La Atomización de Medio Oriente

Lic. David Telias para TuMeser, 2 de mayo de 2025

No descubro nada si digo que el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023 será analizado por los historiadores como un punto de inflexión en la Historia del Medio Oriente. Me animo a decir que desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta ese día no ha ocurrido nada más significativo en la región desde el punto de vista del cambio historiográfico.

En Israel parece predominar la idea de que ya no habrá Estado Palestino aunque no esté claro qué es lo que pasará con Gaza y Cisjordania; el poderoso Irán se ha debilitado y sus proxys van perdiendo terreno incluso en Yemen donde parecían inexpugnables, y esto genera grandes oportunidades de cambio para países como Líbano y Siria. El primero parece de alguna forma podría retornar a lo que fue antes de su guerra civil en 1975 y en Siria mientras la mayoría sunita parece tomar el control, las minorías Drusas y Kurdas comienzan a soñar con su libertad. Irak se ha atomizado entre la mayoría chiita pro iraní ahora también debilitada, los sunitas que gobernaron históricamente y debieron resignarse a ser dominados por los chiitas, y los kurdos que al derrotar al Isis han logrado una independencia de facto.

En 1978, el intelectual árabe palestino Edward Said publicó en los Estados Unidos su obra más importante: “Orientalismo”, en la que a través del análisis cultural demostró que los occidentales han visto durante los siglos XIX y XX al Medio Oriente como un espacio imaginario y estático. Es decir, lo vieron como lo quisieron ver – no como era – y pensaron que allí nada podía ocurrir por cuestiones intrínsecas. Desvalorizaron las culturas y creencias locales como algo infantil, incapaces de generar conflictos importantes y proclives a ser dominadas por fuerzas “superiores”, pues toda eran más o menos la misma cosa y podían convivir entre sí.

Como Said mismo lo demostró, nada más lejos de la realidad.

En el Medio Oriente conviven al menos cinco grandes etnias: árabes, turcos, persas, kurdos y judíos. Y al menos seis religiones, y cada una de ellas a su vez se divide en varias corrientes interpretativas: Islam (sunita y chiita), Cristianismo (ortodoxo, griego, copto, católico y protestante), Judaísmo (liberal y ortodoxo), Drusismo, Zoroastrismo, Yadizismo y otras que por su cantidad de fieles son más que nada simbólicas y no tienen reivindicaciones propias.

El Medio Oriente es una increíble y casi inentendible mezcla confusa de etnias y religiones. Cada una de ellas es a su vez diversa en su interior. Probablemente las minorías drusa (étnicamente árabes) y judía sean las más homogéneas en comparación, porque aún sin ser homogéneas, son la que probablemente han logrado una mejor convivencia interna, y sean a su vez las que mejor se puedan adaptar a una relativa buena convivencia con las demás.

Y cada una de ellas con reivindicaciones propias históricas y modernas, legítimas e ilegítimas.

Siria ha sido históricamente el centro neurálgico del Medio Oriente, por lo menos desde que el Imperio Otomano transformó Damasco en el centro político y comercial del Medio Oriente, pero además en su territorio conviven cuatro de las cinco etnias mencionadas (en algún tiempo convivían las cinco, pero la judía migró forzada y totalmente tras la creación del Estado de Israel, ya sea al país vecino, América o Europa), y lo hicieron pacíficamente mientras tuvieron un régimen fuerte y centralizado que las obligase, ya sea el turco, o la dictadura de los Al-Assad en la segunda mitad del siglo XX. Cada vez que el régimen se debilitó, cada una de ellas intentó lograr su autonomía.

La masacre de Drusos que hoy mismo está ocurriendo en Siria responde a esta lógica. Al-Julani sabe que tiene que demostrar fuerza, de lo contrario perderá el control sobre los Drusos. De los Kurdos se está ocupando Turquía, que se espera tenga buenas relaciones con Al-Julani, y a los chiitas ya les hizo sentir el rigor cuando derrocó a Bashar Al-Assad que los representaba, masacrando aldeas chiitas enteras para dejar claro el mensaje de que ya no son una minoría privilegiada.

Los drusos son una cultura pacífica sin reivindicaciones nacionales, no pretenden tener su propio Estado. Han vivido históricamente en la confluencia de Líbano, Siria e Israel y han sido fieles a cada uno de esos estados en tanto han sido respetados en sus creencias y forma de vida. Y han luchado en las guerras de estos estados para defenderlos sin titubear. Si el fanatismo de Al-Julani insiste en castigarlos por ser “infieles”, es probable que la lucha sea durísima, más teniendo en cuenta que Israel puede ser un aliado directo de los drusos, y no sería extraño que terminasen por lograr su autonomía, cediéndole a Israel la posibilidad de extender sus dominios en el Golán a los territorios drusos.

Los Kurdos, cien años después de que en el Tratado de San Remo (1920) les prometiesen un Estado propio, que rápidamente les quitaron al reconocer la independencia de Turquía en el Tratado de Lausana (1923), creen tener ahora una nueva oportunidad. El menos interesado acá es Erdogan, el presidente de Turquía, pues si lo lograsen, su país podría perder casi la cuarta parte de su población, casi 20 millones de Kurdos que el régimen turco ha estado intentando turquizar desde 1923. Y el control sobre la zona montañosa rica en minerales e hidrocarburos.

Los Kurdos habitan la confluencia de Turquía, Siria e Irak. En este último ya hemos dicho que se han independizado de facto, en Siria podrían conseguirlo, y si lo lograsen, lo mismo debería pasar en Turquía. Porque los kurdos sirios y turcos han estado estrechamente unidos durante todo el siglo XX en procura de conseguir su autonomía territorial. En el peor de los casos se quedarían con un pedazo del territorio sirio y construirían ahí su Estado, al que muy probablemente emigren una gran cantidad de kurdos turcos, desmintiendo así la imagen de unidad étnica nacional que desde el genocidio armenio los turcos han querido dar a su país.

No me gusta predecir el futuro, y todo puede suceder en los próximos meses y años, pero lo cierto es que el Medio Oriente ha cambiado. Su conflicto interno ya no es determinado por los intereses de occidente, sino por las diferencias intrínsecas de los pueblos.