Guerra Civil en Israel: ¿evitable?
En su momento, ya bien avanzado el fenómeno político-social de “las protestas” en Israel (en buen español serían “manifestaciones” pero respetemos el anglicismo) posteé acerca de una “guerra civil”. De inmediato hubo quien respetuosamente discrepó con el concepto diciendo que lo que sucede allí no es una guerra civil. Admití que pude haber usado un lenguaje retórico e hiperbólico para enfatizar la virulencia del enfrentamiento civil que fractura esa sociedad, al tiempo que sugerí que tampoco estábamos tan lejos de esa situación.
Recientemente el Instituto Hartman compartió un link a un zoom de Micah Goodman titulado “Cómo prevenir una guerra civil en Israel”. Reconozcamos que el evento es organizado por una comunidad liberal de la zona del Gran Boston en los EEUU, comunidades que tienen una tendencia muy marcada hacia un sionismo crítico, en especial en el área de los DDHH; además que la idea de “guerra civil” para un público estadounidense está llena de connotaciones impensables para, por ejemplo, nosotros, latinoamericanos. En ese sentido, si Micah Goodman recoge el guante es porque sabe muy bien a quién le habla.
Aun así, no es la primera vez que leo el concepto en la prensa anglosajona; en términos judíos lo llamamos “odio gratuito”, pero en definitiva se trata de un enfrentamiento de tal magnitud que destruye una realidad anterior para sustituirla con una nueva. ¿Es eso lo que está pasando o sucederá en Israel? Es difícil de predecir. Sin embargo, por la tenacidad de los manifestantes y por la movilización general en cuanto a ideologías y relatos comunes, de uno y otro lado del espectro, no cabe duda que estamos ante lo que el mismo Goodman denominó “un momento de preñez”: hay una gestación en curso.
La postura de Micah Goodman en su lectura de los hechos y las corrientes ideológicas siempre ha sido por un lado mostrar las enormes tensiones a las que nos enfrentamos al tiempo que ofrecer, más que soluciones políticas concretas, alivios a las tensiones generadas. Es lo que propone en “Catch-67”, su ensayo sobre las consecuencias de la Guerra de los Seis Días y La Ocupación, y es lo que (de)muestra en su libro “The Wondering Jew” sobre la religiosidad del judío israelí laico medio. En esta conferencia, que modestamente procuraré transmitir, intenta algo similar para destrabar la actual coyuntura. Vale aclarar que de aquí en adelante, salvo que lo aclare, lo que hago es “traducir” la conferencia de Micah Goodman para nuestros lectores.
En primer lugar, Goodman presenta tres características positivas del fenómeno de las protestas en Israel: que son pacíficas; que recuperan para “la Izquierda” el símbolo de la bandera nacional: al tiempo que se oponen al Gobierno, aman su patria; y que el patriotismo (o nacionalismo) no necesariamente contradice los DDHH, que es precisamente lo que defienden en este caso. Por otro lado, suena una alarma desde el movimiento civil: la desobediencia como alternativa de protesta. En un sistema de seguridad nacional fuertemente basado en los servicios de la Reserva del Ejército (los pilotos, por ejemplo, entrenan una vez por semana mediante vuelos reales), la desobediencia civil puede ser el talón de Aquiles de cualquier Gobierno, actual o futuro, y por supuesto de todo el Estado.
Respecto de las motivaciones de uno y otro lado del enfrentamiento, define dos conceptos: de parte del Gobierno y sus votantes, “la Derecha”, el sentimiento es de frustración por los últimos setenta y cinco años; de parte de los manifestantes el sentimiento es la ansiedad por un futuro teocrático al estilo Irán. Goodman elabora en la historia política de Israel sin pudor en su análisis. Desde el episodio del Altalena en 1948 y pasando por Oslo y la devolución de Gaza, “la Derecha” ha vivido este proceso como una gran frustración en relación a su postura ideológica; no es casual que con los sucesivos gobiernos del Likud y sus derivados (Kadima) la Suprema Corte de Justicia haya ganado la relevancia e influencia que hoy buscan limitar mediante leyes relámpago. Del otro lado de la moneda, los que se oponen a la reforma judicial y todo lo que traería consigo temen por la naturaleza del Estado en el que viven, por la pérdida de DDHH y el crecimiento del dogma y la regulación religiosa.
En este contexto, ¿es posible una guerra civil? Ya hubo un “ensayo” de “la Derecha” de sacar sus manifestantes a la calle, sin mayores consecuencias. Si después de Iom Haatzmaut esto se convirtiera en una estrategia, ¿podría mantenerse la no-violencia que ha primado hasta ahora? Lo que ha sido una protesta contra un Gobierno se convertirá de una causa “nacional” en una causa tribal. La “grieta” (término rioplatense que introduzco) se expresará en las calles, en términos físicos y reales; ahí yace el peligro. La polarización de ideas, el odio al “otro” por lo que piensa está, por definición, basada en el prejuicio en oposición al diálogo: no escuchamos lo que el otro dice sino lo que creemos que el otro piensa.
¿Cómo evitar una guerra civil si estas hipótesis se concretan? La amenaza de una guerra civil anterior fue, curiosamente, al inicio de los setenta y cinco años que celebramos estos días: el episodio del Altalena. Ben-Gurion ordena hundir el barco porque cree que Beguin aprovechará la coyuntura (estaba a bordo) para un levantamiento armado y tomar el poder del flamante país en plena guerra por su existencia. Beguin, por su parte, ordena no reaccionar y mantener al Estado alineado. La guerra civil, en medio de una guerra por la supervivencia, se evita.
Goodman sugiere que la actitud de Beguin entonces es la que debe primar hoy: el bien nacional por encima del triunfo tribal; la prevalencia de las emociones nacionales, largamente demostradas en ambos lados, por encima de las emociones tribales. Aprovechar las fechas del calendario para sensibilizar y complejizar las emociones y los relatos que nutren a los israelíes: Iom Hashoá, Iom Hazicarón, y Iom Haatzmaut son acerca de un destino común; el timing no podía ser más apropiado.
En contraste, Goodman cita la guerra civil entre tres o más facciones al principio de la era común que contribuyó a la caída del 2º Templo, tal como lo describe Flavio Josefo. Cita a Beguin en 1948: “Las patologías del 2º Templo no se repetirán en la creación del 3er Templo”. No es el único que ha asimilado la situación actual con la que contribuyó a la pérdida de la soberanía por dos mil años. Al mismo tiempo, encuestas mediante, afirma que éstas muestran el lado racional del israelí medio, al tiempo que las manifestaciones muestran el lado emocional.
Hasta aquí, Micah Goodman escuchado y compartido por mí.
En lo personal, insisto que si bien el problema no es político sino de identidad (frustración vs ansiedad en términos de Goodman), la solución es solamente política: la caída de este gobierno, la caída de Netanyahu (el Likud debe hacerse cargo de ello de una vez por todas), y la formación de una nueva y amplia coalición de consenso, probablemente liderada por Gantz, si las encuestas se confirman en las urnas. Partidos religiosos a sus asuntos religiosos y la mayoría real, no la impuesta por la ingeniería electoral, a gobernar.
Tal vez así Israel entre en el próximo siglo de vida más fuerte, más sólida, más coherente, y más diversa de lo que nadie jamás imaginó. Sólo un sistema político maduro, que supone políticos maduros y generosos, puede garantizar tanto la existencia como la convivencia de un Estado como Israel. En Uruguay podríamos pensar en el término acuñado por Wilson Ferreira: “gobernabilidad”. En una palabra, hoy es lo que está faltando en Israel y es el gesto que Goodman sugiere en su exposición.