Monsieur Shoshani
Martín Kalenberg, para TuMeser
Shoshani: el mítico maestro «uruguayo» de Wiesel y Levinas
A la memoria de Reizel Shoshana bat Shimón veBunie
Si para los tangueros uruguayos su más famoso y fiel representante es Carlos Gardel, aunque argentinos y franceses también disputen su nacionalidad, su equivalente judeourguayo es el enigmático y misterioso Shoshani, cuyo nombre y lugar de nacimiento nunca se conocieron.
Aun cuando no nació en tierras orientales, pero sí murió en ellas en enero de 1968, la impronta que dejó en este margen del plata hace que todavía sea recordado por un selecto grupo de seguidores y admiradores de todo el mundo que continúan peregrinando al Cementerio Israelita de la Paz para poner una piedra en su tumba.
La entrada en la Wikipedia en francés sobre este personaje se titula Monsieur Chouchani (“Señor Shoshani”, denominación de otra época en la cual para demostrar erudición no era necesario erigirse en licenciado, magíster o doctor). La enciclopedia lo define como “rabino (aunque no lo era), filósofo, talmudista, erudito y polímata”.
Monsieur Shoshani. El enigma de un maestro del siglo XXI, la única biografía escrita sobre este personaje, que hasta parece irreal, fue publicada en francés por el periodista parisino Salomón Malka en 1994 y traducida al español por la editorial Lilmod en 2007.
Desde hace varios años el cineasta franco-israelí Michael Grynszpan se encuentra elaborando un documental sobre Shoshani, que incluye una visita a Montevideo, pero este aún no ha visto la luz aunque su difusión estaba prevista para 2018.
Sus alumnos aseguran que sabía sobre cábala, jasidismo, Tanaj (Biblia hebrea) y Talmud, aunque cada uno hace hincapié en un área particular del conocimiento de su maestro.
Tenía una memoria fotográfica. Recordaba pasajes del Talmud y de la Biblia al pie de la letra. Y no solo los sabía, sino que también podía interpretarlos con un don magistral, citando a los exégetas clásicos e introduciendo innovaciones propias.
Interpretó la palabra bereshit, la primera del primer versículo del libro de Génesis, dos meses seguidos -durante tres horas cada domingo- en uno de los cursos que dictó en Francia.
Cuando uno de los asistentes, ya aburrido de la misma temática, le preguntó cuánto tiempo más podía seguir reflexionando sobre el término bereshit, la respuesta de Shoshani fue: “seis meses”.
Fue el maestro de Elie Wiesel y Emmanuel Levinas. El filósofo franco-lituano decía: yo no sé lo que él sabe, pero todo lo que yo sé, él también lo sabe, según relata Malka en su libro.
El Premio Nobel de la Paz lo comparó a Kafka y al maestro jasídico Rabi Najman de Breslav, quienes quisieron que sus obras se quemaran luego de fallecer. Shoshani, también, procuró que nada de él perdure en el tiempo.
Levinas, el principal filósofo judío del siglo XX, expresó que Shoshani fue su inspiración y guía para el estudio del Talmud y para la concreción de sus obras académicas vinculadas a lecturas talmúdicas.
Por su lado, el profesor de filosofía argentino-israelí de The Hebrew University of Jerusalem, el Dr. Shalom Rosenberg, donó en octubre de 2021 los cuadernos con incomprensibles apuntes de las clases de Shoshani a la Biblioteca Nacional de Israel, los cuales están accesibles online desde https://mr-shoshani.co.il/
No todas son rosas. El rabino francés León Ashkenazi, conocido como Manitú, le confesó a Malka acerca de la presunción de un reconocido dirigente judío francés, del cual no da el nombre, de que Shoshani era un pederasta. A su vez, Wiesel, quien se consideraba su alumno, da a entender que era un cleptómano.
Todo esto, que parece tomado de la serie estadounidense Criminal Minds, estaría relacionado con la infancia del maestro. Según la investigación del periodista francés, esta habría sido extremadamente severa, en cuanto refiere al estudio religioso, lo cual habría marcado a Shoshani para el resto de su vida.
Por qué vino a Uruguay. No está clara la razón por la cual Shoshani arribó a Montevideo en 1955. Puede tratarse de contactos que tenía en el país o porque tal como él decía: “(Uruguay) es un cubo de basura dónde a nadie se le ocurriría arrojar una bomba atómica”. Además de: “me instalé aquí porque en un país pequeño no hay grandes problemas”.
Su último domicilio conocido fue Maldonado 1093 aunque algunos dicen que, en ocasiones, aparecía durmiendo en la entrada del edificio.
Quienes lo conocieron, incluidos los célebres Levinas y Wiesel, hacen hincapié en su imagen desprolija asimilable a la de un vagabundo o marginado.
Historias asombrosas se cuentan sobre él, tal como las dos versiones que indican cómo logró que un oficial de la Gestapo lo dejara libre junto a otros judíos que había detenido.
La versión más difundida es que Shoshani señaló que él era un musulmán. Los nazis recurrieron a un líder mahometano quien interrogó al maestro, a diestra y siniestra, para llegar a la conclusión de que este sabía más acerca del Islam que él.
La otra dice que Shoshani planteó un complejo problema matemático al nazi, profesor de aritmética en su vida civil, quien al no resolverlo, lo dejó libre a él y a sus compañeros.
Cuando venía caminando por Ellauri y 21 de Setiembre con el libro de Malka, me paró un vagabundo y me pidió ver lo que estaba leyendo. Accedí. Luego, me contó que hay un judío que le enseña sobre el “Shabat” (así me lo dijo) y sobre otras temáticas judías. Pensé: “Shoshani sigue haciendo de las suyas”.