Encuentros Cercanos en Israel

En mis últimos editoriales desde esta tierra (la Tierra de Israel) me he referido a su geografía humana y cómo está no sólo representa sino explica la potencia en que se ha convertido el Estado de Israel. Suelo pasar algunas horas al día en el auto; cualquier distancia supone un mínimo de treinta minutos y hasta noventa, si no pensamos en viajar a Eilat o Metula. De modo que mi perspectiva y vivencias son las de un chofer yendo a algún lado. No soy un turista, pero podría ser un “espía”, aquellos emisarios que Moshé envía a recorrer la tierra y traer información (Números 13). En general, me debato entre ambas posturas: es una tierra que traga a sus habitantes y que a su vez mana leche y miel. Estado de Israel por medio, más lo segundo que lo primero.

Sin embargo, entre una tardecita y una mañana tuvimos dos encuentros a escala mucho más próxima (porque todos son encuentros a escala humana, lo humano en Israel prevalece, pese a quien pese), sin hacer otra cosa que escuchar y tal vez, tímidamente, aventurar una opinión. Aquel Israel que siempre insisto ejnsalir a buscar, vino a mí: se sentó conmigo, fui testigo y parte de una conversación judía y sionista, y no hubo vértigo ni embotellamientos; el tiempo fue consagrado a la palabra.

La tardecita del domingo asistí a la presentación del libro de Nili Oz (viuda de Amos Oz) en la biblioteca Beit Ariela en Tel-Aviv, frente al Museo de Arte de la ciudad. Unas cincuenta personas se dieron cita allí, en su mayoría todos cercanos a los Oz, a su obra, y asumo que a los dramas que han sacudido a la familia desde la publicación del libro de su hija Galia, “Algo disfrazado de amor”. Había en el ambiente aroma a kibutz, aunque seguramente esta sensación es pura subjetividad. En todo caso, el cantante Ori Arpaz, que supo ser parte de los Dudaim, dio un toque muy nostálgico y kibutziano con su voz, su guitarra, y los temas que eligió compartir.

El evento se extendió más de lo debido, error del anfitrión que insistió al final en escuchar su propia voz el mismo tiempo que habían usado los anteriores expositores todos sumados. El evento era acerca del libro de Nili, pero en realidad era sobre Amos. Anécdotas, recuerdos, costumbres, conflictos, y el rescate de algunos temas centrales de su obra: la oscuridad, el desamor, las ventanas y la contemplación… hubo también recuerdos más prosaicos. En ningún momento se eludió incluir a Galia en los recuerdos, y por supuesto Fania y Daniel, sus otros dos hijos, eran parte de la historia. Todos rescataron el factor de alegría y felicidad que introdujo Nili en la vida de Amos a través de su amor por el baile y la canción. Elijo una frase de la alocución de Fania Oz-Salzberger en relación a la gran novela de su padre, “Historia de Amor y Oscuridad”: “su libro es muy israelí, sionista en un sentido puro, original, y ético”. Una de las razones por las cuales, insisto, debe ser leído por todo judío.

A la mañana siguiente nos habíamos citado con la escritora y conferencista, ex miembro de la Kneset por el Laborismo, Dr. Einat Wilf. Twitter tiene, entre tantas, la virtud de juntar en círculos virtuosos personas que compartimos intereses, preocupaciones, e incluso humor. Einat se dedica a “pensar, escribir, y hablar” (la estoy citando), y había terminado su jornada matinal con una delegación de las tantas que inundan Israel después de la pandemia. Sus temas son judaísmo, Sionismo, el conflicto israelí-palestino, las relaciones de Israel con el mundo árabe, y sobre todo las dificultades que los propios palestinos generan para la creación de su Estado; esto último explicitado en su libro “The War of Return”, próximamente en español.

Einat no es kibutziana sino oriunda de Tel-Aviv, cosmopolita, laica, profundamente sionista y pragmática. En los poco más de cuarenta minutos que conversamos café mediante tocamos muchos temas, desde los liderazgos perdidos a los liderazgos posibles, la obra de Netanyahu, la originalidad y logros del gobierno de Bennet y Lapid, las dificultades (o no) territoriales en la fijación de fronteras entre Israel y un eventual Estado palestino, la posibilidad que Israel reconozca oficialmente tal Estado aún sin definir sus fronteras (a cambio de una normalización con Arabia Saudita), o asuntos más prosaicos como la estética deprimente e inamovible de Kikar Atarim, bajo cuya estructura ambos habíamos estacionado, o la mejor forma de que los hijos aprendan inglés. Einat también representa el Israel que hay que salir a buscar, aunque se ubique en otra perspectiva que la del legado Oz.

Volviendo a las geografías: resultaba un poco absurdo estar en el lugar y no ser parte. La virtualidad ha desvalorizado la presencialidad: como le dije a Einat cuando nos saludamos, la cuestión es conocernos, sabernos reales, interactuar más allá de las normas formales o no de una red social. Del mismo modo, quienes nos hemos visto conmovidos por la obra de Amos Oz no podíamos faltar, estando allí, al relato de quien lo acompañó toda su vida. Si la familia Oz fue feliz o infeliz (usando sus propios términos en relación a su obra) no es asunto de nadie excepto de la familia Oz. Como con Einat Wilf, uno fue allí a buscar las voces que hablan de aquello que uno quiere expresar y mayormente no consigue.

En ambos casos, fue un privilegio y una experiencia de un humanismo que resulta difícil hallar.