Recuperar el relato
Escribo esto el domingo 13 de junio de 2021, cuando ya ha comenzado, en Israel, el día en que será jurado un nuevo gobierno. Netanyahu dejará de ser Primer Ministro después de doce años y Bennet lo será por primera vez; si no cae el gobierno entrante, por dos años.
Al tiempo que escribo escucho el CD “Shalom Javer”, compilado en memoria de Itzjak Rabin Z’L: un recorrido por algunas de las canciones más tristes y más profundas de la historia sionista. Ahora mismo, la inolvidable Yaffa Yarkoni canta: “¿será posible que simplemente ya sea mañana?”.
Un par de horas antes, en un canal de cine “clásico” aparece Kirk Douglas: “Cast a giant shadow”, película de 1966 que narra la participación del Coronel “Mickey” Marcus en la Guerra de Independencia de Israel. Un poco más cuidadosa en sus apreciaciones de tipo político que su antecesora “Éxodo” (1960), tampoco escatima en producción, elenco, y heroísmo. Es la saga sionista tal como se contaba, aun con cierta reticencia de los grandes estudios, hasta la década de 1970 y el advenimiento de los intereses petroleros. Además, son todas películas anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967: Israel no sólo era todavía la víctima (la Shoá es central en ambas películas), sino que todavía no era vista como victimaria.
No preciso pensar en términos de cincuenta o más años para entender cómo ha cambiado todo; después de la 2ª Intifada, con veinte años tengo bastante.
Cómo un proceso de ocupación temporal, cuyo fin primario fue negociar “territorios por paz”, se fue transformando en permanente; cómo empezaron, casi imperceptiblemente, a aparecer colonos y asentamientos en medio de ese status indefinido; cómo el Ejercito de Defensa de Israel tuvo que asumir el rol de ejército ocupante. Pero sobre todo, cómo la causa árabe encontró en el tema de los refugiados su caballo de Troya, de cuyo interior no dejan de salir terroristas y misiles. La cuestión ha sido, todos estos años, de quién es la voz, de quién ha sido la voz que ha cantado la cólera del Aquiles, y cuál será la odisea del retorno a una Ítaca más pastoral.
Explícitamente el gobierno que asume esta semana se ha propuesto evitar los temas más controversiales que dividen a quienes unió el espanto. Pero nadie es realmente dueño de su destino. Veremos cuáles son los desafíos, en esta área de la seguridad y la diplomacia, que deberán asumir Lapid, Bennet, Gantz, y cía. Lo que sí es cierto es que, así como algunas oscuras figuras dejarán de tener el poder que ostentaron durante doce años, han renacido otras que estaban el ostracismo, casi difuntas, como Meretz e incluso el Laborismo. Es que la diversidad es precisamente eso: dar lugar a todas las voces.
¿A qué venía la introducción musical y cinéfila? Simplemente, que a veces es bueno volver a escuchar los relatos que nos han traído hasta nuestros días. La perspectiva histórica, “el diario del lunes”, no nos da derecho a desechar las historias por más maniqueas que parezcan setenta o cincuenta años más tarde. La obviedad simbólica del nombre “Ben Canaan” no invalida el relato del Éxodo, sus refugiados, Chipre, y la Palestina de aquellos días; escuchar a David Broza por enésima vez cantando “va a estar bien” no es un juego adolescente en torno a un fogón; es un leit-motif judío tan profundo como el tiempo.
Por eso más que casualidades leo estas coincidencias como señales, del tipo de aquellas que daba D-os para afirmar su poderío en el relato bíblico (otot). La juxtaposición entre el momento histórico-político en Israel y mi experiencia personal de fin de semana en Montevideo es solamente eso, mi vivencia. Cuando han pasado tantos años, cuando estamos ante un cambio histórico, con toda la incertidumbre del régimen electoral israelí, cuando empezaremos a escuchar otras voces, otros discursos, e incluso a trascender nuevas sensibilidades, es bueno saber que hubo un tiempo de ideales, austeridad, y un sentido de lo justo y lo correcto por encima del interés político de, valga la redundancia, los políticos.
Así como la historia que nos cuentan películas como las anteriormente citadas es parcial, así como las canciones que gustamos escuchar son idealistas, también es cierto que en los últimos años nos hemos dejado robar el relato, al tiempo que la otra versión ha ocupado toda la opinión pública; al punto que nosotros mismos hemos reducido la razón de nuestra existencia a los límites de la narrativa ajena. No existimos ni llegamos a este punto en la Historia en función de terceros sino por nuestra obstinación en creer nuestro propio relato. Hay tardes en que es bueno recordarlo; así, en toda su simplicidad e ingenuidad. Porque detrás de ellas prevalecerá el estricto sentido de lo justo.