A Quién Pertenece Israel

Gideon Levy, Haaretz, 26 de marzo de 2023

El sábado, al amanecer, en Ramat Aviv, un grupo de trabajadores eritreos colocó terrones de césped junto a un camino que lleva al Parque Yarkon, entre el Centro Yitzhak Rabin – la sede de la Unidad del Portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel – y la sede de una importante agencia militar. Al final del día, todo estaba verde. Mientras tanto, otros africanos solicitantes de asilo – vestidos con abrigos con capucha y armados con herramientas para recoger basura – limpiaban el parque para que sus visitantes pudieran disfrutar de él. Ellos son los que soportan la carga de limpiar y embellecer a Israel.

Temprano en la mañana, en el cuarto día del Ramadán, decenas de miles de trabajadores palestinos en ayunas ya estaban sobre los andamios de los rascacielos y en las carreteras y puentes que están construyendo. Salieron de sus casas en medio de la noche, soportaron el largo, difícil y humillante paso a través de los puestos de control, viajaron con sus contratistas explotadores a sus sitios de trabajo, donde arriesgaron sus vidas trabajando en condiciones inseguras, para regresar a sus casas por la noche, agotados, hambrientos e irrespetados. Ellos son los constructores de este país, son los que soportan la carga de este país, tal vez incluso más que todos aquellos a los que normalmente se acepta que lo hacen. Nadie piensa en agradecerles nada.

Cuando el ex jefe del Shin Bet, Nadav Argaman, le dijo a la periodista Ilana Dayan que el Estado “les pertenece a todos los que soportan la carga”, no se refería a ellos. Ni a los limpiadores eritreos de las calles, ni a los constructores palestinos. Sus comentarios, como es costumbre aquí, se dirigían principalmente contra los haredim, quienes en última instancia no comparten la carga.

Cuando los israelíes hablan de los “portadores de la carga”, se refieren a agentes del Shin Bet como Argaman, el nuevo John Locke de la protesta democrática; se refieren a generales y a soldados, pero solo los de las unidades de combate y preferentemente los de las unidades de élite, que son compensadas en extremo. A ellos se han sumado recientemente personas que trabajan en el sector high-tech, que son ricas en extremo. Cualquiera que no caiga en una de estas categorías no soporta la carga, y según la teoría de Argaman, el Estado no les pertenece.

El Estado no les pertenece a sus ciudadanos enfermos y discapacitados, quienes, debido a su discapacidad, no soportan ninguna parte de la carga y son en sí mismos una carga para ese Estado. No les pertenece a los cientos de miles de trabajadores anónimos que trabajan bajo duras condiciones en la industria manufacturera y en los servicios, y nadie se refiere a ellos cuando se habla de aquellos que soportan la carga. Tampoco les pertenece a las decenas de miles de personas desempleadas que fueron despedidas o que quedaron en el camino, ni a los débiles que fueron dejados atrás por varias razones. No les pertenece al personal de enfermería ni a los médicos, a los empleados del hospital ni a los técnicos médicos del sistema de salud, todos ellos no menos dedicados que los soldados de la Brigada Kfir. Nadie habla de ellos cuando se habla de soportar la carga. Tampoco de los conductores de camiones y autobuses, los limpiadores de las calles y de los centros comerciales: un gran ejército de soldados desconocidos que hacen posible la existencia del país, sin ganar ni gloria ni gratitud.

El Estado tampoco les pertenece a sus ciudadanos árabes: nadie siquiera considera llamarlos portadores de la carga, incluso cuando arriesgan sus vidas en las grúas de construcción o en las cabinas de camiones de carga en las carreteras y mueren haciendo trabajos serviles para la gloria de su país. De la forma en que Argaman lo dice – Argaman, que se ha ganado la admiración aquí a una escala reservada para unos pocos y que es una brillante estrella en el firmamento de la protesta – en este país los derechos dependen del cumplimiento de las obligaciones, como a los fascistas siempre les gusta decir, y por supuesto son los Argamanes quienes definen las obligaciones.

¿Cómo es que incluso del lado liberal hay tanta gente convencida de que el Estado les pertenece sólo a los privilegiados y a los poderosos, a quienes son capaces de cumplir con sus deberes sagrados – preferentemente sirviendo en una unidad militar de élite – y no a los débiles, a los explotados, a los discapacitados, a los pobres, ni tampoco a los árabes ni a los haredim. A medida que la protesta en favor de la democracia crece, el espíritu de Esparta se manifiesta, incluso entre aquellos que pretenden ser atenienses. Hay que decirles a los Argamanes que el Estado, como cualquier Estado, pertenece a todos sus ciudadanos, incluidos los débiles, los pobres, los discapacitados, los haredim, los árabes e incluso los parásitos. Ningún agente del Shin Bet decidirá a quién le pertenece o no este país, y tampoco se debe permitir que el cumplimiento de las obligaciones que ese agente especifique sea lo que define los derechos de los ciudadanos. Una vez que esto quede claro, podremos empezar a hablar de democracia.

¿Cómo es que incluso en el campo liberal tantos están convencidos de que el Estado solo les pertenece a los privilegiados y a los poderosos, y preferentemente a los que forman parte de las unidades de seguridad de élite?