El Tiempo de los Moderados

Gil Troy, The Jerusalem Post, 8 de junio de 2021

Si esta coalición de empujar y tirar llega a surgir, aquellos que lucharon en las guerras del pasado quizá recuerden el 2 de junio de 2021 como el DLBB: el Día de la Liberación de BiBi. Personalmente lo celebraré como el DMMM: el Día de los Mentshs[1] Musculares y Moderados. La victoria presidencial de Isaac Herzog poco antes de que Yair Lapid presentara su acuerdo de coalición con Naftali Bennett como primer ministro fue una mera coincidencia en el almanaque. Con suerte, el “cambio de gobierno” de Israel cambiará a Israel, dando un vuelco desde una política de división, denigración y desesperación hacia una política de unidad, respeto mutuo y esperanza: “Hatikva”.

En medio de los crecientes dolores de cabeza políticos, el futuro Primer Ministro Bennett y el futuro Presidente Herzog deberán sanar al país y reafirmar la fe en la democracia. Deberán recordar que, si una imagen vale más que mil palabras, los grandes gestos pueden generar infinita buena voluntad. En 1897, Theodor Herzl fue anfitrión del primer Congreso Sionista con corbata blanca y frac. Si no hubiera respaldado este gesto extravagante con contenido, habría sido un hazmerreir. Debido a que tuvo éxito, su gesto proclamó que el pueblo judío se levantaría de nuevo, con dignidad y clase.

David Ben-Gurión, nacido David Grün, empujó a sus ministros a hebraizar sus nombres, tal como él lo hizo. Este gesto personal y discreto ratificó que la revolución sionista implicaba establecer la soberanía en nuestra tierra y transformarnos en los Nuevos Judíos, hebreos orgullosos. Ben-Gurión también respaldó a un joven rabino del ejército, Shlomo Goren, que desafió cada una de las demandas de los ministros religiosos del gabinete de que los niños religiosos sirvieran en unidades religiosas. “Los soldados deben dividirse por su habilidad en la lucha, no por su opinión religiosa”, insistió Goren. Ben-Gurión estuvo de acuerdo: “Tenemos una nación, un ejército, un estado…”

Décadas más tarde, en 1977, un primer ministro recién electo, Menajem Begin, aceptó impulsivamente a 66 “balseros” vietnamitas que huían del comunismo y que habían sido rechazados por barcos panameños, noruegos y japoneses. Fue su primer acto oficial. Begin recordó cómo, en 1939, 900 judíos a bordo del St. Louis viajaron “de puerto en puerto, de país en país, pidiendo refugio a gritos. Fueron rechazados… Por lo tanto, era natural… darle a esa gente un refugio en la Tierra de Israel”.

Ninguno de estos gestos resolvió los durísimos problemas económicos, políticos o diplomáticos de la nación. Sin embargo, cada uno de estos gestos memorables unificó a Israel, elevando el alma nacional, cultivando la ciudadanía, uniendo a la nación, difundiendo los valores de Israel a nivel global. Inevitablemente, algunos gestos hacen crecer a líderes y naciones, mientras que otros pueden hacer que ambos se vean disminuidos. Benjamín Netanyahu ha desperdiciado muchos de sus logros sustantivos, desde la liberación de la economía hasta la firma de los Acuerdos de Abraham, con una política de gestos groseros, degradantes y, ahora, violentos, engañosos y despreciables (véase también Trump, Donald).

En las democracias, el tono cuenta; la moralidad importa; el alma de la nación necesita ser atendida. Afortunadamente, Lapid, Bennett y Herzog están a la altura de esta tarea, sin importar cuánto tiempo continúe la rabieta antidemocrática de Bebé Bibi.

Lapid ha deslumbrado a muchos que lo subestimaron por no deslumbrar. Ha sido firme, estable, con principios y – algo notable para un político – humilde. Manteniéndose concentrado en liberar a Israel del hechizo paralizante tejido por Bibi, ha demostrado tener profundidad y liderazgo. Si Israel tuviera un Premio Nobel de la Paz, Lapid sería un digno ganador. El enfoque de Lapid no es solo táctico y reactivo: es más que el anti-Bibi. Un verdadero moderado musculoso que no trata al centrismo como “un punto geométrico entre derecha e izquierda. Es una visión del mundo”. Esta es su oportunidad – y la oportunidad de esta coalición – de mostrarle al mundo democrático que la construcción de consensos no es para los débiles, que liderar desde el centro es una postura de principios – no una postura que carece de principios – yque las naciones prosperan cuando sus líderes enfatizan lo que nos une como pueblo y no solo lo que nos divide, partido político por partido político.

Los fuertes sentimientos de Bennett acerca de los territorios ciegan a muchos en lo que tiene que ver con sus instintos moderados. Como ministro, ha sido un “bitzu”[2], un tipo que logra que las cosas se hagan, lo que requiere destreza y pragmatismo, no fanatismo. Sus elegantes llamamientos a la unidad nacional, acompañados de tolerancia para el disenso y el debate, demuestran una vez más los peligros de definir a los políticos israelíes solo por “¿cuál es su posición con respecto a los territorios?” Una prueba de fuego.

En 2013, como ministro de Asuntos de la Diáspora, Bennett presidió el comité directivo de Birthright[3]. En su primera reunión, exclamó que Birthright tenía que convertir a los estudiantes en soldados que luchan contra la deslegitimación. Silencio. De eso no se trata Birthright. Pero nadie quería enfrentarse a este poderoso ministro recién elegido. Por eso es divertido ser designado y presidir voluntariamente el comité de educación. Después de haber luchado durante 20 años contra el antisionismo del campus, expliqué que Birthright Israel es un programa sin ataduras que ofrece una introducción a la construcción de la identidad judía, con una inmersión en Israel y el pueblo judío para los jóvenes judíos. Otra vez silencio. Bennett sonrió y me invitó a su oficina de la Knesset para una discusión más completa.

Nuestro primer ministro tan lleno de susceptibilidades, que pensaba que iba a ser rey de por vida, abandonó esa gracia, agilidad, buena voluntad, capacidad de aprender de los demás, buen humor y humildad. Bibi aplastó a los iconoclastas, tratando siempre de demostrar que era el tipo más inteligente de la habitación. Cumplió con tanto, que en nuestra cultura del todo o nada, los adictos a Bibi cometieron el error trumpiano de justificar sus defectos con sus fortalezas, en lugar de tamizar las cosas, apreciando sus fortalezas y criticando sus defectos.

Como lo demuestra su amable manejo de este profesor para nada ilustre, Bennett es más elegante y confiado. Nuestro excelente editor en jefe del Jerusalem Post, Yaakov Katz, informa que, desde el año 2013, Bennett y Lapid han buscado continuamente el 70% que los une, no el 30% que los divide, ejercitando sus músculos de moderación mientras perfeccionan sus instintos para la construcción del consenso.

El nuevo presidente centrado y centrista de Israel, Herzog, reforzará a estos “mentshs” moderados. Juntos, estos tres pueden exorcizar el mensaje de Bibi de que “Todo vale, porque la gente buena siempre es la última en llegar a la meta”. El 2 de junio, Lapid, Bennett y Herzog demostraron que la gente buena puede ser la primera en llegar a la meta. Ahora tienen que demostrar que los “mentshs” moderados y musculosos también pueden liderar con eficacia.

El autor es un distinguido estudioso de la historia de América del Norte en la Universidad McGill y autor de nueve libros sobre historia estadounidense y tres sobre sionismo. Su libro “Never Alone: Prison, Politics and My People” (Nunca solo: Prisión, política y mi pueblo), en coautoría con Natan Sharansky, acaba de ser publicado por PublicAffairs de Hachette.

[1] N. del T.: “Mensch”, del ídish, significa “persona de integridad y honor”

[2] N. del T.: “Bitzu” del hebreo, significa “persona pragmática que habla poco, pero que logra que se haga mucho”.

[3] N. del. T.: Birthright es una organización cuyo objetivo es fortalecer la identidad judía de los jóvenes de las comunidades de la diáspora y su conexión con Israel, la historia y la cultura judía.

Traducción: Daniel Rosenthal