La imagen de Amos Oz

Gili Izikovich, Haaretz 29 de setiembre de 2021

Ese sábado del mes de febrero, el director Yair Qedar se vio embargado por una placentera sensación de alivio y satisfacción. Era tarde en la noche y después de dos años y medio de intenso trabajo, su documental, “The Fourth Window” (La cuarta ventana), estaba completo. Amos Oz, quien falleció a fines de 2018, fue un protagonista particularmente complejo para la última entrega de la serie “The Hebrews” (Los hebreos) de Qedar. A diferencia de los restantes novelistas y poetas protagonistas de la serie, el fallecimiento de Oz aún era reciente. Paralelamente a su intenso trabajo de búsqueda en archivos, Qedar tuvo que maniobrar a través de un laberinto de herederos ansiosos por preservar el legado de su ser querido, de decenas de admiradores y detractores, y con una figura cuyo lugar en el canon nacional aún se estaba formando. Pero ese sábado, parecía que todo eso había quedado atrás. Cuando el trabajo en la sala de edición llegó a su fin, y con el comienzo de una nueva semana, todo lo que quedaba por hacer era celebrar, beber champán y disfrutar del brillo de un trabajo terminado. Pero todo eso resultó ser prematuro.

Al día siguiente, la editorial Kinneret Zmora anunció la publicación de un nuevo libro de Galia Oz, “Something Disguised as Love” (Algo disfrazado de amor), que narra la complicada relación con su padre y su familia. Qedar se despertó con una avalancha de llamadas telefónicas. “Compré el libro de inmediato, lo leí y entendí que la película tenía que ser desechada y, hasta cierto punto, vuelta a filmar para incluir esta historia. Me di cuenta de que había entrado en un campo minado de tipo ético”, dice Qedar.

¿Cómo se sintió al leerlo?

“Tengo una imagen de ‘La naranja mecánica’. Como Malcolm McDowell con los párpados abiertos a la fuerza, estaba mirando algo que no quería ver. Creo que había mucha gente que tampoco quería verlo, tenía un poder destructivo y era desagradable, pero no pude apartarme”.

 ¿Porque destruyó la imagen que usted tenía de Amos Oz o porque se sintió como algo demasiado íntimo para estar expuesto al funcionamiento interno de otra familia?

“Ambos. No quería que me arruinara las cosas, no quería saberlo ni estar expuesto a ello. También hubo una nube de ambigüedad. ¿Qué tan terrible fue? ¿Qué pasó en realidad? ¿Podemos juzgar? ¿Dónde está el mal y el bien? ¿Fue simplemente la forma de actuar como padres de esa generación o algo excepcional? “Conozco a Galia Oz desde que tenía 12 años. Fue una buena amiga de mis hermanas durante muchos años y nuestras familias eran unidas. Era bien sabido que su enojo había ido en aumento en los últimos años y que estaba interesada en hacerlo público. Pensé, como todos los demás, que se limitaría a un artículo en [el periódico israelí] Yedioth Ahronoth. “Antes de que se publicaran las memorias de Galia, la película trataba sobre la vida de Amos desde su perspectiva: él es el héroe. La historia de Galia formaba parte del contexto. La familia estaba realmente preocupada por la posibilidad de que yo hablara con ella e incluyera su relato en la película”.

 ¿No te dejaremos acceder a los archivos si…?

“No era algo tan concreto. Era más bien algo así como ‘no cooperaremos si sigues la ruta sensacionalista y haces que el tema sea la historia de Galia’. Haz esto, no hagas aquello, todo tipo de condiciones. No estoy acostumbrado a eso. ¿Quién se muestra en desacuerdo con Lea Goldberg o Jacqueline Kahanoff [los protagonistas de otros dos documentales de la serie]? Hasta ahora era: ¡tómalo, aprovéchalo, sigue adelante! Pero esta vez había mucha suspicacia y preocupación. Hay mucha carga en lo que tiene que ver Amos Oz, no es algo nuevo. Cuando falleció, la gente hablaba de él como el gurú de la izquierda, un santo secular. Había algo poderoso en él. Su familia, Nili [su esposa], Fania [la hija mayor] y Daniel [el hijo menor] y Galia, del otro lado, le pidieron a la profesora de literatura y cine Nurit Gertz que no incluyera secciones que trataran sobre Galia en el libro que estaba escribiendo sobre Oz. Esas partes solo salieron a la luz después de que explotó toda la historia”.

¿Sintió que tenía que cambiar la película en aras de la credibilidad o sólo por la sorpresa?

“En ‘The Hebrews’ me comprometo a contar la historia tal como es. Y ‘lo que es’ cambió ante mis ojos entre el sábado por la noche y el domingo por la mañana. Necesitaba contar una nueva historia, una diferente. Lo que siento por él y quién tiene la razón, no eran preguntas que me hubiera hecho antes”.

En retrospectiva, el affair Galia y Amos Oz fue un punto de inflexión en la práctica documental de Qedar. En palabras del cineasta de documentales, fue un cambio que pasó a ser “una nueva locomotora en el tren llamado ‘The Hebrews’”. Quién sabe si hubiera podido imaginar los horizontes de su proyecto documental, emprendido sin experiencia alguna. Qedar, de 52 años de edad, nunca estudió cine. Nació y creció en Afula. Tiene una maestría en literatura y luego trabajó como periodista y editor de un periódico. En los años noventa creó dos periódicos para la comunidad LGBTQ de Israel. Más tarde editó una revista de viajes en línea llamada “Masa Acher” y escribió para la red Schoken.

En la década del 2000, comenzó a jugar con la idea de hacer una película sobre el poeta Yona Wallach, por quien sentía una afinidad especial. Un productor que había conocido le sugirió que creara una serie de 15 documentales, fundamentándolo en razones económicas. Qedar comenzó a enviar propuestas, todas ellas rechazadas. Así que dividió el proyecto en películas individuales y comenzó a acumular experiencia. Su primera película, “Gay Days” (Días gay), documenta la historia de la comunidad homosexual de Israel en los años ochenta.

“Descubrí que necesitaba hacer películas por mi cuenta, a mi propio ritmo, aprovechando mi propia experiencia y lo que amo. ‘The 5 Houses of Lea Goldberg’ (Las 5 casas de Lea Goldberg) surgió casi por casualidad. Hubo una celebración del centenario de Nathan Alterman. Todo el asunto fue más bien silencioso, y con el centenario de Lea Goldberg acercándose, pensé en hacer algo más grande. [La película sobre] Lea Goldberg encendió el fuego turbo”, dice Qedar. Turbo es la palabra adecuada. En la década transcurrida desde el lanzamiento de “The 5 Houses of Lea Goldberg”, Qedar ha lanzado otras 16 películas. “The Hebrews” se convirtió en una obra magna vibrante y diversa. La mayoría de las películas fueron producidas por el propio Qedar, algunas en colaboración con otros directores.

La película sobre Amos Oz, la decimoquinta de la serie, marca un nuevo territorio. El drama personal de Oz produce un tipo de película diferente, un drama psicológico triste y reflexivo, mucho más cinematográfico. Oz aparece como un personaje completo y complejo, que ayuda a revelar a la persona para aquellos que se acostumbraron al aire de perfección que Oz se esforzó mucho en proyectar. La película presenta al autor con todas las verdades contradictorias que se han dicho sobre él, resquebrajando la fachada.

El Oz retratado en “The Fourth Window” es un hombre lleno de dolor y contradicciones, uno que lleva traumas del pasado bajo una capa sofisticada de ocultación, remordimientos e interminables iteraciones, todavía cuestionando y confundido, pidiendo perdón. Qedar creó la película junto a Nurit Gertz, quien escribió sobre su amistad con Oz en su libro “What Was Lost in Time: Biography of a Friendship” (Lo que se perdió en el tiempo: biografía de una amistad). Al igual que el libro, la película se basa en gran medida en conversaciones grabadas entre Gertz y Oz, que revelan la forma tempestuosa, aunque siempre articulada, en la que narró su dolor.

“Estaba perdido hasta que llegó Nurit y salvó el proyecto”, dice Qedar. “Su sugerencia, y lo que finalmente hace la película, fue construir una narrativa de doble tragedia, que permite que todos los demonios vivan uno al lado del otro”.

Hay una lucha casi shakesperiana sobre este legado cultural, la narrativa a través de la cual Oz será recordado.

“Lo veo en las proyecciones. La imagen de Amos Oz está luchando por recuperarse. Ha sido contaminada, debilitada. Creo que hace que el drama sea aún más trágico y conmovedor. Por otro lado, todo este asunto hace que realmente sea difícil prestar atención. La controversia ayudó a la película y la enterró, en el sentido de que los juicios de la gente hacen que sea más difícil verla”.

¿Hubo personas que habían sido entrevistadas para la película y que después de la publicación del libro de Galia pidieron no aparecer?

“Algunas lo hicieron, pero me negué y aclaré que la película no tomaría partido por ninguna de las partes. Claramente hay algo aquí que se salió de control, todo mientras trataba de contenerlo, contándolo como una sola historia, mitigándolo y calmándolo. Creo que la película logra contar esta historia dentro de la historia más amplia. Fueron necesarios unos meses de trabajo, desactivando minas, como un zapador que se acerca a una bomba con mucha precaución, arriesgando una explosión con cada paso que avanza. No solo estaba tratando de evitar controversias, sino de evitar la pérdida de la historia, para que Amos Oz no se perdiera, para que ‘The Hebrews’ no se perdiera. Quería contar una historia que incluyera esta nueva complejidad moral, presentarla como una pregunta abierta sin permitir que fuera superada por sentimientos de conmoción y rabia”.

Asistí a dos proyecciones. Parecía que la audiencia estaba avergonzada tomando partido por Oz. En el estreno, la gente se acercó a su familia para preguntarles cómo estaban.

“Creo que la película permite a la gente volver a conectarse con Amos Oz, aunque la mancha permanezca en su lugar. Lo lamento, me siento triste por él y lamento habérmelo perdido. Mis hermanas e incluso mis padres lo conocían, pero yo nunca estuve en ninguna de las reuniones familiares”.

 Creo que incluso antes de la controversia, hay partes de la película que reflejan lo que Oz llamó su “baile de disfraces”. Fueron menos halagadoras.

“Había un archivo enorme del cual seleccionar materiales. El archivo de los escritos de Oz está en Be’er Sheva, con sus borradores y manuscritos. También hay un enorme archivo audiovisual, montañas de materiales que tuvieron que ser clasificados y categorizados. Fuimos los primeros en ver algunos de esos materiales, una verdadera investigación comparativa”.

 ¿Y qué encontró?

“Por ejemplo, tenía clips que estaba mejorando y puliendo constantemente. Hay una dimensión de conciencia e intencionalidad que aparece poderosamente a través de los materiales del archivo. No fue una inspiración, ni un momento de descubrimiento, sino un agente activo creando su propio personaje. Los hay sobre escribir, paz, relaciones y familias. Más tarde descubrí que los hacía para las personas con las que trabajaba. Me comuniqué con su traductor y agente en Inglaterra. Fue extraño ver cómo un kibutznik huérfano de Jerusalén trabajó junto con las personas más hábiles en literatura para crear a ‘Amos Oz’”.

Eso plantea la cuestión de cuán interesado usted está en el autor como persona psicológica, más que en su trabajo.

“La gente se presenta a sí misma a través de varios medios, pero no es su hábitat natural. Y luego está el trabajo de una persona, donde hay infinitas capas y escondites secretos. No soy lo suficientemente pretencioso para intentar analizar a una persona. Mis ambiciones son más modestas. Intento llevar a cabo una sutil danza entre estos dos elementos. Entonces siento que puedo sentir a la persona. Uno no pasa tantos días con una persona sin desarrollar un sentido de familiaridad”.

Y eso requiere revisar cajas polvorientas en los archivos, repletas de notas amarillentas.

“Suele tener menos carga emocional, tanto porque ha pasado más tiempo como porque el estatus del artista se vuelve claro. Una vez que llegas a esa etapa avanzada, tienes la capacidad de contar una historia diferente. Aquí todavía no puedes ver la historia diferente”.

Traducción: Daniel Rosenthal