Rabaniot

El evento al que convoca la Kehilá con motivo del comienzo del mes de Elul con la participación de cinco “rabaniot” (o sea, esposas de rabinos) se inscribe dentro de una larga lista de omisiones premeditadas y conscientes en relación a los temas de denominación y corrientes judías que atraviesan nuestro ishuv como una flecha desde hace décadas.

Si se me permite un paréntesis un poco idólatra para sensibilidades ortodoxas, no aludimos a una flecha de Cupido, dios romano del amor, sino a una flecha más prosaica, de las que, por lo menos, hieren; cuando no matan.

Con el correr de los años y tras incansables protestas y discusiones promovidas tanto por instituciones como particulares, la técnica comunicacional se ha perfeccionado, tal como lo demuestra el afiche que anuncia el evento de referencia para este próximo 3 de setiembre. A diferencia de otras oportunidades, se excluyó la palabra “todos” o “todas” así como se redujo el patrocinio a un solo logo, un solo organizador: la Kehilá.

Debo reconocer que por lo menos ha habido un aprendizaje; hay errores, que dejaban flancos abiertos, que no se repiten.

Lo que no cambia es el espíritu del evento: las rabaniot son las esposas de rabinos que adhieren (o dicen adherir; quien se sienta aludido que se ponga el sayo) a concepciones ortodoxas, en toda su variedad.

Como judío liberal y como miembro de la NCI hace ya muchos años que dejé de pelear estas batallas y en consecuencia he alentado a otros a hacer lo mismo. Es mucho más productivo crecer desde nuestras convicciones que reclamar lo que otros no están dispuestos a conceder.

Si cualquiera de los rabinos ortodoxos diera un paso más que dar una clase en el marco de la NCI (y conste que sólo lo hicieron dos rabinos de la Kehilá ) estaría validando el Rabinato de la NCI y por lo tanto la validez de su forma de llevar adelante su vida judía.

Si validaran esa concepción liberal, estarían abriendo enormes boquetes en el muro que ellos han construido alrededor de su Torá (Pirkei Avot 1:1).

Incluir a la esposa del rabino de la NCI en una actividad de esposas de rabinos, por propiedad transitiva, implica abrir uno de esos boquetes.

Cualquier cosa que digan en contrario (para muchos de los rabinos ortodoxos la NCI es transparente, la ignoran, al punto de resistirse a entrar a su edificio) es falsa, pura retórica sin consecuencias. No debería sorprendernos: los propios rabinos ortodoxos no se validan mutuamente (basta con saber dónde elige comer un rabino y dónde no).

Por eso creo que la indignación, tal como se manifestó principalmente en Facebook, no tiene sentido, mucho menos consecuencias. Sólo da pie a hipocresía y falsedad y suma leña a la hoguera de vanidades alrededor de la cual nos obligan a bailar como si estuviéramos adorando no sé qué fuego sagrado.

Si cinco mujeres, esposas de cinco rabinos, quieren juntarse, allá ellas. Y si usted decide ir, sepa a dónde va: la mitad de nuestro ishuv no es, ideológicamente, bienvenido en ese encuentro.

La Ortodoxia nunca invitará a ningún movimiento judío liberal a ser parte de una actividad. Saquémonos la expectativa de la cabeza. Dejemos de pelear por causas perdidas. Peleemos por seguir ganando terreno en aras de una vida judía más coherente con los tiempos que corren.

Uno es judío en el marco de la comunidad a la que elige pertenecer. Si ser judío supone pertenecer a congregaciones no igualitarias, expulsivas, anacrónicas, dogmáticas o, en el otro extremo del espectro, seculares, anti-sionistas, o sólo obsesionadas por la justicia social, en lo personal me sería difícil encontrar dónde vivir como judío.

Reclamar “reconocimiento” de parte de las corrientes ortodoxas es caer en su trampa: desconocer la validez y relevancia de nuestra forma de vivir el judaísmo. En una escala interna, es cómo pedirle a la Humanidad que reconozca nuestro derecho como judíos a existir, a un Estado, y a una soberanía.

Cuando uno celebra, sea un cumpleaños o una jupá, invita a quién quiere. Esto es igual. Baste con que sepamos a quién invitaremos al próximo evento que organicemos. No debemos nada a nadie.

Por lo menos, y en este sentido el 7 de octubre no debería haber pasado en vano, cuando organizamos juntos eventos inter-comunitarios, en conjunto, no deberíamos excluir a nadie. Lo triste es que todavía hay que dar pelea. Es más fácil organizar el evento que conciliar la politiquería rabínica.

Así que mejor guardemos las energías para causas más cruciales.

Este Elul más que nunca escuchemos la voz del Shofar, cada día. El resto es ruido.