Gran Rabino Fritz Winter Z’L
Heriberto Winter, NCI, 16 de marzo de 2025, Iortzait de su padre el Gran Rabino Fritz Winter Z’L
Con el tiempo las vidas de los nuestros se van transformando en imágenes. Imágenes que acompañan el recuerdo, imágines que guían, que aleccionan, que ahondan la sensación de vacío, que conducen a la reflexión, que endulzan nuestros sueños, que tiñen nuestro presente, que abren surcos en el devenir nuestro hacia lo recóndito, lo inesperado, lo misterioso.
Leo Baeck, el gran líder de la judeidad alemana en la época del Holocausto, del cual mi padre fue un alumno selecto, sostenía que ser judío consiste en ser un individuo ético, en perseguir el bien universal, en experimentar el misterio de lo divino y en mantener la supervivencia judía a través de la historia.
Veo lo ético reflejado en la imagen de mi padre en un día de tormenta, volviendo del cementerio de La Paz. Mojado hasta los huesos, con un dejo de melancolía y una simple frase casi lacónica: fuimos pocos, muy pocos, el cantor Wahrmann, algún miembro de la Hevra Kadisha y el “met”’, el difunto, nadie más para darle una despedida digna. Había muerto un hombre simple, sin fama, sin dinero, sin amigos, pero mi padre estaba allí dignificándolo.
Veo el bien universal perseguido en la imagen de mi padre, frente a las cámaras del viejo canal 10, con sus colegas el protestante Pastor Castro y el católico hermano Asiain Marquez, junto con Duilio Defeo, integrando el jurado del concurso bíblico avalado por la Confraternidad Judeo Cristiana que estos paladines de la tolerancia habían inaugurado tiempo atrás. Su sabiduría se deslizaba con frases cortas, sin dramatismo escénico, sin narcisismo. Su visión de mundo de diálogo, de construir puentes, de ver al otro, al diferente como elemento intrínseco de su propio existir lo acompaño siempre y sigue siendo un legado para todos nosotros.
Veo la experiencia de lo divino en la imagen de mi padre, ya en sus años de ocaso, sentado en su sillón con una montaña de libros a su lado, alegrándose como un niño cada vez que yo volvía a visitarlo con otro nuevo juguete de hojas impresas, de tinta fresca. Lo veo acariciando el papel, mirando el índice, sumido en cada palabra, absorto, maravillado. Para mi padre lo divino se reveló siempre a través del texto escrito al cual el reverenciaba y del cual trataba de extraer el ADN de la existencia.
Parafraseando a André Maurios puedo decir que para mi padre ”la lectura de un buen libro fue siempre para el un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta.»
Veo la incansable preocupación por la supervivencia judía en la imagen de mi padre reflejada en sus relatos de como reunió a cientos de emigrantes sobre la cubierta del barco que los condujo a Bolivia y organizó con sus 24 años una nueva comunidad, dándoles aliento, trayéndoles consuelo, ahogando sus penas, mostrándoles un camino.
Lao Tse decía que ”El conocimiento y la comprensión sobre los demás es sabiduría”.
Su judaísmo fue entender al prójimo, respetarlo, esconder la propia imagen, buscar lo misterioso en cada acto, conducir, dialogar.
Representante singular del judaísmo alemán, que al igual que su maestro Leo Baeck, supo cumplir mitzvot (preceptos), aprehender un texto clásico y sumergirse en una pagina de fuente judía.
En el libro de Isaías, capítulo 26 versículo 7, leemos:
אֹרַח לַצַּדִּיק מֵישָׁרִים יָשָׁר מַעְגַּל צַדִּיק תְּפַלֵּס.»
“Oraj la-tzadik meisharim, iashar ma-gal tzadik tefales”
“El camino de los justos es recto, Tú, Señor, allanas su camino”.
Parafraseando al profeta podemos decir que el recto camino de mi padre allana nuestro camino en el desandar del tiempo.
Mi deseo en esta noche es que podamos seguir siendo dignos de acompañarlo en nuestro destino hoy y para siempre.
Amén