Análisis de Terceros

En mi anterior editorial confesaba mi desazón de cada mañana cuando las noticias no nos devolvían nada esperanzador en torno a la situación interna de Israel. Hoy, con el borrador propuesto por el Presidente Herzog, se podría vislumbrar un oasis en el desierto, un rumbo posible a seguir, aunque bien podría terminar siendo un espejismo. Entre tanta protesta en las calles de todo Israel, tanto discurso de políticos y oportunistas, tanta retórica incendiaria en la Kneset, llegaron a mis pantallas dos videos muy elocuentes y profundos acerca de esta crisis. Gente que piensa, gente que se preocupa, gente que intenta trascender sus ideologías y opciones de vida en aras del bien nacional. Lástima que no son políticos.

Por un lado una exposición contundente del Profesor y filósofo Micah Goodman; y por otro un video de Facebook de un señor Gadi Bar-Zion cuyas credenciales no pude encontrar on-line. Ambas exposiciones son en hebreo, ambas son breves y contundentes, y ambas trascienden la circunstancia para ubicarnos en un contexto histórico, filosófico, y de identidad. Ambas justifican, si todavía precisa justificación, la obligación de que los judíos del mundo nos ocupemos de los temas en juego; porque nos atañen, aunque con variables, como a los israelíes. Los links a ambos videos están al final de este editorial para quien quiera escucharlos. Yo haré referencia a ellos y seré fiel a sus propuestas en todo lo posible.

Tanto Goodman como Bar-Zion aluden a la historia judía y a paralelismos entre el presente y nuestro pasado remoto; nada muy original en sí mismo, la Historia tiene en gran medida esa función, pero en este caso dimensiona especialmente la magnitud del momento. Bar-Zion sostiene que si las fuerzas fundamentalistas detrás de esta movida judicial prevalecen, estaremos ante la destrucción del “3er Templo” y la sustitución del “relato judío común” del Sionismo liberal y democrático por aquél que prevaleció antes de la Era Común, un judaísmo previo al judaísmo rabínico. Goodman por su parte propone la teoría del 8º decenio: cuando un proceso de soberanía judía llega a esa etapa de su proceso, bordeando los ochenta años, se desmembra y cae. Sucedió después de los reinados de David y Salomón cuando se dividen Israel y Judea y eventualmente caerá Israel y luego Judea y el 1er Templo; y sucedió con la dinastía asmonea entre los años 134 y 63 AEC, con el cisma entre Aristóbulo II e Hircano II que hará caer la soberanía judía a manos de Roma y posteriormente la destrucción del 2º Templo en 70 EC.

Las similitudes históricas son casi obvias para casi cualquier conocedor, y de alguna manera muy irónica y triste viene a confirmar nuestra identidad. Nuestra historia está muy condicionada por los grandes eventos imperiales externos pero no menos por la porfía de nuestras ideologías internas y la forma en que unas prevalecen sobre las otras. Nada muy distinto ocurre en estos días en Israel y por lo tanto en el mundo judío.

Precisamente de ideologías hablan ambos militantes. Bar-Zion, claramente, en oposición al Sionismo Religioso y su guerra de desgaste, durante décadas, contra el sistema democrático liberal y la transformación jurídica del juez Arón Barak en los años noventa del siglo pasado. Si bien llega al punto de acusarlos de parásitos del sistema, prefiero quedarme con su concepto central: la lucha es por “el relato judío común”, el que instaló el Sionismo y permitió la existencia del Estado de Israel, sus instituciones, y su supervivencia. Según él, es eso lo que está en juego.

Goodman, a quien conocemos bien de sus conferencias y libros, mantiene su ideología al margen y trata de explicar la coyuntura en forma más equilibrada. La denomina “a pregnant moment”, un momento “de embarazo” donde no se sabe qué criatura nacerá: si es una revolución o un “golpe” jurídico, podría ser el principio del final; si es una “constitución sucinta” (léase básica), puede ser la finalización del principio. Explico su explicación.

Todos sabemos y hemos repetido hasta el cansancio que Israel no tiene constitución. Hubo una Asamblea Constitucional en 1949 que rápidamente devino en la Kneset. En los hechos, y a instancias de Ben-Gurion, Israel comenzó a funcionar como una democracia liberal sin establecer las reglas del juego político, que es en definitiva la función de una Constitución. Dice Goodman: “un Estado nace de hecho cuando aprueba su primer constitución (sus ejemplos son los EEUU, Canadá, e India; podemos agregar Uruguay); en ese sentido, Israel todavía no ha terminado de crearse”. Falta un texto constitucional de algún tipo.

Goodman cree que este es un “momento constitucional” porque se juntan dos factores: sensibilidad sobre el tema y acuerdo mayoritario sobre el tipo de transformaciones necesarias. Lo que emerja de este proceso, dice, debe ser “claro, balanceado, y consensuado”. La gente no quiere la reforma del Ministro de Justicia Levin, pero quiere aclarar las reglas del juego. En los hechos, las propuestas de Goodman no difieren en mucho de lo que propone hoy el Presidente Herzog. Si lo que filtró a la prensa se aproxima a un posible compromiso final, lo ocurrido, por triste que haya sido, no habrá sido en vano. En definitiva, lo que Goodman sugiere es la vieja premisa de transformar crisis en oportunidad.

De todos modos, sea Goodman o Bar-Zion, ambos se ocupan de que el Profesor Menajem Perry del Departamento de Poética y Semiótica de la Universidad de Tel-Aviv denominó “the deep semantic structure of poems” ya en 1980; vale decir: la estructura básica y de opuestos significados que subyace en un texto poético. Del mismo modo, podríamos trasladar el concepto, con cierta licencia académica, a la dinámica histórica: qué suponen, que significan realmente ciertos hechos más allá de su coyuntura, de la conjunción de factores temporales, de manera que trasciendan el tiempo en qué suceden: qué nos dicen de nosotros mismos. Creo que los aportes antes referidos apuntan a esa lectura de los hechos, “más allá de la noticia”.

Los hechos seguirán su curso. Como nos hemos cansado de escuchar, los judíos que no votamos en Israel poco podemos incidir. Cualesquiera sean las consecuencias de esta crisis en el corto, mediano, y largo plazo, es indiscutible que es mucho mejor entender qué está en juego, qué valores, que líneas rojas, qué identidad como judíos legaremos, o no, a las próximas generaciones. En definitiva, ser judíos hoy (literalmente hoy, marzo de 2023), en vísperas de Pesaj 5783, nos desafía a simplificar menos que nunca, a profundizar como nunca, a poner de lado demonización y acusaciones, diferencias y grietas, porque nada es tan simple: parafraseando a Goodman, no es un momento político, es un momento constitucional. En el sentido más literal: qué nos constituye, qué somos, qué seremos. Es uno de aquel para de momentos que hemos leído en nuestra Historia y que ahora nos está sucediendo a nosotros.

Agrego: Dios no es una variable en esta ecuación. Esto nos atañe a los hombres y mujeres que estamos al pie del Sinaí intentando renovar el pacto. Ninguno será tragado por la tierra; los liderazgos deberán procesarse; una vez más.

Fuentes: https://www.facebook.com/1161384254/posts/pfbid02NyGJxj8zWrpwYK79bNgXqmMkiVgS3W5p4BJYhY72sA5z1zcjCbrFAk2KDC7rkcRAl/?sfnsn=wa&mibextid=2Rb1fB   Bar-Zion