Parashat Bo: releyendo Pesaj
Extracto del capítulo «Fractales Bíblicos» de Karin Neuhauser (editado por el editor para esta publicación)
Leer Bo es descubrir que la Hagadá de Pésaj hace una lectura fractalista de la Torá, y comprobar que esa lectura siempre ha sido posible, aunque no existiera la etiqueta y no se conocieran los fractales.
Dice en Bo: “Y en aquel día contarás a tu hijo, diciendo: Es a causa de lo que hizo conmigo el Eterno cuando salí de Egipto”. (Ex.13:8) Hoy, Hagadá mediante, cada uno asume con total naturalidad que se trata de uno mismo, del propio hijo, y de algo que Dios hizo con uno. Uno debe contarle a su hijo, como salimos de Egipto. Más aún, uno debe verse saliendo incluso hoy de algún Egipto.
En el texto tomado literalmente, en realidad Dios le dice a Moisés que le cuente a su hijo lo que Dios hizo con él en aquel día. En una lectura literal, entonces, tal vez solo celebraríamos un evento que le ocurrió hace mucho tiempo a Moisés y sus coetáneos, y cumpliríamos una serie de órdenes respecto a la forma de conmemorarlo.
Sin embargo, no conmemoramos, revivimos. No se lee “el hijo de Moisés”, sino los hijos de todos. No se lee “aquellos hijos”, sino todos los hijos: los de ayer, los de hoy y los de mañana. En la Hagadá, el “yo” de ese “conmigo” atraviesa el tiempo y la materia, es “yo” y a la vez es los que fueron, los que somos, y los que seremos. El “yo” fractal incluye a todos los otros, a todos los padres y a todos los hijos, de todos los tiempos.
Cuando cada Pésaj, cada uno de nosotros dice que hoy está saliendo de algún Egipto, está entendiendo al ser y al tiempo como fractales, y haciéndose parte con total naturalidad de esa visión. La Torá nos acostumbra a vivir esa metáfora.
Hay otras pistas en el texto que conducen a esa lectura. Por ejemplo, Moisés le habla a un pueblo como si fuera una sola persona, de tú; Dios le habla a una sola persona, Moisés, (o a dos, con Aarón) como si fuera un pueblo entero; o hay un vosotros que es el pueblo que estuvo físicamente ante Moisés, el que está hoy físicamente, y el que aún no está. Todo eso es ser y tiempo fractales.
El “hijo malvado” de la Hagadá es precisamente el que no lee las cosas así, el que dice ¿Qué significa este servicio para ustedes? (Ex.12.26) excluyéndose, mirando desde fuera. La Hagadá identifica la lectura no fractalista, la anticipa y la combate; no hay visión desde fuera posible si nos vemos como zonas de un mismo todo.
Como veremos, lo mismo sucede con el pidion haben, el rescate por el primogénito. Cuando alguien es dañado, todos lo somos, y no solo todos los de entonces, sino todos hasta hoy; todos y todo, porque hasta los primogénitos de los animales quedarán comprometidos por esa acción.
La marca de la salida de Egipto quedará impresa en el recuerdo y la identidad para siempre. Ésa marca se hace tanto en el ser como en el tiempo. Pésaj se convierte en el inicio de un calendario no natural, sino judío. La diferencia entre matzá y jametz es tiempo, y el tiempo en el nuevo dibujo cuenta y se cuenta, porque al fin es tiempo de cambio, no de repetición; de libertad, no de esclavitud. Por eso todo es con prisa, es un tiempo apurado, enjaulado en un despertador[1]que suena a los 18 minutos, cuando la masa dejada a la naturaleza se transforma en jametz. Liberarnos, es conquistar al tiempo.
La libertad, en el enfoque kantiano, tiene que ver con independizarse de las cadenas causales de la naturaleza. Dios actúa (saltea esa casa cuando va eliminando primogénitos) solo en quien se dice a sí mismo que forma parte del dibujo; no basta ser hijo de Israel.
Las órdenes para Pésaj que aparecen en Bo definen una especie de función matemática que se llama a sí misma una vez al año y se nos aplica, se repite como una recursión. Nosotros cambiamos, como resultado de cada aplicación de la función, y llevamos la cuenta del cambio: “ma nishtaná”.
Así, la Hagadá nos hace vivenciar y naturalizar una lectura fractal del ser y del tiempo. El tiempo fractal sintetiza lo lineal y lo cíclico. Lo cíclico, en la repetición del evento. Lo lineal, en el proceso que avanza: nuevas familias e hijos a los cuales contar la historia, nuevos Egiptos, esclavitudes y libertades, nuevo ser.
(Nos decía Osías, el osito de Ma.ElenaWalsh: “Quiero tiempo, pero tiempo no apurado; tiempo de jugar, que es el mejor. Por favor me lo da suelto y no enjaulado adentro de un despertador”. Pero tal vez los despertadores no sean tan malos, y el tiempo tan suelto…se nos escape y desaparezca).