Iom Kipur en NCI Montevideo
Reseña de Ianai Silberstein especialmente para Semanario Hebreo Jai
Generalmente uno se queda con la impresión final, del cierre, como pauta de “cómo estuvo” en tal o cual de las opciones religiosas que se ofrecen en el Ishuv montevideano. En ese sentido, seguramente son todas experiencias breves, intensas, multitudinarias (aun en pandemia, los protocolos se han ampliado en Uruguay), e inolvidables. Pero la verdadera dimensión de “cómo estuvo” en tal o cual lugar debería medirse por el transcurso de las jornadas litúrgicas, y en especial Iom Kipur, La Jornada Judía por sobre cualquier otra.
La NCI tuvo habilitados unos trescientos lugares y otro centenar en el jardín, al aire libre; un poco por debajo del 50% de su configuración habitual hasta 2019 inclusive. Mientras que durante Rosh Hashaná el clima no acompañó (sin embargo, para el Shofar del primer día la sinagoga estaba llena) y por lo tanto el manejo de los protocolos fue sencillo, en Iom Kipur tuvimos el verdadero desafío: no sólo por la naturaleza y la centralidad del día, sino porque el clima fue simplemente perfecto. Los espacios de Kol Nidre, Izkor, y por supuesto Neilá nos encontraron con la sinagoga colmada y el jardín repleto. La gente fue respetuosa del orden y las indicaciones de los facilitadores; el cierre con el toque de Shofar, Havdalá, y Hatikva fue digno de los mejores momentos pero con un absoluto respeto por la distancia social y el orden.
Por sobre la anécdota y los datos objetivos, lo más importante estuvo en la vivencia. Llevar adelante servicios religiosos significativos y esperanzados en tiempo de pandemia no es sencillo. El año pasado tuvo mucho de sorpresa y aprendizaje; este año la pandemia, aun con la mejoría producto de la vacunación, está instalada y es parte de la realidad. Había que proponer un discurso superador. En ese sentido, el Rabino Daniel Dolinsky rayó a gran altura tanto en su manejo de los tiempos de la Tfilá (rezo), la intensidad de la misma (sobre todo en Musaf), y sobre todo en sus Divrei Torá, sus prédicas. El Rab fue a la vez didáctico, inspirador, positivo, y provocador. Tanto él como el Jazán Jagay Alfasa desplegaron una energía y entrega contagiosas desde la Bimá.
Vale destacar la particularidad de los servicios religiosos en la NCI en el marco del Movimiento Masortí: el streaming. A través de YouTube o Facebook la gente que prefirió la prudencia de quedarse en casa pudo ser parte; o elegir cuándo venir, dado que la NCI ha organizado su rezo bajo la forma de unidades litúrgicas. El streaming ha permitido unificar familias a la distancia, los servicios fueron seguidos desde Argentina, EEUU, Europa, y por supuesto Israel (aun con la diferencia horaria). El streaming también suma judíos que de otra forma difícilmente asistirían a la sinagoga y sin embargo respetan Iom Kipur quedándose en casa e incluso ayunando.
En suma: en el marco de las responsas rabínicas del Movimiento Masortí y con la autonomía de cada Rabino y su congregación, la NCI hizo uso de todos los recursos disponibles para que nadie quede por fuera y para que todos tuvieran una experiencia espiritual trascendente, emotiva, y que sobre todo, mientras se cierran las puertas del cielo, se abran las del futuro.