‘No Other Land’

To or not to be’; ver o no ver. Esa es la cuestión. ¿Qué hacemos los judíos con ‘No other land’, el largometraje documental ganador del premio Oscar en su rubro en la reciente edición 2025?

Como no podía ser de otra manera, en Montevideo fue exhibida solamente en Cinemateca. Algunos judíos sionistas eligieron verla. Otros, como yo, hemos elegido no verla. Cualquier opción es válida, pero toda opción tiene una razón de ser; la mía es muy simple:

 ‘No other land’ is also our land.

El año pasado, en el mismo rubro, el Oscar lo obtuvo una película ucraniana, ’20 días en Mariupol’. Desconozco qué éxito de taquilla tuvo en Montevideo. Asumo que la comunidad rusa no se preocupó demasiado por verla.

Lo que no es coincidencia es que en dos ediciones consecutivas ganen producciones que lidian con la victimización de ciertas poblaciones a manos de otras. El sesgo ideológico, válido, es indiscutible.

Como no vi ni una ni otra, no me meto con la calidad artística de ninguna.

Lo que sí puedo afirmar es que ‘Zona de Interés’, Oscar a la Mejor Película Internacional en 2024 que sí vi, cuyo tema tocaba mi sensibilidad en una forma mucho más amable que ‘No other land’, no me pareció una gran película. Los Oscar y la calidad no siempre van de la mano.

La razón por la que elijo no ver material que lidia con el conflicto desde el punto de vista palestino es que estoy harto. Por el contrario: hallo en falta material desde el punto de vista israelí. El deber moral de hacer ‘lo justo y lo bueno’ (Deut. 6:18) o la obsesión con la justicia social (tikun olam) nos hace contemplar en demasía al prójimo en detrimento de nosotros mismos.

No sólo elijo no ver ‘No other land’. Tampoco veo los cierres a las notas de la BBC sobre el conflicto, no veo ‘Fauda’, y me resulta fastidioso que todo el Israel que nos trae la ficción de Netflix sea sobre minorías específicas (‘Shtisel’, ‘Poco Ortodoxa’, ‘Vientre funcional’) y dramas básica y genéricamente humanos, por más que estén disfrazados de ultra-religiosos o comandos de elite… Ninguna de ellas representa más o menos cabalmente Israel.

Por el contrario, películas como ‘Foxtrot’ (2017), que tuvimos oportunidad de comentar en el Festival de Cine Judío en Montevideo en 2022, reflejan con hondura y espíritu crítico el drama del conflicto desde una perspectiva israelí. O ‘Noodle’ (2007), que confronta el tema del vínculo del israelí con ‘el otro’. Ambas películas fueron premiadas en su momento, pero ninguna calificó para un Oscar.

Cuando leo por enésima vez ‘Éxodo’ de León Uris o vuelvo a ver la versión cinematográfica (1960) de Otto Preminger no puedo desconocer el tono panfletario y simplista de ambas. Sencillamente, no resisten el paso del tiempo. Su virtud, sin embargo, y ésta sí resiste el paso del tiempo, es que cuenta nuestra historia. Con toda su pátina hollywodense, todavía vale la pena leer el libro o, si no tenemos tanta paciencia, ver la película.

Estamos sumidos en el momento histórico más agudo y crítico de la historia de Israel. Sea desde 1897 o desde 1947. En casi ciento treinta años de Sionismo nunca fuimos amenazados de esta manera y en tantos niveles: los israelíes reconocen un nivel de trauma sin antecedentes desde la Shoá; su gobierno es disfuncional y bordea peligrosamente los límites de la democracia; el país se ha reducido en sus fronteras, hay poblaciones enteras desplazadas; un cisma social similar al del siglo I EC atraviesa la sociedad.

En momentos como este no amerita ver ‘No other land’. No es relevante. Que los palestinos se hagan cargo de su propia historia y de su futuro; para ello precisan un poco más de honestidad y auto-crítica; esto último a los judíos nos sobra; la honestidad escasea en todos en estos tiempos.

Tampoco podemos conformarnos con el simplismo binario de buenos y malos de ‘Éxodo’ o con aquella frase de que ‘todo el mundo está en contra nuestro’. La realidad es mucho más complicada. Pero si perdemos de vista por qué estamos allí, porque esa tierra es también nuestra y tampoco nosotros tenemos otra, nos estaremos transformando en lo que el enemigo quiere. Dejaremos de ser nosotros mismos, los judíos, con nuestro sentido de propósito y ética.

Dos figuras gigantes pero profundamente diferentes de la cultura israelí moderna, Ishaiahu Leibowitz y Amos Oz, Z’L, resumían de manera casi idéntica la situación: ‘hay una tragedia en la base del conflicto árabe-israelí: dos pueblos reclaman el mismo pedazo de tierra’. Las consideraciones de tipo histórico ya no son relevantes; la realidad se impone ante nuestros ojos. Después del 7 de octubre, con más crueldad y ensañamiento que nunca.

Una cosa está clara: ‘no other land is also our land’. No hay expresión artística ni manifestación por la paz ni persecución o apremio físico que cambie esta realidad. El mundo tiene claro el problema palestino. Daría la impresión que ni los judíos tenemos muy claro nuestro propio drama. Nosotros tampoco tenemos otra tierra. Hasta tenemos una canción sobre el tema (*). Pero claro, no ganó un premio en Eurovisión o San Remo.

(*)https://open.spotify.com/track/1T0nLrpGmkUEcHFNhFbH6I?si=in2BDBT-QC-Ij6h3nOORIQ