Migrantes bajo una mirada judía
La reciente edición de Semanario Hebreo (7-01-2022) aborda, en dos artículos, el tema de la inmigración ilegal en Israel, a cuyos sujetos se denominan “migrantes”, “refugiados”, o “solicitantes de asilo”; me quedo con el término “migrantes”, porque elude la implicancia política y demográfica y se restringe a un fenómeno factual a nivel mundial.
Por un lado, El Semanario trae una extensa entrevista a nuestra querida Florencia Vital, que activa como voluntaria en el tema a nivel educativo en el CEC (Community Education Center), y por otro una entrevista más puntual al Dr. Iona Sherki, asesor jurídico del Centro de Política de Inmigración de Israel (“un instituto de investigación y asesoría” tal como aclara la nota, no un “brazo del Gobierno”). También aclara la editora del Semanario que el “tema es muy polémico y discutido dentro y fuera de Israel” y que “nos pareció necesario complementar el cuadro con otras aristas”.
La intención de este editorial no es entrar en los pormenores técnicos del tema; recomiendo leer ambos artículos. El asunto concierne a lo que la Dra. Orit Avnery ha denominado, en un artículo académico sobre “Rut” y Jueces 19 (La Concubina de Gabaa – Guiv’a), el tema del umbral o los problemas de liminalidad que aparecen en el relato bíblico y que de hecho son parte de nuestra identidad. Parecería que aquellos viejos temas que ocupaban a nuestros antepasados han vuelto a hacerse presentes, cuando durante siglos no tuvieron la oportunidad de manifestarse. La lectura bíblica parecía ser un mero ejercicio intelectual y moral; pero cuando hemos recuperado soberanía y poder, la lectura deja de ser retórica para convertirse en un desafío pragmático y cotidiano. Cómo integramos al “otro”, o tal vez no, es un tema actual.
El Estado de Israel aloja en su seno varios “extranjeros” en el sentido bíblico del término: “el extranjero que esté en tu casa” (Éxodo 20:10). Hay minorías étnicas no judías que juegan un rol importante en la sociedad israelí y se cuentan por miles: los filipinos que trabajan con la tercera edad, otras nacionalidades que cumplen tareas de servicio de todo tipo, y estos migrantes a los que hacían referencia tanto Florencia como el Dr. Sherki. Se ven en todos lados, son mano de obra legítima y vital para la pujante economía israelí. Como bien cuenta Florencia, detrás de cada individuo hay una familia, una historia, y una incertidumbre.
No critico a Israel por su política respecto a estas poblaciones, algunas más reguladas que otras. Como judío y como demócrata, entiendo que la naturaleza judía del Estado de Israel no es tema menor ni puede postergarse para que les explote en la cara a nuestros nietos y bisnietos. Me parece relevante, y por eso celebro el tratamiento del tema, que no sólo los israelíes sino todos los judíos alrededor del mundo, en especial en medios tan provincianos como suelen ser las diásporas, tomen consciencia del asunto.
No podemos desconocer que en el último siglo hemos dejado atrás, Sionismo mediante, el rol de extranjeros que solíamos ocupar. El mismo respeto y consideración que se nos reclama desde nuestro texto fundacional y que por siglos demandamos a nuestros “anfitriones” de turno, y que todavía demandamos de la opinión pública internacional, hoy debe ser el lente por el cual enfocamos el problema. Israel es un destino atractivo para los migrantes; como señala El Semanario, Israel frenó esta ola en 2012 cuando bloqueó su frontera con Egipto, pero el asunto está instalado y las generaciones se sucederán. A nivel mundial, el tema es tan actual como la pandemia.
Parece pertinente detenerse a pensar que, al tiempo que en estos días, en nuestro calendario hebreo, leemos acerca de nuestra propia liberación de Egipto e iniciamos nuestro trayecto de cuarenta años por el desierto (Parashat Bo e Itró), hay otras poblaciones que están recorriendo sus propios caminos desde sus “Egiptos” a la libertad, su bienestar, y su soberanía. Como suele suceder, lo que nos pasa a los judíos puede ser un ensayo de lo que le sucede a la humanidad: los judíos ya fuimos migrantes; ahora nos toca otro rol. El gran desafío de nuestro tiempo, el del Sionismo, la soberanía, y el poder, está en aplicar los criterios humanitarios que nos sostuvieron hasta este momento; sólo que en otros.
El siglo XXI confirma nuevos desafíos para los judíos del mundo. En la era de la soberanía sobre nuestro espacio público, en la era de la tecnología y el poder (sí, también militar), y en el contexto de la tradición de los grandes pensadores desde Abraham, Moisés, los Profetas, y los Rabinos, temas como este de los migrantes en nuestro seno nos imponen dejar de mirarnos al ombligo y levantar la mira un poco más allá de la culpa y la auto-justificación. No siempre podremos hacer “lo justo y lo bueno” (Deuteronomio 6:18), mucho menos cuando hablamos de identidad y supervivencia; lo que no podemos es dejar de intentarlo.