Prevención del Terrorismo
“Los humanos aceptan el martirio por una quimera , mas no por una verdad” (Cioran, Historia y Utopía).
Desde la ONU a Interpol y desde criminólogos a sociólogos, en todos los foros donde se ha debatido sobre la función policial en la comunidad, se ha enfatizado que la principal actividad de la policía es la prevención de la delincuencia, aunque, como es bien sabido, en la creación de un ambiente de seguridad interviene, además de la policía, otros muchos factores que van desde la educación al factor disuasorio de la pena y la colaboración ciudadana. Pero, en ocasiones, el entramado social puede resultar insuficiente para impedir la aparición o la extensión de fenómenos que atacan directamente la convivencia o la paz de la comunidad y es a la policía a quien corresponde analizar causas y circunstancias e idear y proponer un plan proactivo para poner fin a la zozobra y al sufrimiento de los ciudadanos. Esa es su misión y ese es el mandato que recibe de la comunidad.
Resulta obvio que en la lucha policial contra el terrorismo yihadista los cuerpos de policía se ven desbordados e impotentes para poner en práctica unos mecanismos que detecten posibles terroristas y medidas que impidan atentados como los que se están cometiendo en Europa. El propio ministro del Interior de Francia ha reconocido que prácticamente es imposible la acción preventiva cuando se trata de un “lobo solitario”. Se podrán blindar los aeropuertos, establecer controles más rigurosos en determinados eventos de masas, vigilar más intensamente los espacios públicos, pero no se pueden poner puertas al campo.
Alguien ha declarado una guerra general, una yihad global contra los impíos; una guerra, nunca mejor dicho, sin cuartel, donde los combatientes no ocupan un territorio pero están en cualquier ciudad; sin mandos visibles; una guerra donde los combatientes no buscan ganar batallas, solo buscan el martirio. Adoctrinados en el odio a los infieles y con la única obsesión de autoinmolarse para proclamar su fe pulula un preocupante número de fanáticos (existen más de 40.000 cuentas de Twiter vinculadas al ISIS), generalmente jóvenes, dispuestos a ocasionar una masacre si alguien se lo pide en nombre de su dios. Detectar y aislar a esos fanáticos refugiados en su comunidad y detenerlos cuando se hayan enrolado en esa especie de ejército horizontal que es el ISIS en Europa, es la difícil tarea que tienen los cuerpos de policía actualmente.
¿Qué instrumentos tiene la policía para abortar un atentado? Desgraciadamente ninguno que sea efectivo y definitivo para disuadir a los terroristas. Se pueden asegurar determinados espacios y blindar recintos pero no podemos olvidar que el yihadista no solo no teme a la muerte, la busca. En la UE se han adoptado medidas para el reforzamiento de las fronteras exteriores y, naturalmente, es algo necesario, pero los hechos nos demuestran que los terroristas ya viven entre nosotros. En España sabemos que ni los terroristas ni los neófitos usaron nunca las fronteras para entrar o salir. Se ha aprobado también a nivel comunitario una directiva de registro de pasajeros de las líneas aéreas que entren o salgan de aeropuertos europeos, y es un instrumento útil sin duda, pero los terroristas ya conocen la norma y buscarán vías alternativas.
Se insiste en estos días en la necesaria cooperación e intercambio de información entre las policías de la UE, pero la opinión pública debe saber que ningún cuerpo de policía en Europa niega o retiene información que pueda ser útil en otro país y que, en muchas ocasiones, el intercambio de información es directo y fuera de los circuitos burocráticos entre instituciones. Todo esto nos lleva a una primera conclusión: la normativa comunitaria es necesaria y la cooperación policial imprescindible pero es insuficiente para una efectiva labor proactiva contra el yihadismo.
La prevención de futuros atentados pasa necesariamente por la localización, identificación, aislamiento y control de aquellos jóvenes cuando están en la fase de adoctrinamiento, reclutamiento o preparación. Pero esa identificación es casi imposible obtener en el seno de una comunidad tan marcadamente teocéntrica como es la musulmana y donde el terrorista aparece siempre como un fervoroso creyente. Se hace entonces necesario recurrir al uso de tecnologías que rompan una barrera que hasta ahora se ha demostrado inexpugnable. Unas tecnologías que aporten información sobre la identidad, los planes y las conexiones de los terroristas; una tecnología para el exclusivo fin de prevenir unos atentados que por sus dimensiones y su brutalidad están afectando ya a la propia raíz de la sociedad civil y del Estado.
¿Una legislación especial? La sentencia del Tribunal Supremo de 29 de diciembre de 2010 se hace eco de un planteamiento de la doctrina para “recurrir a un derecho penal especial, un derecho penal del enemigo con el que el Estado no trate simplemente de castigar a los delincuentes, sino de luchar contra susenemigos”. Si bien es cierto que la propia sentencia descarta esa opción, no lo es menos que estamos entrando en una situación donde el castigo de los delincuentes, o no se ejecuta porque antes se han inmolado, o no produce ningún efecto ya que estamos no ante delincuentes sino ante enemigos que luchancontra el Estado. Y para una eficaz prevención en esa lucha se necesitan otros medios en el contexto de un derecho penal especial. Esa parece ser la tendencia de algunos juristas y, desde luego, es la necesidad de los cuerpos de policía para conseguir volver a un clima de relativa seguridad. Son ellos, los policías, los que tienen la responsabilidad de hacer frente al terrorismo yihadista en primera línea, los únicos que no pueden ver esos toros desde ninguna barrera, los que están en la arena y de los que se espera que logren impedir esta oleada.
Afirma el profesor Eric Hobsbawn (Guerra y paz en el siglo XXI) que «el terrorismo panislamista no provocará la histeria sino la reflexión». Esta es mi particular reflexión dictada desde mi experiencia. Es cierto que todos los movimientos terroristas han tratado de justificar sus crímenes invocando un futuro incierto y casi siempre utópico, pero ¿cuál es el fin del yihadismo? No hay un fin ni un plan para conseguir ninguna victoria; el fin es el terror, sembrar el pánico. Por eso creo que se hace necesario adoptar una postura proactiva antes de que, como advierte Fernando Savater (EL PAÍS, 28 de marzo), al final terminen cayendo las dos torres gemelas, la de la seguridad y la de la libertad. Sería el momento en que podría aparecer un demagogo con capacidad y retórica populista para infundir la ira en las masas. “La única pasión que prende a nivel general”. (Séneca). Ya sucedió contra los judíos y no habían provocado ningún atentado terrorista.
Agustín Linares Molina, El País de Madrid, 19 de julio de 2016