«Los Pacos»

La semana pasada escribía en relación a “la saga Tabarez”: “no hay ficción que resista los más profundos impulsos humanos.” Del mismo modo, no hay ficción que prevea algunos desenlaces. Porque si bien “Romeo y Julieta” ya fue escrito hace más de cuatrocientos años, como bien leí en algún lado recientemente, no deja de ser una trama de tres días; cuando algo parecido sucede pero hablamos de más de sesenta años de vida en común, lo trágico adopta el tono de lo inefable. Eso es lo que pasó con Francisco e Ivonne Neulander la semana pasada cuando, en menos de veinticuatro horas, y sin saber uno de otro, ambos murieron. O, podría decirse, ambos optaron por no vivir si no era el uno con el otro.

Ivonne y Paco, o “Los Pacos” como eran afectuosamente conocidos en todos los ámbitos que frecuentaban, representaban con dignidad esa tan difícil paradoja que conjuga el paso del tiempo con la permanencia de valores. Como todos y cada uno de nosotros, ellos fueron envejeciendo delante de nuestros ojos; pero su inclaudicable presencia y la bendición de vivir muchos y buenos años juntos, nos daba la ilusión de que si bien el tiempo pasa y todos nos vamos poniendo viejos, no por ello cejamos en el empeño de permanecer. Aun cuando Paco se había convertido en el bastón de Ivonne, ambos eran reconocidos como la unidad que supieron forjar. Así los honró su comunidad, La NCI, como Socios de Honor el pasado mes de junio, con motivo del 85º aniversario de la institución. No cupo duda: el honor era por partida doble y simultánea.

La vida comunitaria, y decirlo es casi un lugar común, está hecha de alegrías y tristezas. También está hecha de espacios que se ocupan. Cuando una silla de la sinagoga queda vacía es tiempo de tristeza; cuando dos sillas quedan vacías el mismo día, además de tristeza es tiempo de reflexión.

Una comunidad no se construye sin “Pacos” que ocupen su lugar: sea en la sinagoga, sea en las Asambleas (el ítem “Varios” en el Orden del Día tenía la firma de Paco), sea en el voluntariado, y sobre todo, en las inquietudes permanentes, en las preguntas y los planteos tan ingenuos como honestos, sin reparos en avanzar una agenda en la que creía(n) y a la cual adhirieron tanto en La NCI como La BB. Personalmente, todavía puedo recordar a una muy activa y combativa Ivonne en el ámbito de la Comisión para Selección de Rabino hace dieciocho años, cuando dio inicio un nuevo y fermental ciclo de la comunidad. Los Pacos son de esas gentes que siempre cuidaron a sus rabinos.

Parafraseando a Silvio Rodríguez en su “Historia de las sillas” (bien podríamos escribir una historia comunitaria de las sillas), “en el borde del pasillo habrá dos sillas” que, como tantas otras, quedarán vacías por un buen tiempo; en ellas siempre veremos sentados a “nuestros” Pacos, en su silenciosa y constante disciplina de, simplemente, estar.

“A través de su cansancio pasa un viejo que le seca con la sombra el sudor”, canta Silvio. Por mucho tiempo veremos pasar a Los Pacos entre las sillas, al final sí, algo cansados, pero siempre pendientes y atentos a su entorno, sus causas, y sus hermanos y hermanas. Por sobre todo, siempre, como hasta el final, juntos. Es que ninguno hubiera soportado una silla vacía a su lado.

Que su memoria sea bendición y su alma se entrelace con el torrente de la vida.