Ejes Mesiánicos

No somos un portal de noticias sino de opinión, reflexión, y a veces análisis. Sin embargo, todo está vinculado con la realidad. A veces ésta nos deja, usando terminología futbolística, fuera de juego. Una veta que pensábamos explorar pierde vigencia, por lo menos en el plano temporal. Suceden hechos que suman perspectivas que, hasta sucedidos, no podíamos apreciar o simplemente no existían. Así ha sucedido con las dos operaciones militares no convencionales de esta semana en Líbano y Siria. A tal punto, que la muerte de cuatro soldados más en batalla en Gaza perdió impacto ante la abrumadora contundencia de la explosión de beepers. Los seis rehenes asesinados a sangre fría el 1º de setiembre ya son historia.

He hecho referencia en repetidas ocasiones a la expresión acuñada por el escritor e intelectual Yossi Klein-Halevi, del Shalom Hartman Institute en Jerusalém: ‘un momento-Entebe’. Eso fue lo sucedido en los últimos días en Líbano y Siria; genera euforia y triunfalismo. El mismo autor, sin embargo, en su último podcast con el rabino Donniel Hartman sobre la coyuntura actual de Israel, expone una lectura más compleja, más permanente, y menos efectista de la realidad: lo que nosotros elegimos denominar ‘la gran esperanza mesiánica’. Dice así:

A menos que la frenemos, (la situación) se dirige a una confrontación entre tres agendas de tipo mesiánico. Está la agenda mesiánica de Irán que es destruir el Estado judío, símbolo del mal, para que entonces el mesías chiita, el Majdi, se materialice. Está la agenda de la Extrema Derecha israelí empujando hacia una confrontación con el mundo musulmán, lo que permitiría la expulsión de los palestinos. Y también está la fantasía mesiánica de la comunidad internacional que de alguna manera cree que este es el tiempo apropiado para resolver el conflicto (traducción del podcast For Heaven’s Sake del 11 de setiembre de 2024).

La operación de inteligencia contra Hizbolá ha vuelto a poner a la región en vilo y habilitado todo tipo de especulación, desde la fantasía cinematográfica sobre cómo se llevó a cabo el operativo hasta el temor cotidiano a sus consecuencias. Lo único que sabemos es lo que sucedió, como supimos el 7 de octubre pasado cuando amanecimos; nadie sabía qué sucedería en la hora siguiente, mucho menos el 8 de octubre. Hasta que fue sucediendo. Lo que sí todos ‘sabíamos’, al menos intuitivamente, era el contexto en que aconteció el desastre. Los vectores que desembocaron en el mismo.

Por eso también hoy, aun cuando Israel (que no lo ha admitido, ni falta que hace) haya dado un golpe magistral e inesperado cuya consecución y consecuencias no conocemos, el análisis basado en constantes axiomáticas es relevante. Porque no se trata sólo de ganar batallas y guerras, de llegar a acuerdos de alto el fuego y recuperar rehenes; se trata de cambiar las premisas sobre las cuales se desarrolla la acción en este escenario que llamamos Oriente Medio. De lo contrario, su balcanización bien podría tener las consecuencias globales de 1939.

Yendo en un orden aleatorio, abordemos cada una de esas expectativas mesiánicas junto con sus consecuencias; y tratemos de pensar en opciones alternativas.

Este no es tiempo para resolver ‘el conflicto’. Este es tiempo de disuasión y desescalamiento. Los conflictos se resuelven en un marco de diálogo, no en el fragor de una guerra. Los conflictos tienden a resolverse cuando las guerras no lograron su objetivo. Por ahora, en la coyuntura actual, estamos muy lejos de ese momento. De hecho, la resolución del conflicto, lo que Thomas J. Friedmann denomina la ‘doctrina Biden’, es conocida; pero no es el momento de implementarla. No se hace con prepotencia, como pregona Friedmann en su último editorial en el NYTimes. Así como no alcanza con un deseo de tipo mesiánico, la solución no funciona si pretende ser impuesta desde la torre de cristal de la East Coast de los EEUU.

La expectativa mesiánica de Irán, tal como la describe Klein-Halevi, también parece fantasiosa; a menos que Irán esté dispuesto a una 3ª Guerra Mundial. Creo que el mundo ha dado pruebas suficientes de que si bien construye narrativa nuclear sustentada en el poder real, la especie no quiere auto-destruirse. Probablemente el deseo de exterminar Israel tenga más que ver con el poder imperial en una región históricamente dominada por imperios y no estados-nación. Aun así, es difícil imaginar al Irán de los ayatolas aceptando la existencia de Israel. Tal vez el camino sea que los palestinos en los territorios en disputa y en Gaza sí lo acepten. Ese sería un buen principio. Tal vez, eventualmente, pasadas algunas décadas, conduzca a la creación de un Estado palestino. Otra vez: no sucederá por el mero deseo de Occidente, del mismo modo que la Primavera Árabe que Occidente soñó fue un prematuro otoño.

Por último, lo más importante, y en lo personal mi mayor temor, es que la Extrema Derecha israelí no pueda avanzar más en su agenda ideológica. No podemos demandar ni el apoyo internacional ni gestos de pacificación de nuestros enemigos si nuestro enemigo interior, las minorías extremistas, tienen atrapado en su puño al gobierno de Israel (por no usar una expresión más gráfica). Si los votantes israelíes permiten que la Extrema Derecha israelí determine el gobierno del Estado de Israel, es muy poco lo que tenemos derecho a pedir de los demás. Los sueños expansionistas a un gran Israel (las famosas fronteras bíblicas del Génesis) y los sueños expulsivos no sólo ignoran la realidad en el terreno; se dan de bruces con los valores humanistas sobre los cuales el mundo intenta funcionar. No siempre lo logra, pero no seremos nosotros los judíos parte de ese fracaso.

Como concluye Klein-Halevi en el podcast, si hay un resquicio de esperanza en el actual oscuro panorama de la política israelí y la coyuntura global es que, si bien el israelí medio se ha visto tentado por las posturas sobre seguridad nacional propuestas por la Extrema Derecha, al mismo tiempo ha comenzado a darse cuenta de su verdadera agenda en el mediano y largo plazo. Esa agenda genera temor. Ese temor genera esperanza.

Volviendo al principio de este editorial: no sabemos con qué noticia amaneceremos mañana. Que golpe habrá atestado Israel o qué golpe habrá recibido. Cuántos soldados más habrán caído en batalla o cuántos rehenes habrán sido hallados o rescatados, vivos o muertos. Nada realmente está en nuestras manos excepto ser honestos con nosotros mismos, implacables con el enemigo, y misericordiosos con el prójimo.