Multiplicidad de Voces I

Martín Kalenberg, Evento TuMeser 15 años, 16 de mayo de 2024, NCI Montevideo

Quiero felicitar a Ianai Silberstein por los 15 años de tumeser.com, y agradecerle la generosidad que tuvo al invitarme a compartir hoy estos pensamientos con ustedes.

También quiero reconocerle que —en su momento— me dio la oportunidad de difundir mis columnas de opinión en tumeser, aun cuando él no estuviera de acuerdo con mis planteamientos e, incluso, cuando estos eran críticos de su NCI, de la cual él era su presidente.

Estas palabras que voy a compartir con ustedes son a la memoria de mi mamá, Felisa Kociak, Zijroná Librajá (Tzipora bat Ierajmiel veRivka – she tee menujata beGan Eden) quien me enseñó a escuchar y comprender las diferentes voces que nos presenta el vasto mundo judío.

Ella admiraba a Emmanuel Levinas, principal filósofo judío del siglo XX (de nacionalidad franco-lituana), quien justamente trabajó el tema de la otredad, y respetar la existencia del otro es también escuchar su voz que puede ser distinta a la mía.

Recuerdo que, durante una visita a Montevideo de Shalom Rosenberg, profesor emérito de Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalem, mi madre organizó un encuentro entre el académico y varios de los integrantes del grupo de psicólogos vinculares, del cual ella era parte, quienes regularmente estudiaban las complejas enseñanzas del filósofo francés.

Y, justo, hace pocos días tuve la posibilidad de ver una entrevista a Levinas en el cual cita a su maestro, el polímata judío conocido como Shoshani. Levinas explica que Shoshani hacía la pregunta acerca de cuántas interpretaciones posibles hay para un versículo bíblico. La respuesta es: 2.400.000.

Según la tradición rabínica 600.000 judíos salieron de Egipto durante el éxodo liderado por Moisés. Los recién liberados judíos comprendieron la ley bíblica de una (y solo de una) de estas cuatro formas que representan los cuatro niveles de significación del texto bíblico: el peshat (lo literal o simple), el remez (lo alusivo), el derash (lo analítico o investigativo), y el sod (lo místico).

Por tanto, afirmaba Shoshani, 600.000 x 4 da 2.400.000. Así que no me vengan a decir, y esto lo digo yo, que hay una sola voz interpretativa para cada versículo bíblico.

“Estas y aquellas son las palabras del Dios viviente, del Dios vivo”, leemos en el tratado de Eruvin del Talmud. Esto lo dijo la bat kol (la voz divina) luego de que durante tres años las escuelas de Hilel y Shamai estuvieran discutiendo sin ponerse de acuerdo.

De este dictamen talmúdico se apropiaron (en forma legítima) los movimientos liberales del judaísmo, pero debería ser transversal a toda conversación judía, sin importar si es liberal, ortodoxa o secular.

Dios reside en el debate. Dios reside en las ideas. El Dios judío (el Kadosh Baruj Hu, tal como me gusta llamarlo a mí; el Santo Bendito Sea, tal como lo traducía la vieja Hagadá del Keren Kayemet que solía leer y cantar de niño y adolescente) se mantiene vivo a través del debate de ideas. De lo contrario, muere, y corremos el peligro de que el fanatismo se apropie de nuestro judaísmo.

Algo interesante es que los integrantes de la escuela de Hilel conocían los argumentos de sus contrincantes, y por ello podían debatir mejor. Uno mismo, más allá de estar convencido de sus ideas, debe conocer qué piensan los otros.

El Pirkei Abot, clásico y breve tratado de la Mishná sobre ética, nos aconseja discutir en el nombre de los cielos, tal como hicieron la escuela de Hilel y la de Shamai, y no para demostrar que soy más avezado que mi prójimo, tal como la discusión bíblica entre Koraj y su congregación ante Moshé.

En un artículo que publiqué en tumeser, contaba el ejemplo de una ex compañera de la universidad (juntos estudiamos la carrera de Periodismo en ORT) que no quería escuchar la disertación de un periodista argentino acerca de la dictadura cubana porque se oponía a lo que ella pensaba sobre el asunto.

Le dije que fuera a la charla, ya que esta le podía dar más argumentos para defender al régimen que ella tanto admiraba.

Y vuelvo al Talmud. Resh Lakish y Rabi Iojanan eran una pareja de estudios bastante peculiar. Lakish había sido un bandido de caminos y, ante la promesa de Iojanan de darle por esposa a su bella hermana, deja de lado su vida criminal para dedicarse a estudiar las fuentes judías durante el día y la noche, al punto de convertirse en uno de los grandes maestros de la ley.

Lakish era un gran oponente. Los debates entre ambos eran feroces a nivel intelectual. En cierta ocasión, Iojanan le recordó su pasado criminal, lo cual lo deprimió y llevó a la muerte.

Los rabinos de la época designan otra pareja de estudios para Rabi Iojanan, pero Eleazar Ben Pedat no resulta ser un buen debatiente, sino todo lo contrario.

Busca argumentos para avalar las ideas de Iojanan, a lo que este dice, palabras más, palabras menos, que él ya sabe que lo que dice es correcto, y no necesita a alguien que le diga que sí a todo, sino a un contrincante como su excuñado que le discuta hasta el más mínimo detalle.

En el tratado talmúdico de Baba Metzia – se da otra discusión entre las escuelas de Hilel y de Shamai. El debate trata acerca de si un horno es puro o impuro. En este caso, la intolerante es la escuela de Hilel, representada por Rabi Ieoshua, al no permitirle discrepar a Rabi Eliezer, integrante de la escuela de Shamai.

Incluso cuando aparece la bat kol y le otorga la razón a Eliezer, Ieoshua responde citando al versículo bíblico que afirma que la Torá y, por tanto la ley, no están en el cielo.

Ahora quiero referirme al episodio de la Torre de Babel. “Y fue la tierra una única lengua y palabras unánimes”, nos dice el libro de Bereshit. El Netziv de Voloshin nos explica, en su obra Emek Hadavar, que los constructores de la torre habían conformado una sociedad totalitaria en la cual, desde la cúspide de esta construcción, se dedicaban a vigilar hasta lo que sus habitantes dialogaban. Se trataba, según el Netziv, de una “persecución totalitaria de la unidad”.

Sí, efectivamente, los constructores fueron los promotores del pensamiento único, antecesores de los totalitarismos nazi y comunista.

En el tratado de Menajot se relata que Moisés estaba dibujando las letras de la Torá y no entendía por qué debía ilustrar coronas por encima de estas. Cuando le pide una explicación a Dios, la divinidad lo envía al futuro (tal como sucede en la saga cinematográfica Volver al futuro) para que asista a la academia de Rabí Akiva.

Allí Moisés se sienta en la última fila, al igual que los alumnos menos brillantes, y no logra entender las explicaciones que enuncia Akiva.

Cuando está a punto de desmayarse, Akiva dice que esta es la ley que Moisés recibió en el Sinaí.

Y en la mishná de Eduyot aprendemos que siempre hay que dejar registrada la opinión de la minoría, ya que esta puede ser relevante, en determinada instancia, para un tribunal de justicia.

Y así dice una parte de esta mishná: “¿Y por qué registran la opinión de una sola persona, cuando la halajá debe ser según la opinión mayoritaria? De modo que, si un tribunal prefiere la opinión de una sola persona, puede depender de ella”.

Y quiero referirme también a Rabbi Dr. Louis Jacobs (autor de la polémica obra We have reason to believe) y a su vínculo con Jabad.

Jacobs fue el fundador de la Tnuá Masortit (Movimiento Conservador) en el Reino Unido y sostuvo que la Torá era de inspiración divina, pero no un dictado textual de Dios a Moisés.

Por ser un experto en jasidismo fue el testigo clave en el juicio por la biblioteca de Lubavitch que tuvo lugar a fines de 1986 y principios de 1987, y ayudó a que la biblioteca se mantuviera en el marco de la institución y no en manos de un particular.

Y quiero decirles algo más acerca de Jacobs. Él fue quien tradujo el Kuntras Haitpaalut (el Tratado sobre el Éxtasis, obra del segundo Rebe de Lubavitch, Dov Baer Schneuri) del hebreo al inglés a principios de la década del 60 del siglo XX.

La importancia del hecho radica en que un rabino de la Tnuá Masortit (un liberal) y no un Jabadnik fue quien se ocupó de esta traducción casi 150 años después de publicada.

Otra curiosidad fue que la traducción al alemán de este tratado, en 1898, estuvo a cargo del rabino Aaron Marcus, uno de los primeros integrantes del movimiento sionista en Galitzia.

A finales de ese siglo XIX surge La ciencia del judaísmo, un movimiento esencialmente alemán que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX.

Moritz Steinschneider, uno de sus principales representantes y un destacado bibliógrafo de fuentes judías (cuyo catálogo de libros hebreos -obra en la cual trabajó durante 13 años- está en la biblioteca de la Universidad de Oxford), consideraba al judaísmo como a un organismo muerto al cual había que darle un entierro digno.

El Prof. Gershom Scholem, fundador de la cátedra sobre misticismo judío de la Universidad Hebrea de Jerusalem, sostenía lo contrario.

Triunfa la posición de Scholem, quien desde su posición universitaria promueve los estudios académicos acerca del misticismo judío, especialmente la cábala, lo cual era ignorado por la Ciencia del Judaísmo, ya que lo consideraba como una superchería propia del oscurantismo.

Y el moderno Estado de Israel vive de debate en debate. Uno de los más trascendentes tiene que ver con la definición de quién es judío. Es conocido el caso del hermano Daniel (judío según la ley judía), fraile de las carmelitas descalzas quien quiso emigrar a Israel amparado en la Ley del Retorno.

En 1962 la Suprema Corte de Justicia israelí decidió que cualquier judío que se convierta a otra religión pierde el acceso preferencial a la ciudadanía israelí, redefiniendo y desafiando la concepción judía ortodoxa acerca de quién es judío.

Y déjenme terminar con un cuento jasídico que está relacionado con esta temática:

El sabio jasídico Rab Isasjar Dov Ber de Radoshitz le preguntó una vez a su maestro, el Vidente de Lublin, sobre el camino correcto para servir a Dios.

El vidente le respondió: no existe algo así como el camino correcto para servir a Dios. Porque hay un camino para aprender, otro para ayunar, otro para comer, otro para meditar y así sucesivamente.

Además, no hay dos personas que sean iguales. Cada uno de nosotros tiene su camino apropiado para conectarse con el Todopoderoso.

Pero el camino que vayas a elegir, seguilo con toda tu fuerza.