Carta Abierta de la Corriente Judía Secular

Ec. Oscar Zwaig, Director, febrero de 2023

Para un pueblo milenario, con un devenir histórico complejo y errante, como lo es el Pueblo Judío, los puntos de inflexión han sido una constante.

Uno de ellos, a finales del siglo XIX, en una nueva ola de antisemitismo que se manifestaba luego de la ignominia denominada “el caso Dreyfus”, se visualizó, por parte de Teodoro Hertzl, la necesidad de transformarnos nuevamente en Estado-Nación.

Esa herejía – desde la perspectiva Halájica – proveniente de un “judío secular” se plasmó solamente medio siglo más tarde en el Estado de Israel.

Sus bases fundacionales son diáfanas: En su Declaración de Independencia cita textualmente “El Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas, promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes, estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de los derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará la libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”.

La Corriente Judía Humanista Secular, se ha constituido en un espacio judío plural y abierto a la confrontación de ideas y debates sustentados en los valores y principios éticos del humanismo. Con base en un pequeño país de Sudamérica que no es una potencia económica, política o militar pero que, gracias al desempeño de su representante en las Naciones Unidas en 1947, Enrique Rodriguez Fabregat, fue esencial para la votación favorable del Estado de Israel, siempre ha bregado por el derecho inalienable a la existencia y seguridad del estado judío. Repudia fuertemente la instigación por medio del terrorismo, la propaganda anti-israelí, la promoción gubernamental del martirologio, la fagocitación del conflicto desde una perspectiva teológica, la perpetuación en el poder y la corrupción generalizada por parte de sus vecinos.

No obstante, creemos que la única solución para un conflicto desgarrador que enluta familias y pueblos, es concretar la paz con la creación de “dos Estados para dos pueblos”. Hoy parece una utopía, pero hemos visto utopías que se cristalizaron.

Pero dejando de lado el doloroso conflicto, en estas horas observamos con preocupación el devenir de los acontecimientos políticos en Israel.

Por supuesto que, dado el carácter democrático del mismo, los asuntos internos deben dilucidarse por parte de quienes viven y residen allí.

Pero el cariz que ha tomado el nuevo gobierno inquieta tanto a miles de israelíes como otros tantos judíos de la diáspora, que observan estupefactos los cambios que se anuncian o las declaraciones que profieren políticos de primera línea gubernamental.

Estos cambios, asociados fundamentalmente a la reforma judicial, podrían mermar o hacer mella en la calidad democrática de Israel, lo cual ha sido una de las fortalezas que le ha permitido su supervivencia histórica y la admiración del mundo. Estas reformas planeadas constituyen en sí una amenaza existencial, la primera que proviene desde dentro de la sociedad israelí.

Además, se ha consolidado en la clase política, una línea de judaísmo halájico y xenófobo que niega la esencia misma del pueblo judío; su riqueza en la diversidad.

Esa diversidad que conjugó judíos del Yemen, de Marruecos, de Noruega, de Etiopía, de Argentina, de Rusia y de los más remotos confines del orbe, con diferencias étnicas, culturales, rituales, idiomáticas y que pudieron establecerse en un ínfimo territorio para crear una orgullosa sociedad, colmada de éxitos en todos los campos.

Sin embargo, hoy vemos Ministros que fueron instigadores del asesinato de Rabin, adoradores del Rab Kahane, famoso por su racismo explícito, virulentos en su accionar y fanáticos que gustan de cantar públicamente “muerte a los árabes” y negar toda posibilidad futura de convivencia pacífica. Ministros que no defendieron nunca la existencia del Estado por no hacer el ejército, que no contribuyen al desarrollo económico y científico, que han estado en la justicia por probados casos de corrupción, queriendo dilapidar todo el acervo israelí de tolerancia con el diferente para imponer su visión teocrática del judaísmo (una perspectiva pobre y parcial que además avergüenza a aquellos estudiosos de la Torá, el Talmud, la Cabalá, la Mishná, la Guemará  y toda la sabiduría rabínica acumulada por los siglos).

La Diáspora ha tejido un hilo invisible con Israel, que se retroalimenta.

Cuidar de ese hilo es un deber de todos, por nuestra supervivencia, y la de las futuras generaciones.

No solo debemos estar alertas ante nuestros enemigos históricos, el antisemitismo clásico o el nuevo anti-sionismo, sino tampoco debemos permitir generar una brecha interna que luego sea demasiado tarde cerrar.

En las diferencias suelen hallarse las fortalezas de todo colectivo dispuesto a aportar lo mejor en aras de su propio crecimiento y de la sociedad que lo cobija. Siguiendo esa línea de pensamiento es que nuestra Corriente se arroga la iniciativa de convocar a diferentes instituciones y entidades comunitarias a pensar crítica y reflexivamente la actual coyuntura socio-política israelí.

Es el momento de recurrir a las fuentes históricas y recordar el legado del canto tradicional: “Hine ma tov u ma naim, shevet ajim gam iajad” (“He aquí lo bueno y lo agradable, que los hermanos se sienten juntos”)

Y en esta parte del mundo hay una sabiduría gauchesca en las palabras del Martín Fierro que se puede aplicar a la perfección en esta ocasión: “Que los hermanos sean unidos, esa es la ley primera, porque si entre hermanos se pelean, se los devoran los de afuera”.