Los Frentes
Israel sufrió un enfrentamiento civil durante diez meses en 2023 y está en guerra desde el 7 de octubre pasado; son dieciocho meses de inquietud, angustia, y alto riesgo.
¿Cuáles son los frentes de Israel hoy? Múltiples: “el sur” en Gaza, “el norte” en Líbano, “Judea y Samaria” (o Cisjordania, o territorios en disputa), y los Hutíes desde Yemen. No por nada el 8 de octubre Biden movilizaba las tropas estadounidenses a la zona, incluidos portaviones; evitó la escalada por un tiempo, pero ahora Israel está metido en el ojo de la tormenta. El ataque de misiles de Irán resultó más simbólico que fatal, pero eso no disminuye su peligro potencial y real.
Podemos también hablar de un frente interno, en la medida que la “brecha” volvió a abrirse ahora bajo el lema de liberar a los rehenes en oposición a seguir con la guerra para lograr los objetivos fijados, por inalcanzables que se hayan tornado, además de promover agendas político-partidarias. Esto genera rispideces no menores en todo el mundo judío, alineado de diversas formas tras Israel.
Llevada al plano internacional, la coyuntura de Israel abre dos frentes para el pueblo judío: uno, el frente de guerra, las operaciones militares concretas a las cuales hacíamos referencia; el otro, el frente de la opinión pública que se manifiesta a través de los organismos internacionales, los medios de todo tipo, las redes sociales, y las manifestaciones populares.
Los israelíes combaten en el frente de la guerra, los judíos de la diáspora lidiamos con el frente global. El primero obliga en forma excluyente al triunfo como todas las guerras de Israel: son existenciales. El segundo frente nos desafía pero es tan desgastante como frustrante. También es existencial, pero no en un sentido tan literal; perdemos la mayoría de las batallas, pero igual estamos, existimos. O, tal vez estemos porque damos la batalla.
Así como las operaciones en el frente de batalla exigen estrategia, planificación, y un fin claro, nuestro desempeño en el frente de la opinión pública también nos obliga a ser claros en los materiales que usamos, los medios, y los objetivos. Una cosa es dar batalla por la causa sionista, combatir las falacias del odio woke, o responder a las amenazas antisemitas locales, y una muy otra es victimizar la causa de Israel, insuflar nacionalismo a través de sus héroes de guerra, o regodearse con la opresión y los abusos de los regímenes enemigos hacia sus minorías.
Para la mayoría de los judíos que vivimos fuera de Israel la opinión pública es importante: para algunos es una causa casi excluyente, como si su judaísmo estuviera construido sobre esa base; para otros, entre quienes me incluyo, es un dato más de la realidad con la que, como judíos, hemos debido lidiar desde siempre.
La existencia del Estado de Israel y su poderío militar nos han dado la sensación de que podemos hacer frente a los libelos de sangre que todavía circulan en la Humanidad, cuando en la Edad Media fuimos impotentes frente a ellos; pero que podamos enfrentarlos no significa que podamos derrotarlos. No sólo son camaleónicos; resurgen de las cenizas una y otra vez.
Por todo esto propongo un frente alternativo aunque en absoluto original. Bajo diferentes formas, muchos judíos optan por ese camino: ahondar en su judaísmo. Hay propuestas de práctica religiosa que vinculan esa práctica con el éxito en el frente de batalla, pero no es mi idea. Creo que nos une, sin embargo, un compromiso con la introspección, una revisión de nuestros valores, y en esta propuesta específica, una disposición a la auto-crítica desde el compromiso incuestionado de pertenencia y posicionamiento inequívoco frente a los hechos.
A este frente podríamos denominarlo el frente interior, que no es el frente interno. No divide, sino que multiplica. Es sólo cuestión de saber escuchar (nos).