Bo
Parashat Bo, que leemos este próximo Shabat (20 de enero), incluye dos versículos muy pertinentes a la coyuntura que nos ha tocado vivir desde el 7 de octubre pasado:
- 12:2: “Que sea este mes para vosotros comienzo de meses. Que sea para vosotros el primer mes del año.”
- 12:30: “… no había casa donde no hubiera un muerto.”
Si se me permite descontextualizar un poco el texto, una vieja costumbre de la prédica rabínica en que una palabra o frase nos lleva por temas no necesariamente vinculantes, creo que una vez más el texto bíblico está hablándonos hoy, ahora. Lo que está sucediendo es historia judía y nosotros somos sus protagonistas.
1.
Al finalizar el año gregoriano muchos difundieron que no era “1 de enero” sino “87 de octubre”. Así como en “Bo” se nos instruye a comenzar el año en el mes de nuestra liberación, Nisan, el 7 de octubre el tiempo se detuvo en el mes de Tishrei. Casualmente, o no, el año comenzaba en Nisan hasta que los Rabinos de Bendita Memoria introdujeron Rosh Hashaná en Tishrei. En ambos casos, un nuevo ciclo. Por si fuera poco, ese sábado 7 de octubre, además de Shabat, era Simjat Torá, donde finalizamos e iniciamos respectivos ciclos de lectura de la Torá.
La idea de un tiempo que se detiene es casi intolerable para el judaísmo. Ante las muertes, hablamos del “fluir de la vida”. Pocas horas después del shock, antes que el gobierno diera señal alguna, Israel y el pueblo judío estaban movilizados. Algunos, en un empeño mesiánico encomiable, hablan de un futuro mejor que era imposible de imaginar antes de esa fecha, un poco aquello que de las grandes crisis surgen las grandes oportunidades.
Tal vez; por ahora, no lo visualizo. En todo caso, creo que se ha iniciado, como en Pesaj hace unos 3300 años, un nuevo tiempo que supondrá nuevos desafíos para el judaísmo y el pueblo judío. Usando un lenguaje “Hartmaniano”, será necesaria una nueva “Torá” para afrontar los grandes dilemas que nos estrechan hoy; son otros Egiptos, habrá que leer la Torá una vez más y con mucha creatividad. El 7 de octubre de 2023, 22 de Tishrei de 5784, marcó un nuevo inicio en la historia judía. No tengo reparo en instituir más mojones en el Luaj: son signos y señales que nos recuerdan qué somos, de dónde venimos, y a dónde vamos.
2.
Este versículo es mucho más obvio en su pertinencia. Si bien habla de los egipcios, hoy hablamos de nosotros: no hubo casa donde no hubiera un muerto, sea pariente inmediato, pariente lejano, amigo, amigo de amigo, conocido, referido, o desconocido. En la casa de Israel fueron asesinadas en pocas horas 1200 personas. Los “grandes alaridos de dolor” fueron nuestros ese día a diferencia de tres milenios atrás. La décima plaga nos golpeó a nosotros, aunque la causa es diametralmente opuesta: los hebreos pedían liberación, Hamas quiere exterminio.
Cuando en Pesaj dejamos caer una gota de vino en cada plaga para disminuir la alegría estamos introduciendo un elemento moral en nuestra celebración: simbólicamente, marcamos el sufrimiento de otros en aras de nuestra propia libertad, sin por ello renegar de la misma. Hoy, muchos israelíes y judíos en todo el mundo están empezando a cuestionar el costo de esta guerra. De no estar los rehenes por medio, probablemente muchos considerarían un cese al fuego como sucedió en otras oportunidades (1948, 1973). Mientras tanto, todo es pura conjetura. Lo que está claro es que la mayoría de Israel y el pueblo judío no se auto-perciben como faraones sino como aquellos antepasados que partieron en busca de una tierra “prometida” sobre la cual todavía están cuestionados nuestros derechos. Al punto que esta vez los sacrificados son nuestros primogénitos.