Israel, Hamás y nuestra salvaje ruptura interna. Un intento de obtener claridad moral.
David Horovitz, The Times of Israel, 13 de mayo de 2021
Estamos inmersos en dos guerras: una contra un estado vecino terrorista y cínico y otra que es una explosión de intolerancia asesina en nuestro interior. Ningún país puede tolerar la primera, y tampoco funcionar en medio de la segunda.
Desde el otro lado de nuestra frontera meridional, una organización terrorista islámica está disparando cientos de cohetes indiscriminadamente hacia la mitad o aún más allá de nuestro país, en la fase actual de su esfuerzo permanente y declarado para expulsar al único estado de mayoría judía del mundo de lo que es nuestra patria bíblica. Dentro de Israel, rufianes extremistas, tanto árabes como judíos, están atacando arbitrariamente a miembros de la otra comunidad, golpeando, disparando, apuñalando, intentando matar, en una orgía de violencia étnica que está destrozando a este país desde dentro.
Con su habitual malicia y/o superficialidad, algunos líderes y aspirantes a formadores de opinión a lo largo y ancho del mundo están, despreciablemente, acusando a Israel de tener un comportamiento inmoral e intentan limitar punitivamente la capacidad de Israel para defenderse debido al aparente crimen de intentar sofocar el fuego de Hamás desde la vecina Gaza.
Sin embargo, el lugar en el que nuestra moralidad está siendo puesta a prueba es en la lucha contra la violencia interna que surge de una mezcla hirviente de factores históricos y recientes, y que ahora amenaza con explotar sin control alguno. Lo que sigue es un esfuerzo por entender de alguna manera los desafíos a los que nos enfrentamos. Es algo breve e imperfecto, porque el trasfondo es complejo y la realidad cambia hora a hora. Más que nada, espero que sea redundante y que nuestras dos guerras actuales resulten menos amenazantes de lo que parecen en este momento.
Gaza en contexto
En medio de una amarga discusión interna, y con un fuerte apoyo de la comunidad internacional, Israel se “retiró” unilateralmente de Gaza en 2005. Levantó más de 20 asentamientos y desarraigó a sus aproximadamente 8.000 residentes, retirándose a las líneas anteriores a 1967. Muchos israelíes consideraron la retirada como una peligrosa vindicación del terrorismo palestino; otros muchos se sintieron aliviados al pensar que Israel finalmente se había separado de la tóxica Franja de Gaza. Cualquier vaga idea de que Gaza podría comenzar a prosperar como un enclave palestino independiente sin los israelíes y llegar a constituirseen un paso alentador hacia un acuerdo palestino-israelí más amplio, fue completamente disipada en junio de 2007, cuando Hamás expulsó de la Franja a las fuerzas de Fatah del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, en unos pocos días de absoluta brutalidad.
Desde entonces, Hamás y sus diversos grupos terroristas aliados y rivales han subvertido todos y cada uno de los recursos a su alcance con el objetivo de dañar a Israel. Hamás ha organizado ataques terroristas transfronterizos, ha enviado a asesinos a través de túneles excavados debajo de la frontera, ha lanzado globos incendiarios hacia Israel y ha incitado masivamente a los habitantes de Gaza a enfrentamientos interminables en la valla. Y, como lo subraya el ataque actual, ha reunido y mejorado gradualmente un formidable arsenal de cohetes, capaz de lanzar docenas y docenas de proyectiles cada vez más potentes hacia las profundidades de Israel en cuestión de minutos. Hoy jueves apuntó a los dos aeropuertos internacionales de Israel: Ben Gurión y, aparentemente usando un cohete con un alcance sin precedentes, Ramón, cerca de Eilat.
Si no fuera por el 90% de éxito del sistema de defensa anticohetes denominado Cúpula de Hierro, gran parte de Israel habría sido reducido a escombros en los últimos días, como lo hubiera sido durante los innumerables ataques previos con cohetes de Hamás en los últimos años. Si no fuera por los esfuerzos israelíes y egipcios por negarle a Hamás la posibilidad de importar armamento, Israel se habría enfrentado a peligros militares aún más devastadores desde Gaza. Estos habrían incluido los tipos de armamento guiado con precisión almacenado a lo largo de los años por ese otro ejército terrorista cuasi estatal, Hezbolá, que domina un segundo territorio del que Israel se retiró unilateralmente: el sur del Líbano.
El cínico, astuto e inmoral Hamás ha presentado la escalada actual como una “batalla por Jerusalén”, lo que refleja su motivación declarada de eliminar a Israel y cortar la conexión de 3.000 años del pueblo judío con su capital, al tiempo que avanza en su objetivo de suplantar a Abbas, Fatah y la Autoridad Palestina como el líder principal del pueblo palestino. Al golpear a Israel con sus cohetes, forzar el aislamiento gradual de Israel a medida que las aerolíneas extranjeras preocupadas comienzan a cancelar vuelos, obtener “imágenes de la victoria” al interrumpir una sesión de la Knéset o enviar gente corriendo a buscar refugio en el aeropuerto, y al incitar a los enemigos de Israel en todo el mundo, esta campaña ya ha demostrado ser un éxito considerable para Hamás, que no se preocupa en absoluto por el sufrimiento que está causando a los habitantes de Gaza mientras el ejército israelí intenta detener el lanzamiento de cohetes.
Ningún país del mundo puede permitir que su frente interno sea atacado de la forma en que Hamás ataca a Israel. Ninguna fuerza militar del mundo podría contrarrestar esa amenaza sin dañar a civiles, cuando los cohetes se lanzan desde en medio de una población civil. La inmoralidad de Hamás como agresor cínico, y la legitimidad de Israel para defender a su población contra el gobierno de facto del estado terrorista vecino, deberían ser algo de meridiana claridad para cualquier persona dispuesta a familiarizarse con la realidad.
Israel en conmoción
Uno de los miembros del coro de políticos israelíes de todo el espectro se movió para comentar sobre el estallido de la violencia étnica interna en Israel: el Ministro de Defensa, Benny Gantz, declaró el miércoles que nuestras divisiones internas sangrientamente expuestas son “no menos peligrosas que Hamás”. De hecho, una inmersión en una guerra civil es una amenaza potencialmente más grave que el enemigo al otro lado de la frontera. Un país sin cohesión interna simplemente no puede sobrevivir en una región perennemente peligrosa. Un país que se desgarra por dentro no es un lugar para vivir.
La explosión de la violencia árabe contra los judíos es, entre otros factores, consecuencia de décadas de negligencia gubernamental hacia gran parte de la comunidad árabe. Los crímenes se multiplican sin control desde hace mucho tiempo. La pobreza, la alienación desde el estado, un sentido generalizado de discriminación: todo esto y más constituyen un terreno fértil para el extremismo, el odio y la violencia. Y eso sin tener en cuenta la identificación con la causa palestina.
La explosión de la violencia judía contra los árabes es, entre otros factores, consecuencia de un envalentonamiento de los extremistas y racistas que están presentes en las márgenes de todas las sociedades, y que prosperan cuando internalizan un clima político que se mueve a su favor y unas fuerzas del orden incapaces de hacer frente a la situación. Provocadores políticos conocidos como el kahanista Itamar Ben Gvir son ahora miembros de la Knéset. Su partido Otzma Yehudit, que engloba al grupo contrario a los matrimonios mixtos Lehava – denunciadopor el presidente Reuven Rivlin como similar a “roedores que roen la base democrática y judía compartida de Israel”– fuellevado al parlamento como parte de una alianza negociada vergonzosamente por el primer ministro Benjamín Netanyahu. Lehava estuvo en el centro de las recientes protestas antiárabes cerca de la Puerta de Damasco (que a su vez siguieron a incidentes causados por árabes de Jerusalén Oriental atacando a judíos ultraortodoxos).
La fuerza policial de Israel, con fondos insuficientes, falta de personal y sin comisionado desde 2018 hasta 2020, ha demostrado ser incapaz de disuadir a los extremistas judíos, como tampoco a los extremistas árabes. Todos se quejan de que la policía no puede ser encontrada en ningún lado, o que tarda demasiado en llegar a los focos de violencia étnica interna, dijo el portavoz policial Eli Levy a las noticias del Canal 12 el jueves por la tarde, “pero hay que entender que en las últimas 24 horas ha habido 127.000 llamadas a la línea directa de emergencia policial 100”. En un día normal, dijo, hay alrededor de 10.000. Al azuzarse los unos a los otros, los matones de ambos lados ganan impulso, y la gran mayoría de los israelíes están en el medio, atrapados, horrorizados y siendo blanco de ataques. Y obviamente, la fricción y la violencia interétnicasse ven exacerbadas por los incesantes ataques de Hamás, para el indudable deleite de nuestros enemigos externos.
Después de la interminable serie de ataques despiadados del miércoles, hubo denuncias desde todo el espectro político. Pero la condena airada y los llamamientos quejumbrosos a la calma no sustituyen al liderazgo basado en principios, las políticas prácticas para abordar los reclamos legítimos, la financiación adecuada para enfrentar las desigualdades,así como el presupuesto y el apoyo para un funcionamiento eficaz de las fuerzas del orden.
Israel no puede ser y no será disuadido por un castigo internacional malicioso o equivocado por tratar de salvaguardar a su población contra Hamás y otros enemigos externos. Pero para asegurarnos de tener un país lo suficientemente cohesivo y resiliente como para defenderse, un país en el que nuestros ciudadanos, con una abrumadora mayoría de gente buena y decente, puedan deleitarse y prosperar, necesitamos un liderazgo y una gobernanza dispuestos a corregir las fallas morales y prácticas que han incendiado nuestras calles desde dentro, y que además sean capaces de hacerlo.
“Los violentos disturbios que vimos ayer son una verdadera amenaza para la soberanía israelí”, dijo el Presidente Rivlin el jueves. “Nuestra casa está en llamas y no tenemos otra”.
Traducción: Daniel Rosenthal