Carta al Director «Búsqueda»

Señor Director,

Un buen rato antes que pasara el último ciclista ya había comenzado el año en Uruguay.

Por lo menos, en lo que hace al antisemitismo. Desde la manifestación del 8M con su grotesco y xenófobo cabezudo hasta la acampada pro palestina en la explanada de la Universidad de la República y pasando por el “affaire Spektorovski”, La Izquierda parece estar obsesionada con la causa palestina, el supuesto “genocidio” perpetrado por Israel, y el tradicional y sabido complot del judaísmo internacional. No por absurdo, deja de ser penoso y peligroso. En especial para los judíos uruguayos, o los uruguayos judíos. El orden de los factores no altera las consecuencias.

En noviembre del año pasado, a escasas ocho semanas del pogromo del 7 de octubre de 2023 (hoy ya son treinta y tres semanas), escribí a su publicación en relación al estupor que me causaba la especial sensibilidad que despertaba la desilusión de los denominados “judíos de izquierda” ante el embate antisemita de sus correligionarios no judíos. Hoy mi estupor es ante la escalada global y obsesiva que domina la opinión pública mundial en general y nacional en especial: Israel es el único Estado entre las naciones al cual no sólo se le cuestiona su derecho a existir, sino que se le juzga moral y éticamente un día sí y otro también.

Mi fin hoy no es defender la causa de Israel ni el derecho del pueblo a judío a un Estado propio, judío, y soberano. Para mí el asunto no está en cuestión. A partir de esta premisa entiendo que la situación que atraviesa hoy la zona que abarca Líbano, Siria, Israel, Cisjordania, la Franja de Gaza, Egipto, Irán, y Yemen (dejo por fuera los involucrados a nivel “diplomático”) no es sólo profundamente compleja sino especialmente volátil y peligrosa. La cuestión no está como para andar jugando a las ideologías, echando leña al antisemitismo ni a las reivindicaciones. No es tiempo de hablar de utopías sino de buscar soluciones realistas. Son bien pocos quienes se han abocado a ello.

Soy un judío sionista, convencido que el destino del pueblo judío yace en su soberanía territorial en la tierra de sus ancestros con fronteras viables y seguras. Reconozco que el territorio debe ser compartido con otro pueblo al tiempo que exijo incondicionalmente una declaración inequívoca de reciprocidad. Mientras esta no suceda, y por lo tanto exista un estado de guerra permanente, el Estado de Israel tiene derecho a defenderse y tomar las medidas que entiende que contribuyen a su seguridad. No siempre comparto las políticas de los gobiernos de turno de Israel, pero nunca dudo de qué lado estoy.

Me sorprende la cobertura que los medios hacen del conflicto en Oriente Medio y en especial de su derrame antisemita, en especial en nuestra comarca. Tal vez esté faltando material local de calidad para llenar la programación. De lo contrario no se entiende cómo el cancelado profesor Alberto Spektorovski inundó los medios precisamente a causa de su cancelación, así como otros panelistas, judíos en su mayoría, son convocados a entrevistas afanosamente equilibradas, como nos gusta a los uruguayos. Más aún: me sorprende la distancia y el equilibrio que cuidan mantener quienes se supone deberían defender la causa de Israel ante a las audiencias que los están escuchando.

Los judíos uruguayos que hemos crecido y hemos apoyado el relato y la causa sionista no somos pocos; no podría asegurarlo, pero me aventuro a sostener que somos la mayoría. Daría la impresión que no tenemos voz excepto en redes sociales, donde todos, y cualquiera, tienen voz. Por otro lado, hay judíos que sienten que deben justificar en lugar de defender lo que es obvio: que una acción terrorista como la del 7 de octubre de 2023 no quedaría impune. Si en 2005 Israel desanexó Gaza y durante casi veinte años evitó invadirla con su infantería no fue por desconocer lo que allí se gestaba, sino por evitar situaciones como las que estamos atravesando hoy, incluyendo la crisis humanitaria.

Los judíos sionistas no creemos que Israel sea el paraíso en la tierra pero sí que es el paradigma bajo el cual debe existir el pueblo judío desde el siglo XIX en adelante; paradigma largamente probado (pero no causado) por la Shoá y ahora por Oct7. Los judíos sionistas uruguayos, que votamos como uruguayos pero también sentimos como judíos, estamos hartos de tener que explicar, justificar, y defender lo incontrastable: que Israel existe legítimamente y que cualquier disputa debe resolverse por los medios civilizados. Mientras esto no sea así, mientras las guerras generen hechos en el terreno, nadie puede hablar de justicia porque las guerras, por justas que sean en su inicio, siempre se tornan injustas.

En 1973, en la Guerra de Iom Kipur, Anwar Sadat intentó recuperar la península del Sinaí para Egipto y Assad intentó recuperar la meseta del Golán para Siria. No lo consiguieron. En 1979 Sadat firmó un tratado de paz con Israel por el cual Egipto recuperó la península integra e intacta. Por el contrario, Israel anexó definitivamente el Golán en 1981. La diplomacia dio resultados, la guerra no. En 2005 Ariel Sharon desanexa Gaza convencido que ocupar dos millones de palestinos era contraproducente; Hamás toma el poder y hoy Gaza es un estado terrorista enquistado en Israel. Hablar hoy de dos Estados para dos pueblos es muy loable y deseable, pero imposible; tal vez en algunas décadas. Tal vez.

Tampoco es deseable que Israel, como Estado judío, sea ocupante y dominador de otros pueblos. No está en el ADN de la nación judía, digan lo que digan los antisemitas, ni siquiera bajo la supuesta presión e influencia del “imperialismo occidental” como sostenía un reconocido antisemita uruguayo la semana pasada en un prestigioso programa radial. La Ocupación es una situación anómala para la mayoría de los judíos del mundo y probablemente la mayoría de los israelíes. Pero la necesidad de seguridad no está en discusión y exige el uso del poder hasta que no se inicie un proceso que revierta cien años de historia de conflicto. Mientras tanto, los moderados estamos en manos de los extremistas en ambos bandos. En el caso de judíos como yo, padecemos tanto el antisemitismo atávico como el extremo nacionalismo judío. Es la tormenta perfecta.

Sería buena cosa que en los medios se escucharan voces más moderadas. No utopías o deseos infantiles de buena voluntad, no victimización de un lado o del otro, sino voces con sentido común, realismo, aceptación de que la historia avanza y no retrocede, y en especial una visión de futuro posible y pragmática. El destino de la Humanidad está en manos del Hombre. No se soluciona invocando el mandato divino sino rescatando Su inspiración en bien de todos.

Por último, y si no es mucho pedir, los judíos que habitamos este querido país, el Uruguay, estamos orgullosos de nuestra pertenencia y de las contribuciones que hemos hecho al mismo desde todos los campos. No dejemos que el veneno que se destila desde otras latitudes y encuentra eco fértil aquí nos quiten el orgullo por la tranquilidad que el pago nos ha ofrecido salvo contadas, y lamentablemente fatales, excepciones. No lo merecemos, como no lo merece nadie. No somos un país de grieta sino de convivencia.

Publicado en Semanario Búsqueda el 30 de junio de 2024