Educación Judía Siglo XXI

La reciente entrevista en Semanario Hebreo (20-11-2020) a la maestra y directora Bela Margulies (Braja) me retrotrajo no sólo a los tiempos que supimos trabajar juntos en el marco de la Escuela Integral sino a mi propia infancia y adolescencia como alumno fundador de dicha escuela. Braja nunca fue mi maestra, pero la conocí bien cuando trabajé en el Consejo de “la Integral” a partir de 1997.

Los temas que nos ocupaban permanentemente nos remitían a aquellos tiempos de mi propia educación judía o hebrea (el matiz no es menor). Con el antecedente de aquellos años (eje 1970), con el apoyo de todo el Consejo, trabajamos con Braja para aggiornar y posicionar la educación específicamente judía en el contexto de las mayores demandas del nuevo siglo.

Coincidentemente, al tiempo que publico estas reflexiones, la Escuela Integral sale a la calle judía en busca de apoyos para sus nuevos proyectos, en ese constante afán de superación que la ha caracterizado a lo largo de sus casi sesenta años. Acaso nunca un mejor momento para hacerse algunas preguntas que, claramente, trascienden a una institución. La coincidencia entre la experiencia personal (la de Braja, la de quién escribe) y la coyuntura colectiva nunca es gratuita.

Si bien Braja se jubila en 2003 con todos los honores a su trayectoria, doy fe que deja el camino allanado para lo que vendría, lo que entendíamos entonces que era vital conservar de una vieja tradición en relación a la educación judía. Pasados dieciocho años, me pregunto dónde estamos parados hoy; la pregunta no es retórica porque, dado que ya tengo hijos adultos, honestamente ignoro en qué etapa está ese componente que nos singulariza, como instituto de enseñanza y como pueblo. La entrevista a Braja disparó la pregunta después de tantos años.

Uno de los hechos más incontrovertibles de aquellos años de cambio de milenio tenía que ver con el avance de la demanda por el idioma inglés y algunas otras menos centrales en detrimento de las horas dedicadas al idioma hebreo y la cultura judía. Con esa ecuación trabajamos hombro con hombro con Braja, con el respaldo de todo el Consejo. El ambiente fue siempre honesto, frontal, respetuoso, pero todos sabíamos lo que estaba en juego. La Escuela debía “competir” en el mercado cada vez más ofrecido de la educación privada bilingüe a la vez que no claudicar en sus aspiraciones de educación judía.

Sin haber sido nunca una escuela “religiosa”, más bien todo lo contrario, desde su fundación había hecho hincapié en el ideario sionista y el judaísmo más tradicional y menos rabínico. Ese nicho, vale aclarar, siempre lo ocupó con gran solvencia la Escuela Yavne. Sin embargo, en medio de las crisis que sacudían al país en aquellos tiempos, todos los institutos buscábamos alianzas; Yavne e Integral la llevaron a cabo durante unos cuantos años y también eso había dejado su huella (para siempre) en “la Integral”.

La pregunta que me hago, leyendo el nostálgico reportaje a Braja, es, en general, dónde está la educación judía hoy. El fenómeno de los colegios “ingleses” permanece incambiado, y cada vez hay más oferta de educación más segmentada, “en valores”, en “academia”, en relaciones sociales. En este contexto siglo XXI, pandémico y febril, ¿qué rincón ocupa “lo judío” en la educación de las nuevas generaciones?

Braja hace mención del Director General que la contrató, Abraham Kojavi cuando todavía el cargo era ocupado por shlijim; yo quiero hacer mención de mis inolvidables maestros Yael Avni y Zeev Dorot. Sé que buena parte de mis ser judío fue dado por Yael y su revolucionario Kabalat Shabat en semicírculo, rompiendo (literalmente) las estructuras uruguayas del salón de clases; y por el acordeón de Zeev y sus canciones que enseñaban Historia y Geografía hebreas. Cuando llegué a Israel por primera vez en 1972, y luego hice aliá en 1976, tal vez el mío no fuera un hebreo académico, pero sabíamos el idioma, conocíamos el país, y teníamos una noción inequívoca de su razón de ser. Me pregunto, y me encantaría que alguien contestara, qué saben los chicos de hoy.

Siempre estamos a tiempo de aprender un idioma. De hecho, cuando estudié Literatura en la Universidad de Tel-Aviv tuve que hacer un esfuerzo mayúsculo. Por eso, no me refiero a qué tanto hebreo sabe un alumno, sino a cuánto judaísmo se siente vinculado. No me cabe duda que los profesionales al frente de la educación judía hoy, mayormente todos alumnos de Braja en algún momento, lidian con una realidad muy diferente, que los desafíos son enormes, y que la demanda de la actualidad supera cualquier ideal, cualquier misión que una institución se imponga.

La globalización es maravillosa, pero una pandemia nos muestra cuán locales somos en tiempo de crisis. Los judíos sabemos que es precisamente en esos momentos donde nuestra identidad y compromiso afloran. Vivimos el mejor de los tiempos posibles y muchas veces damos por sentados conocimientos, valores, y tradiciones que, cuando revisamos, no han desaparecido pero se han diluido. ¿Cómo espesar el elemento judío de nuestra identidad? ¿Cómo hacer para que los héroes de Marvel no opaquen a los héroes bíblicos, si la saga de los primeros está en todas las pantallas y la de los segundos debemos “estudiarla”?

La educación no-formal de la cual nos jactamos, la que se imparte en los movimientos juveniles y adoptaron en gran medida las escuelas formales, ¿ha evolucionado? Los valores que nos aglutinaban, ¿están vigentes? El año en Israel (“Shnat”), ¿es un año de ensayo sionista, estudio y vivencias, o un año de desenfreno y vacíos existenciales? No lo sé. Intuyo, pero no sé a ciencia cierta. Quisiera sugerir que se han convertido en un rito de pasaje más; cuando un fenómeno se ritualiza demasiado, pierde su razón de ser porque dejamos de saber su razón de ser.

Por todas estas inquietudes la entrevista a Braja me conmovió. Nos cruzamos de tarde en tarde y sé que está bien, como ella misma dice, disfrutando de esta etapa de su vida. Su flashback sin embargo nos recuerda que todo ha cambiado mucho, que uno mismo gestó al menos parte de esos cambios, que fueron temas que nos ocuparon apasionadamente, pero sobre todo, que son temas siempre vigentes. Por eso creí que ameritaba plantear inquietudes, porque por cierto no tengo respuestas. Crecí en una casa llena de interrogantes e ideales, recibí muchas respuestas de mis maestros en mis años más fértiles como estudiante en “la Integral”, y asistí a una “tnuá”, la NCI (hoy Jazit), donde se esperaba que uno desarrolle su espíritu “crítico, analítico, y consciente de la realidad en que vive”. Todavía estoy en eso.