabricarnos héroes y simplificarnos la historia; y supe leer también palabras llanamente envenenadas.
¿Por qué tenemos la necesidad de juzgar a un hombre cuando muere en su longeva ancianidad? ¿Quién nos ha nombrado, a quien esto escribe o a Gideon Levy de Haaretz, por ejemplo, jueces sobre la vida de un semejante? ¿Acaso una pluma y una determinada cantidad de lectores nos dan el derecho del juicio? Está claro que las preguntas son retóricas: por cierto que no. Figuras como Shimon Peres no mueren para ser evaluadas o juzgadas, sino para ser recordadas. Si recordamos a los grandes tiranos de la Historia, incluso al punto del revisionismo, los grandes héroes deben ser recordados más allá del revisionismo. Se lo ganaron a fuerza de obra.
Me resulta conmovedor el duelo colectivo que intuyo se ha instalado entre nosotros, los judíos uruguayos, los judíos de todo el mundo, los judíos del Estado de Israel. La muerte natural y digna del último padre fundador del Estado es el cierre de una época. Sí, en Elul de 5776, junto con el año, se fue el último, Shimon Peres. Parafraseando a T.S. Eliot: no con un estruendo, sino en un suspiro. Tal vez sea precisamente por ser ésta época del año y no otra. En la primea ceremonia religiosa de Izkor del nuevo año incluiremos la memoria de Shimon Peres.
Shimon Peres fue un guerrero sin uniforme; eso le costó su carrera política. Armó al nuevo Estado desde los fusiles, pasando por los aviones, y hasta “Dimona”. Como todo guerrero, en un momento de su vida optó por la paz. Si algo nos enseñan los viejos guerreros es que tarde o temprano entienden que la paz es la única opción: Dayan, Rabin, Sharon, y con ellos él, Shimon, todos siguieron el mismo derrotero. Menos él, todos murieron prematuramente.
Si Rabin quedó como ícono de la paz en su muerte, Peres lo hizo en vida. ¡Qué privilegio! Si eso no es un “ganador”, no sé a qué llamamos “ganar”. En la ciudad de Yaffo, cuya mayoría es árabe, al sur de Tel-Aviv, mirando el Mediterráneo, se erige el “Centro Shimon Peres por la Paz”. Hasta no hace mucho todavía iba a su oficina un par de horas al día. La ubicación es simbólicamente inequívoca: con los vecinos árabes, y mirando al horizonte, es que hay que buscar la paz. El Premio Nobel que obtuvo simboliza no tanto el logro, que históricamente naufragó (al menos hasta ahora), sino el sueño y la aspiración.
Los judíos sabemos bien acerca de contarnos los cuentos para recordar y refundar. Sabemos que si no repetimos desde las entrañas nuestras obsesiones y pasiones, nuestra fe y nuestra ideología, nadie velará por ellas y dejarán de ser. Durante años repetimos “el año próximo en Jerusalém” hasta que el año próximo llegó y estuvimos en Jerusalém. Shimon Peres dedicó su última década, en especial desde su posición como Presidente del Estado de Israel, a hablar de un Medio Oriente en paz con Israel como factor y fuerza de ese proceso. Ya no estaba en sus manos llevarlo a la práctica; tal vez por eso reforzó su discurso. Él, que supo decir una vez que “los sueños se sueñan de noche, de día se concretan”, nos legó el valor de los sueños. Cuando la realidad ya no estaba en sus manos, como buen anciano de la gran familia de Israel, Shimon Peres empezó a contarnos una historia de esperanza. Tuvimos el privilegio de escucharla todos estos años.
Noventa y tres años representan un siglo. Shimon Peres ha sido el líder secular de Israel. Que su alma se entrelace con el flujo de nuestras vidas, y la del Estado que supo fundar.
Amén
Ianai Silberstein